Es fascinante la historia antropológica de los cometas
y la inquietud que generan. La literatura ha reflejado frecuentemente este
sentimiento, con numerosas referencias al sentimiento sublime, ominoso, que
provocan.
Un ejemplo lo encontré en un escalofriante relato de
vampiros que encontré en un libro fascinante, “Vampiria”, una recopilación de
literatura sobre este tópico. En el relato, llamado “Dejad a los muertos en paz”,
de autoría del alemán Ernst Raupach, se compara a la protagonista (una terrible
vampira) con un cometa: “Tan soberana como ante su muerte, Brunilda impuso de
nuevo su yugo de hierro a todos los que la rodeaban; y su señorío era ahora más
cruel que nunca, pues el horror que lo animaba avasallaba toda contradicción y
toda réplica. Su cólera ya no era un rugiente huracán cuya furiosa violencia
presagiaba desatarse rápidamente, sino un cometa a punto de embestir contra la
Luna en el cielo como un funesto cataclismo”.
El relato es de 1823, ya se sabía bastante sobre los
cometas, pero… seguían siendo ominosos cuando aparecían.
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