¿Alguna sintió
hablar de la comunicación por ráfagas meteoríticas? Yo tampoco hasta leer una
de las tantas maravillas del viejo amigo Carl Sagan:
“Pero pensando
mucho podremos encontrar una utilidad incluso para una estrella fugaz. El
rastro de iones que un meteoro deja brevemente tras de sí refleja las ondas de
radio de muy alta frecuencia (VHF). En un momento dado hay un número enorme de
rastros meteoríticos en la atmósfera, la mayor parte de ellos tan débiles que
no pueden verse a simple vista, y todos colectivamente proporcionan una especie
de superficie reflectora alrededor de la Tierra , sobre la cual pueden rebotar ondas de
radio de frecuencias adecuadas. La duración de cada rastro iónico es de menos
de un segundo; por tanto, el mensaje ha de emitirse con mucha rapidez. Esto ha
desembocado en un nuevo campo tecnológico llamado Comunicaciones por Ráfagas
Meteoríticas.
Pero ¿por qué
esforzarse tanto cuando hay medios de comunicación perfectamente adecuados a
disposición de todos? Porque cuando se inicie la inminente carrera de
armamentos con armas antisatélite, los satélites de comunicaciones serán las
primeras bajas de una guerra nuclear. Se han desarrollado las Comunicaciones
por Ráfagas Meteoríticas para poder librar una guerra nuclear. Los cometas han
quedado alistados en ella. Los cometas tienen un valor práctico por primera vez
desde que se pensó que eran avisos enviados por un Dios irritado. Pero no son
los únicos afectados. Todo el movimiento mundial del conocimiento humano está
siendo aprovechado para servicios semejantes y aproximadamente la mitad de los
científicos de la Tierra
está actualmente trabajando para los diversos organismos militares nacionales”.
(Carl Sagan y Ann Druyan: El cometa. Editorial Planeta, 1986. Traducción de Miquel
Muntaner i Pascual y María del Mar Moya i Tasis. Página 367).
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