miércoles, 24 de abril de 2019

UNA ESTAFA COMETARIA



Todos podemos pensar en un rostro conocido de quién dice amar la astronomía y sólo busca provecho. Ese fue el caso de unos ladrones de gallinas en 1910:

“Temprano el 29 de abril de 1910, en la calle principal de Towacco, Nueva Jersey, dos hombres jóvenes y bien vestidos se presentaron como una suerte de pregoneros e informaron que esa noche podría observarse una vista especialmente espléndida del cometa Halley desde la cima de la cercana montaña Waukhaw. Según dijeron, sería un espectáculo astronómico memorable. El acontecimiento científico del siglo. Ciertamente, dijeron que el instituto de tecnología que ellos representaban, en un intento de avivar el interés general por la ciencia, ofrecía premios a la mejor descripción de aficionados del cometa y su larga cola, según ambos aparecían en el cielo nocturno. Una joven llamada Lily-según un cronista contemporáneo la hija muy talentosa de cierto Cyrus Lautergan fue la primera en aceptar el reto y anunció que estaría en la cima de la montaña con paleta y caballete. Apareció un rival. Mary Vanderlip se apresuró a señalar que por lo que se refería a la representación en colores del cielo, ella era igual y muy probablemente superior a Lily Lautergan. Mary también acudiría a la cita.
“En definitiva” informó The New York Times a la mañana siguiente, “esta mañana la cima de la montaña Waukhaw estaba poblada por las bellezas, los caballeros y las acompañantes de Towacco. La señorita Lily y la señorita Mary estaban prontas con sus paletas y se cruzaban apuestas sobre la ganadora”. Pero en definitiva la noche no fue muy exitosa. Por una parte, la bruma y las nubes oscurecieron la visión del cometa Halley, pero cuando los buenos ciudadanos de Towacco regresaron a sus casas comprobaron que les habían saqueado los gallineros. Cyrus Doolite perdió 300 aves y las familias Lautergan y Vanderlip también soportaron importantes pérdidas. “Por lo que a mí se refiere, el cometa Halley puede irse al infierno” dijo el señor Lautergan después de contar sus pérdidas. “Maldito cometa”.
Fuente: “El cometa Halley”, por Richard Flaste y otros (Javier Vergara Editor, 1985), páginas 74 y 75.

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