El Gran Cometa de 1264 fue un objeto espectacular, uno de los cometas más brillantes, visible por más de dos meses. Apareció en julio como cometa del atardecer y semanas más tarde al amanecer, mucho más espectacular. Parecía tener una cabeza formada por una estrella oscura (gran metáfora) y una cabellera que se extendía a, nada menos, más de 100 grados de la misma. Pero si algo faltaba a tan grande portento fue haberse cargado a nada menos que Su Santidad el Papa. Las crónicas de la época sostienen que Urbano IV se sintió enfermo el mismo día de la primera observación y falleció en el momento exacto en que desapareció, el 3 de octubre de 1264. Sea cierto o no el dato histórico, ayuda a comprender el mito de que los cometas traían desgracia para los poderosos y para los imperios
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