lunes, 30 de diciembre de 2019

COMETA GATUNO



Los extraños paisajes cometarios que la sonda Rosetta de la Agencia Espacial Europea obtuvo en su misión al 67P/Churyumov-Gerasimenko nos siguen asombrando. Un mundo montañoso muy distinto a las “bolas de nieve sucias” con las que crecimos como modelo de lo que era la superficie del núcleo de un cometa. Una muestra de ello es esta extraña imagen de dos picos gemelos que la propia Agencia Espacial Europea calificó de “Cat Comet”. La imagen forma parte del maravilloso sitio en el que se archivan las imágenes obtenidas por la misión y que recomendamos visitar: https://rosetta-osiris.eu/

sábado, 28 de diciembre de 2019

RECUPERAR EL HONOR POR UN COMETA. LOS COMETAS DE KAOURA IKEYA.



La tradición japonesa de descubrimientos cometarios por aficionados es fascinante, y ya hemos dedicado varias entradas al tema. La historia de Kaoura Ikeya también es fascinante. Vean si no:
“El 2 de enero de 1963, este aficionado de diecinueve años descubrió su primer cometa. Al día siguiente, los periodistas de la radio y la televisión invadieron su casa e Ikeya se convirtió en un héroe del Japón.
La historia de Ikeya cautivó la imaginación del público. Una historia que empieza unos años antes cuando el negocio de su padre comenzó a declinar y el buen hombre se puso a beber para olvidar las congojas. Las cosas empeoraron, la familia se convirtió en la vergüenza del vecindario, cosa insoportable en un país en el que el orgullo familiar constituye una de las razones de vivir. La madre se vio obligada a trabajar de asistenta en un hotel y el muchacho repartía periódicos por la mañana, antes de ir a la escuela, a fin de ayudar a cubrir el presupuesto familiar. Todos los días se levantaba a las cinco de la mañana para cumplir su tarea y durante los meses que siguieron atravesó un período de depresión. Después decidió que le incumbía a él precisamente sacar a la familia de la suerte en que su padre la había hundido. Pero ¿cómo? A la sazón, tenía quince años, nada más. La astronomía le fascinaba y pensó que si podía unir el deshonrado nombre de su familia a un cometa nuevo, la gloria sustituiría a la vergüenza. Pero esta idea no era más que un sueño de estudiante. El muchacho salió del colegio en 1959 para trabajar en una fábrica de pianos: Entonces empezó a construir su telescopio y dedicó todos sus ocios a este proyecto, y al cabo de dos años de trabajo, el instrumento quedó listo. Noche tras noche, observaba el cielo con una perseverancia notable; pero al cabo de varios meses el desaliento empezaba a invadirle. Decidió escribirle a Honda, célebre en todo el Japón por haber descubierto nueve cometas. Éste le respondió con unas palabras de ánimo y aliento, y la búsqueda continuó. Dieciséis meses más tarde, en enero de 1963, Ikeya descubrió por fin su primer cometa; luego, en junio de 1964 el segundo, y en 1965, con Seki, el tercero, el famoso cometa Ikeya-Seki, que fue visible en pleno día a simple vista. Más, para él, el día más grande fue el 2 de enero de 1963, cuando el honor de su familia reapareció bajo la forma de un cometa que llevaba su nombre”.
Fuente: “Los cometas de la antigüedad a la era espacial”, de Philipe Veron y Jean-Claude Ribes, Editorial ATE, Barcelona, 1979, páginas 148-149.

jueves, 26 de diciembre de 2019

DOS COMETAS

Los aficionados cometarios seguramente conocen la web "Cometografía", del español José j. Chambó, uno de los máximos referentes a nivel mundial de la fotografía de cometas. Esta imagen le pertenece:

El 7 de Septiembre de 2019 los cometas C/2018 N2 (ASASSN) y 260P/McNaught se cruzaron en el cielo sobre este campo lleno de pequeñas galaxias en la constelación de Aries. Su distancia angular mínima fue sólo de 10 minutos de arco, aunque sólo fruto de nuestra perspectiva desde la Tierra, pues ambos cometas estaban a mucha distacia uno del otro; abajo el cometa 260P/McNaught a 0.6 UA y arriba el cometa C/2018 N2 (ASASSN) a 2.6 UA, dos veces la distancia de la Tierra al Sol les separa.
Fuente:

sábado, 21 de diciembre de 2019

UN AFICIONADO COMETARIO EN “EL MARTILLO DE DIOS” DE ARTHUR C. CLARKE


A los que nos gusta la astronomía no podemos dejar de comprar y leer las novelas del famoso Arthur C. Clarke, un verdadero genio innovador y un visionario (por ejemplo la órbita geosincrónica de los satélites y sus utilidades futuras). Eso sí, los que tenemos ciertas inclinaciones literarias no podemos dejar de notar que las tramas giran en torno a las cuestiones tecnológicas pero son demasiado superficiales…. Y cuando se pretende ser profundo cae en el misticismo ingenuo que suele ser objeto de burla en sus propias novelas (véase sino “2001” o “El fin de la infancia”).
En “El martillo de Dios” se narra una misión a un asteroide en colisión mortal con la Tierra. Y el asteroide lo descubre, en el futuro, un astrónomo aficionado que desde Marte busca cometas. Aquí va gran parte del capítulo 14, “El aficionado”. Los que hacemos astronomía amateur, y no mera astrofotografía para las redes sociales, reconocerán que Clarke conocía la rutina y la jerga:
“Hacia fines del siglo XXI había muy pocas ciencias en las que un aficionado pudiera albergar la esperanza de hacer importantes descubrimientos, pero la astronomía, como había ocurrido siempre, seguía siendo una de ellas.
Cierto: ningún aficionado, no importaba cuán opulento fuera, podía tener la esperanza de rivalizar con el equipo de empleo habitual por parte de los grandes observatorios de la Tierra, de la Luna y de los que estaban en órbita. Pero los profesionales se especializaban en estrechos campos de estudio, y el Universo es tan enorme que nunca podían mirar más que una diminuta fracción de él por vez. Todavía quedaba mucho para que lo explorasen fanáticos llenos de energía e información. No era preciso poseer un telescopio muy grande para encontrar algo que nadie más hubiera visto, si se sabía cómo emprender la búsqueda.
Las obligaciones del doctor Angus Millar, en su calidad de jefe del Registro Civil del Centro Médico de Puerto Lowell, no eran exigentes precisamente. A diferencia de los colonos terrestres, los pobladores de Marte no tenían enfermedades nuevas y exóticas contra las que enfrentarse, y la mayor parte del trabajo de un médico consistía en habérselas con accidentes. Cierto era que algunos peculiares defectos óseos habían surgido en las segunda y tercera generaciones, debido, sin duda alguna, a la escasa gravedad, pero la cumbre médica confiaba en que podría lidiar con ellos antes de que se convirtieran en algo grave.
Merced al vasto tiempo libre que tenía, el doctor Millar era uno de los pocos astrónomos aficionados de Marte. En el curso de los anos había construido una serie de reflectores, bruñendo, puliendo y azogando los espejos mediante técnicas que miles de devotos elaboradores de telescopios habían perfeccionado en un lapso de siglos.
Al principio había pasado mucho tiempo observando el planeta Tierra, a pesar de los divertidos comentarios de sus amigos:
—¿Por qué molestarse? —habían preguntado—. Realmente está bastante bien explorada. Hasta se presume que alberga formas inteligentes de vida.
Pero quedaron en silencio cuando Millar les mostró el hermoso cuarto creciente azul que colgaba en el espacio, junto con la más pequeña, pero en idéntica fase, Luna, que flotaba al lado. Toda la historia, con la salvedad de los más recientes instantes, se encontraba ahí, en el campo visual del telescopio. No importaba cuán lejos se adentrara en el universo, la especie humana nunca podría cortar del todo los lazos con el planeta natal.
Sin embargo, los que criticaban sí tenían un argumento a favor: la Tierra no era tema muy gratificante de observación. Mucho de ella generalmente estaba cubierto por nubes y, cuando se encontraba en su punto de mayor proximidad, hacia Marte únicamente miraba la faz que se hallaba en la oscuridad de la noche, por lo que todos los detalles naturales eran invisibles. Un siglo antes, el "lado oscuro" de la Tierra había sido cualquier cosa menos eso, pues megavatios de electricidad se derrochaban perdiéndolos hacia el cielo. Aunque una sociedad más consciente de la necesidad de ahorrar energía había puesto coto a los peores abusos, la mayor parte de las ciudades de cualquier tamaño todavía se podían advertir fácilmente como refulgentes islas de luz.
El doctor Millar deseaba haber podido estar por ahí en la fecha terrestre del 10 de noviembre de 2084, para observar ese poco frecuente y hermoso fenómeno, el del tránsito de la Tierra de un extremo al otro de la faz del Sol: el planeta había parecido una mancha solar pequeña y perfectamente circular mientras se desplazaba con lentitud a través del disco del Sol pero, en el punto medio de su paso, una brillante estrella había resplandecido en su centro: baterías de láseres ubicados en la cara oscura de la Tierra estaban saludando, en el cielo de medianoche, al Planeta Rojo que ahora constituía el segundo hogar de la humanidad. Todo Marte había estado observando, y al acontecimiento todavía se lo rememoraba en tono de temor reverencial.
Había otra fecha en lo pasado, empero, por la que el doctor Millar sentía particular afinidad, debido a una coincidencia perfectamente trivial que no tenía interés más que para el propio Millar: a uno de los cráteres más grandes de Marte se lo había bautizado con el nombre de otro astrónomo aficionado, del que daba la casualidad que compartía con Millar la fecha de nacimiento... sólo que dos siglos antes.
No bien buenas fotografías del planeta empezaron a llegar desde las primeras sondas espaciales, encontrar nombre para todos los miles de formaciones nuevas se transformó en un problema serio. Algunas elecciones fueron obvias: astrónomos, científicos y exploradores famosos, como Copérnico, Kepler, Colón, Newton, Darwin, Einstein. A continuación vinieron los autores relacionados con el planeta: Wells, Burroughs, Weinbaum, Heinlein, Bradbury. Y, después, una miscelánea lista de obscuros sitios y personas de la Tierra, algunos de los cuales no tenían más que sumamente tenues conexiones con Marte.
Los nuevos habitantes del planeta no siempre estaban felices con los nombres de localidades que les habían legado, y tenían que utilizar en su vida cotidiana: ¿quién, o qué, de la Tierra, y ni qué hablar de Marte, eran Dank, Dia-Cau, Eil, Gagra, Kagul, Surt, Tiwi, Waspam, Yat?
Los revisionistas siempre estaban creando agitación para conseguir nombres más adecuados y de sonido más agradable, y la mayoría de la gente estaba de acuerdo con ellos. Así que se estableció una comisión permanente para lidiar con el problema, aun cuando ese apenas era el más peliagudo de los que afectaban la supervivencia humana en Marte. Como todo el mundo sabía que él tenía tiempo libre de sobra y que estaba interesado en la astronomía, resultó inevitable que al doctor Millar se lo votara para que formara parte de la comisión.
—¿Por qué —se le preguntó un día— uno de los cráteres más grandes de Marte se debe llamar Molesworth? ¡Tiene un diámetro de ciento setenta y cinco kilómetros! ¿Quién demonios fue Molesworth?
Después de investigar un poco, y de enviar varios costosos faxes espaciales a la Tierra, Millar estuvo en condiciones de responder esta pregunta: Percy B. Molesworth fue un ingeniero en ferrocarriles y astrónomo aficionado británico que, a comienzos del siglo XX, trazó y publicó muchos dibujos de Marte. La mayor parte de las observaciones las hizo desde la isla ecuatorial de Ceilán, en la que murió en 1908, a la temprana edad de cuarenta y un años.
El doctor Millar estaba impresionado: Molesworth debió de haber amado Marte, y merecía su cráter. La trivial coincidencia de que hubieran nacido el mismo día, según el calendario terrestre, también le daba a Millar una sensación ilógica de parentesco y, en ocasiones, miraba hacia la Tierra a través de su propio telescopio, para encontrar la isla en la que Molesworth había transcurrido mucho de su corta vida. Como el Océano Índico generalmente estaba cubierto por nubes, Millar la halló nada más que una vez, pero esa fue una experiencia inolvidable. Se preguntó qué habría pensado el joven británico de haber sabido que algún día ojos humanos iban a contemplar su hogar desde Marte.
El médico ganó su batalla para salvar a Molesworth —a decir verdad, cuando presentó su alegato no hubo decidida oposición—, pero eso modificó su propia actitud hacia lo que no había sido más que un pasatiempo absorbente: quizá también él podría hacer un descubrimiento que llevara su nombre a través de los siglos.
Iba a alcanzar el éxito en grado mucho mayor que el que se hubiera atrevido a soñar.

Aunque en aquel entonces era un niño, el doctor Millar nunca olvidó el espectacular regreso del cometa Halley, en 2061. No hay duda de que eso tuvo algo que ver con el siguiente paso que dio: a muchos cometas, entre ellos algunos de los más famosos, los habían descubierto aficionados que, de esa manera, se habían asegurado la inmortalidad al imprimir su nombre en los cielos. Allá en la Tierra, pocos siglos atrás, la receta para triunfar había sido sencilla: un telescopio bueno (pero no especialmente grande), cielo límpido, el conocimiento profundo del cielo nocturno, paciencia... y una buena dosis de suerte.
El doctor Millar empezó con varias ventajas importantes sobre sus precursores terrestres: siempre contó con cielos límpidos y, a pesar de los sinceros esfuerzos de los que intentaban transformar Marte en otra Tierra, esos cielos habrían de mantenerse así durante las siguientes generaciones. Debido a su mayor distancia del Sol, Marte también era una plataforma de observación ligeramente mejor que la Tierra. Pero, y esto era lo más importante de todo, la búsqueda se podía automatizar en gran medida: ya no era necesario recordar de memoria los campos estelares, como habían hecho algunos de los veteranos, por lo que se podía reconocer un intruso en forma instantánea. Hacía mucho ya que la fotografía había vuelto anticuado ese método: sólo era necesario hacer dos tomas con algunas horas de diferencia entre una y otra y, después, compararlas, para ver si algo había cambiado de posición. Si bien eso se podía hacer en los ratos de ocio, sentado cómodamente dentro de una habitación y no tiritando en la fría noche, seguía siendo tedioso en extremo. El joven Clyde Tombaugh, allá por la década de 1930, literalmente había revisado millones de imágenes de estrellas antes de descubrir a Plutón.
El método fotográfico había durado más de un siglo, antes de que se lo reemplazara por la electrónica: una sensible cámara de televisión podía recorrer el cielo y guardar la imagen estelar resultante, para después regresar y volver a mirar más tarde. En cuestión de segundos, un programa de computadora podía hacer lo que a Clyde Tombaugh le había tomado meses: pasar por alto todos los objetos estacionarios y "clavarle banderillas" a cualquier cosa que se hubiera desplazado.
En realidad, no era tan sencillo. Un programa ingenuo volvería a descubrir centenares de asteroides y satélites conocidos, por no mencionar los millares de pedazos de basura espacial fabricada por el hombre. A todos esos objetos se los debía comparar con catálogos, pero también eso se podía realizar en forma automática. Cualquier cosa que sobreviviera ese proceso de filtrado probablemente iba a ser... interesante.
El equipo físico para investigación automática y sus programas no eran especialmente costosos pero, al igual que con muchos artículos no esenciales de alta tecnología, no se los podía conseguir en Marte. Así que el doctor Millar tuvo que esperar varios meses antes de que una de las empresas terrestres proveedoras de material científico se los pudiera despachar... nada más que para descubrir, como suele ocurrir con tanta frecuencia, que no había venido un componente esencial. Después de un áspero intercambio de faxes espaciales, el problema quedó resuelto. Por fortuna, el médico no tuvo que esperar a que arribara la próxima nave correo: cuando el proveedor desembuchó de mala gana los detalles del circuito, los expertos locales lograron conseguir que el sistema entrase en operación.
Funcionaba a la perfección. La mismísima noche siguiente, el doctor Millar quedó encantado al descubrir Deimos, quince satélites de comunicaciones, dos naves de trasbordo en tránsito, y el vuelo que llegaba desde la Luna. Por supuesto, sólo había explorado una pequeña parte del cielo (aun en torno de Marte, el espacio se estaba poblando en demasía. Con razón le habían ofrecido un precio bastante bueno por el equipo: le sería virtualmente inútil debajo de las nubes de desechos espaciales que ahora giraban en órbita alrededor de la Tierra.
En el curso del año siguiente, el médico descubrió dos asteroides nuevos, de menos de cien metros de ancho, e intentó bautizarlos Miranda y Lorna, en honor de su esposa y hija. La Unión Astronómica Interplanetaria aceptó el último, pero señaló que Miranda era un famoso satélite de Urano. El doctor Millar, claro está, sabía eso tan bien como la UAI, pero creyó que valía la pena intentarlo en aras de la armonía doméstica. Finalmente accedieron a que fuese Mira: no era factible que alguien confundiera un asteroide de un centenar de metros con una estrella roja gigante.
A pesar de varias falsas alarmas, Millar no encontró algo nuevo durante otro año y ya estaba a punto de rendirse, cuando el programa informó sobre una anomalía: había observado un objeto que parecía estar desplazándose, pero con tanta lentitud que no podía tener certeza, dentro de los límites de error. Sugirió hacer otra observación después de un lapso más prolongado, para resolver la cuestión en un sentido o en otro.
El doctor Millar miró el diminuto punto de luz. Pudo haber sido una estrella tenue, pero los catálogos mostraban que nada había en ese lugar. Para decepción suya, no había vestigios de la aureola borrosa que habría indicado que se trataba de un cometa. "Nada más que otro remaldito asteroide", pensó. "Casi ni vale la pena molestarse en perseguirlo." Sin embargo, Miranda pronto habría de darle una nueva hija: sería lindo tener un regalo para el día de su nacimiento...

Era un asteroide, situado justamente más allá de la órbita de Júpiter. El doctor Millar dispuso la computadora para que calculara la órbita aproximada del cuerpo, y quedó sorprendido al descubrir que Myrna, como había decidido llamarlo, se acercaba bastante a la Tierra. Eso hacía que fuera algo más interesante.
Millar nunca pudo conseguir que le reconocieran el nombre. Antes que la UAI  pudiese aprobarlo, observaciones adicionales le calcularon una órbita mucho más precisa.
Y, entonces, solamente fue posible un nombre: Kali, la Diosa de la Destrucción.


martes, 17 de diciembre de 2019

EL TELESCOPIO ESPACIAL HUBBLE CAPTA EL COMETA INTERESTELAR BORISOV


Nuevas imágenes del primer cometa extrasolar confirmado, el 2I/Borisov. Las imágenes fueron captadas desde el espacio por el Telescopio Hubble. La primera muestra al Borisov pasando cerca de una galaxia a 327 millones de kilómetros de la Tierra. En la segunda aparece poco después del perihelio. El momento de mayor acercamiento será en pocos días, el 28 de diciembre.

lunes, 16 de diciembre de 2019

TESS CAPTA EL PRIMER ESTALLIDO COMPLETO DE UN COMETA



Captan el estallido de un cometa con un detalle sin precedentes

El satélite TESS de la NASA muestra la explosión de principio a fin del Wirtanen mientras se acercaba a la Tierra

Fuente:

Astrónomos de la Universidad de Maryland (EE.UU.) han captado las mejores imágenes hasta la fecha del estallido natural de un cometa. Utilizando datos del satélite TESS de la NASA, dedicado a «cazar» planetas extrasolares, los investigadores obtuvieron la secuencia, de principio a fin, de una emisión explosiva de polvo, hielo y gases del cometa 46P/Wirtanen mientras se acercaba a la Tierra a finales de 2018.
Los astrónomos decidieron utilizar TESS para observar el cometa porque pasa casi un mes rastreando una determinada porción del cielo. «Sin descansos diurnos o nocturnos y sin interferencia atmosférica, ofrece un conjunto de observaciones muy uniforme y de larga duración», afirma Tony Farnham, autor principal del estudio que publica la revista «The Astrophysical Journal Letters». A medida que los cometas orbitan alrededor del Sol, pueden pasar a través del campo de visión de TESS. Pero la visión de Wirtanen, reconoce el científico, resultó «sorprendente».
Según Farnham, las observaciones de TESS del cometa Wirtanen fueron las primeras en capturar todas las fases del estallido natural de un cometa. Otras tres observaciones anteriores estuvieron cerca de registrar el comienzo de un evento de explosión, pero no lo consiguieron. Las observaciones de un estallido del cometa 17P / Holmes en 2017 comenzaron tarde, faltando varias horas de la fase de brillo inicial del evento. Durante el mismo año, las observaciones de otro estallido, este del cometa 29P/Schwassmann-Wachmann 1 (SW1) concluyeron temprano, debido a limitaciones en el tiempo de observación preprogramado. Y, mientras que las observaciones de la misión Deep Impact capturaron un estallido del cometa Tempel 1 con un detalle sin precedentes en 2005, el estallido no fue natural, sino que fue creado por el módulo impactador de la misión. Sin embargo, las observaciones actuales son las primeras en capturar la fase de disipación en su totalidad, asegura Farnham.
Se desvaneció dos semanas
Aunque Wirtanen se acercó más a la Tierra el 16 de diciembre de 2018, el estallido ocurrió antes, comenzando el 26 de septiembre. El brillo inicial del estallido se produjo en dos fases distintas, con un destello de una hora de duración seguido de una segunda etapa más gradual que continuó creciendo en brillo durante otras ocho horas. Esta segunda etapa probablemente fue causada por la propagación gradual del polvo del cometa provocado por el estallido, lo que hace que la nube de polvo refleje más luz solar en general. Después de alcanzar el brillo máximo, el cometa se desvaneció gradualmente durante un período de más de dos semanas. Debido a que TESS toma imágenes detalladas cada 30 minutos, el equipo pudo ver cada fase con exquisito detalle.
«Con 20 días de imágenes muy frecuentes, pudimos evaluar los cambios en el brillo muy fácilmente», dice Farnham. «No podemos predecir cuándo ocurrirán los estallidos de cometas. Pero incluso si de alguna manera tuviéramos la oportunidad de programar estas observaciones, no podríamos haberlo hecho mejor en términos de tiempo. El estallido ocurrió pocos días después de que comenzaran las observaciones», subraya.
Estela de polvo
Farnham y sus colegas también son los primeros en observar la estela de polvo de Wirtanen. A diferencia de la cola, el rocío de gas y polvo fino que sigue al cometa y crece a medida que este se acerca al Sol, la estela es un campo de escombros más grandes que traza la trayectoria orbital de la roca a medida que viaja alrededor del Sol. A diferencia de la cola, que cambia de dirección a medida que es arrastrada por el viento solar, la orientación de la estela se mantiene más o menos constante con el tiempo.
«La estela sigue más de cerca la órbita del cometa, mientras que la cola está más desplazada, ya que la presión de la radiación del Sol la empuja. Lo importante del recorrido es que contiene el material más grande», afirma Michael Kelley, coautor del trabajo de investigación. «El polvo de la cola es muy fino, muy parecido al humo. Pero el polvo de la estela es mucho más grande, más parecido a la arena y los guijarros. Creemos que los cometas pierden la mayor parte de su masa de esta forma. Cuando la Tierra se encuentra con la estela de polvo de un cometa, obtenemos lluvias de meteoritos».
Un millón de kilos
El equipo ha generado una estimación aproximada de cuánto material puede haber sido expulsado en el estallido (alrededor de un millón de kilos, lo que podría haber dejado un cráter de cerca de 20 metros de ancho).
Hay al menos otros cuatro cometas en la misma área del cielo donde TESS realizó estas observaciones y se esperan un total de 50 cometas en los primeros dos años. Según los autores, observar más cometas ayudará a determinar si el brillo de múltiples etapas es raro o común en sus arrebatos y, lo que es más importante, qué es lo que los provoca.

jueves, 28 de noviembre de 2019

EL COMETA HALLEY EN "LA AVENTURA DEL HOMBRE"

Nuestro constante colaborador Juan Manuel Biagi nos pasó el dato de Youtube: este capítula de "La aventura del hombre" en plena fiebre por la vuelta del cometa Halley en 1985. Los que peinamos canas recordamos la musiquita futurista que abría "el" programa  de documentales de la televisión argentina de los '80, antes de internet y cuando la información era valiosísima y difícil de encontrar. Es interesante pese al pésimo doblaje, el que traducía ni siquiera conocía el nombre de la nave de la ESA que estaba por llegar al Halley y parece decir "shuttle" en vez de "Giotto". En fin, a pesar de esas dificultades, nuestra generación devoraba los documentales y atesoraba la información. Hay varios puntos interesantes. En el minuto 7 se muestran instrumentos astronómicos de observación cometaria en el Museo de Greenwich (que ganas de ir!). En el minuto 11 hay una entrevista al "jefe del proyecto Giotto" en el que sostiene (y se escucha en inglés): "si los gases chocan con la parte anterior de la nave ésta explotará"... ¿y esto? Nunca había sabido de esa posibilidad.... hay que buscar. A continuación se muestra un avión norteamericano que recolectaba partículas de polvo cometario en la estratosfera. A partir del minuto 27 visitamos una tienda de telescopios londinense de nada menos que 200 años de antigüedad y luego el merchandising del Halley, sobre todo motorizado por la "Halley Society", un grupo de excéntricos ingleses. En fin, muy disfrutable. Una última pregunta: ¿a qué se refería el legendario Mario Grassi al final del programa con "7 colas adicionales"?

martes, 26 de noviembre de 2019

REVISTA "MUNDO COMETARIO" DE LA SECCIÓN COMETAS DE LA LIADA (Y UNA REFLEXIÓN SOBRE EL PASADO)

La revista "Mundo Cometario" es una publicación de la Sección Cometas de la Liga Iberoamericana de Astronomía. Por supuesto, recomendamos la lectura de los dos números que han sido editados. Pero también queremos reflexionar especialmente sobre el segundo, en el que se publican las curvas de luz de los cometas observados por miembros de la LIADA entre 2013 y 2019.
La lectura de la revista nos deja una sensación ambivalente. Primero, un gran orgullo al reconocer nuestras observaciones. Los años 2013 y 2014 fueron buenos años de observación, el 2015, no tanto. A partir de 2016 el nuevo telescopio del Observatorio de Oro Verde resultó casi completamente inútil para la observación de cometas. Y en 2018 nos fuimos de allí. La Sección Cometas de la Asociación Entrerriana de Astronomía fue una quijotada de un pequeño grupo que desde 2010 se ganó el respeto de la comunidad astronómica-cometaria. Prueba de ello es este propio blog, nacido en enero de 2014 con el ímpetu de la observación. Ahora no tenemos telescopio para la observación de cometas no brillantes en nuestra Sociedad Lunar Argentina, pero no nos resignamos. ¡Volveremos!
Decíamos sensación ambivalente, alegría por los logros pasados reconocidos en una revista de prestigio. Pero también una sensación de tristeza. La Sección Cometas de la AEA sólo fue para la directiva de la asociación un estorbo. Indiferencia por muchos años (cada dos años publicábamos la Memoria de lo hecho y ni siquiera fue subida a la web de la institución, cuando era la única publicación de la AEA), luego un sucederse de obstáculos a la observación que tratábamos de sortear de las maneras más imaginativas (observaciones furtivas incluidas) y luego directamente hostilidad hacia las observaciones y hacia la LIADA a la que reportábamos. Hasta que tuvimos que irnos de una asociación a la que hicimos significativas aportaciones que exceden lo astronómico.
Nos invade la melancolía por ese hermoso proyecto que fue la Sección Cometas de la AEA. Y también las ganas de volver pronto a la observación. Mientras tanto, compartimos nuestro orgullo por aparecer en la revista cometaria de la LIADA, que pueden descargar aquí:
https://rastreadoresdecometas.files.wordpress.com/2019/11/curvas-de-luz-de-cometas-perc3adodo-dic-2013-agosto-2019.pdf

lunes, 18 de noviembre de 2019

Hallan indicios de agua en el cometa Borisov



Un equipo de la NASA encuentra indicios de la presencia de agua en el cometa 2I/Borisov, el primer cometa interestelar conocido. De confirmarse esta teoría, estaríamos ante la primera vez que se detecta agua de otro sistema planetario dentro de nuestro sistema solar.
El cometa Borisov fue descubierto a finales de agosto de 2019 y, desde entonces, ha sido estudiado minuciosamente por los astrónomos, dado que a finales de diciembre se alejará de nuestro sistema solar. Entre otros datos, detectaron que expulsa a la superficie gas en forma de cianógeno, lo cual es común en los cometas y asteroides de nuestro sistema solar.
Sin embargo, el gran hallazgo lo encontró el equipo liderado por Adam McKay en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Maryland. En el Observatorio de Apache Point, situando en Nuevo México, usaron un instrumento que permite estudiar la luz reflejada por el cometa Borisov y encontraron grandes cantidades de oxígeno alrededor del cometa, posiblemente como resultado de que el hielo de agua se volviera o sublimara, de sólido a gas. Esto quiere decir que se calienta por su contacto con el sol.
Porque, como explica McKay, “si una molécula de agua se sublima de la superficie, se libera como vapor de agua. A partir de ahí, la luz ultravioleta del sol descompondrá la molécula en hidrógeno y oxígeno, que es lo que el equipo detectó”.
Un hallazgo que sugiere, a partir de los datos obtenidos, que el cometa está produciendo hasta 19 kilogramos de agua por segundo, lo cual indica que estamos ante una detección clara de átomos de oxígeno y, por tanto, el cometa contiene agua.
Anteriormente, se había detectado agua fuera del sistema solar en las atmósferas de los exoplanetas o en nebulosas formadoras de estrellas, pero nunca se había visto agua de otro sistema planetario tan cerca y, si se confirma, sería la primera vez en encontrar agua de otro sistema planetario.
Un hallazgo importante que abre el estudio a esa posible agua del cometa Borisov, dado que podría aportar datos sobre otros sistemas planetarios. Además, podría ayudar a conocer diferencias y similitudes con el sistema solar y a saber más sobre el origen del agua y la vida en la Tierra.
Fuente:

viernes, 25 de octubre de 2019

Más allá de Júpiter, los investigadores descubrieron una “cuna de cometas”



Los investigadores han descubierto una región más allá de Júpiter que actúa como una “puerta de entrada de cometas”, canalizando cuerpos helados desde el espacio profundo hacia el sistema solar interior, donde pueden convertirse en visitantes habituales del vecindario de la Tierra.
Se sabe que los cometas tienen mal genio. A medida que se precipitan desde los bordes exteriores de nuestro sistema solar, estos cuerpos helados comienzan a arrojar gas y polvo a medida que se aventuran más cerca del Sol. Sus estallidos luminosos pueden dar lugar a vistas espectaculares que adornan el cielo nocturno durante días, semanas o incluso meses.
Pero los cometas no nacen de esa manera, y su camino desde su ubicación de formación original hacia el sistema solar interno ha sido debatido durante mucho tiempo. Los cometas son de gran interés para los científicos planetarios porque es probable que sean los restos de material más vírgenes que quedan del nacimiento de nuestro sistema solar.
En un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters, un equipo de investigadores que incluye a Kathryn Volk y Walter Harris en el Laboratorio Lunar y Planetario de la Universidad de Arizona informan sobre el descubrimiento de una región orbital más allá de Júpiter que actúa como una “puerta de entrada del cometa”. Esta vía canaliza cuerpos helados llamados centauros de la región de los planetas gigantes (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) hacia el sistema solar interior, donde pueden convertirse en visitantes regulares del vecindario de la Tierra, hablando cósmicamente.
Aproximadamente con forma de rosquilla imaginaria que rodea el área, la puerta de entrada se descubrió como parte de una simulación de centauros, pequeños cuerpos helados que viajan en órbitas caóticas entre Júpiter y Neptuno.
Centauros: pícaros cuerpos helados en los senderos de Haphazard
Se cree que los centauros se originan en el cinturón de Kuiper, una región poblada por objetos helados más allá de Neptuno y que se extiende hasta aproximadamente 50 unidades astronómicas, o 50 veces la distancia promedio entre el sol y la Tierra. Los encuentros cercanos con Neptuno empujan a algunos de ellos hacia trayectorias internas, y se convierten en centauros, que actúan como la población fuente de los aproximadamente de unos 1000 cometas de corto período que se mueven alrededor del sistema solar interno. Estos cometas, también conocidos como cometas de la familia Júpiter, o JFC, incluyen cometas visitados por misiones de naves espaciales como Tempel 1 (Deep Impact), Wild 2 (Stardust) y 67P/Churyumov-Gerasimenko (Rosetta).
“La naturaleza caótica de sus órbitas oscurece los caminos exactos que estos centauros siguen para convertirse en JFC”, dijo Volk, coautor del artículo y científico asociado del personal que estudia los objetos del cinturón de Kuiper, la dinámica planetaria y los planetas fuera de nuestro sistema solar. “Esto hace que sea difícil determinar de dónde vinieron exactamente y hacia dónde podrían ir en el futuro”.
Empujados por los campos gravitacionales de varios planetas gigantes cercanos, Júpiter, Saturno y Neptuno, los centauros no tienden a quedarse, creando un vecindario de gran rotación, dijo Harris.
“Se mueven por unos pocos millones de años, tal vez unas pocas decenas de millones de años, pero ninguno de ellos estuvo allí ni siquiera cerca del momento en que se formó el sistema solar”, dijo.
“Sabemos de 300 centauros que podemos ver a través de telescopios, pero eso es solo la punta de un iceberg de aproximadamente 10 millones de tales objetos”, agregó Harris.
“La mayoría de los centauros que conocemos no fueron descubiertos hasta que los CCD estuvieron disponibles, además de que necesita la ayuda de una computadora para buscar estos objetos”, dijo Volk. “Pero hay un gran sesgo en las observaciones porque los objetos pequeños simplemente no son lo suficientemente brillantes como para ser detectados”.
Donde los cometas van a morir
Cada paso alrededor del Sol inflige más desgaste a un cometa hasta que finalmente se rompe, tiene un encuentro cercano con un planeta que lo expulsa del sistema solar interno, o sus volátiles, principalmente gas y agua, se agotan.
“A menudo, gran parte del polvo permanece y recubre la superficie, por lo que el cometa ya no se calienta mucho y queda inactivo”, dijo Harris.
Por algún mecanismo, un suministro constante de “cometas bebés” debe reemplazar a aquellos que han seguido su curso, “pero hasta ahora, no sabíamos de dónde venían”, agregó.
Para comprender mejor cómo los centauros se convierten en JFC, el equipo de investigación se centró en crear simulaciones por computadora que pudieran reproducir la órbita de 29P/Schwassmann-Wachmann 1, o SW1, un centauro descubierto en 1927.


Cometa 29P/Schwassmann-Wachmann-NASA’s Spitzer Space Telescope.
SW1 ha intrigado durante mucho tiempo a los astrónomos con su alta actividad y frecuentes explosiones explosivas a pesar del hecho de que está demasiado lejos del Sol para que el hielo de agua se derrita. Tanto su órbita como su actividad pusieron a SW1 en un punto medio evolutivo entre los otros centauros y los JFC, y el objetivo original de la investigación era explorar si las circunstancias actuales de SW1 eran consistentes con la progresión orbital de los otros centauros.
Para lograr esto, el equipo modeló la evolución de los cuerpos desde más allá de la órbita de Neptuno, a través de la región del planeta gigante y dentro de la órbita de Júpiter.
“Los resultados de nuestra simulación incluyeron varios hallazgos que alteran fundamentalmente nuestra comprensión de la evolución del cometa”, dijo Harris.
“De los nuevos centauros seguidos por la simulación, se encontró que más de uno de cada cinco ingresó a una órbita similar a la de SW1 en algún momento de su evolución”.
En otras palabras, a pesar de que SW1 parece ser el único gran centauro del puñado de objetos que actualmente se sabe que ocupan la “cuna de los cometas”, no es lo atípico que se pensaba, sino más bien ordinario para un centauro, según Harris
Además de la naturaleza común de la órbita de SW1, las simulaciones llevaron a un descubrimiento aún más sorprendente.
“Los centauros que pasan por esta región son la fuente de más de dos tercios de todos los cometas de la familia Júpiter”, dijo Harris, “haciendo de esta la puerta de entrada principal a través de la cual se producen estos cometas”.
“Históricamente, nuestra suposición ha sido que la región alrededor de Júpiter está bastante vacía, limpiada por la gravedad del planeta gigante, pero nuestros resultados nos enseñan que hay una región que se alimenta constantemente”, dice Volk.
Esta fuente constante de nuevos objetos puede ayudar a explicar la sorprendente tasa de impactos en el cuerpo helado con Júpiter, como el famoso evento Shoemaker-Levy 9 en 1994.
Un cometa digno de adoración
Basado en estimaciones y cálculos del número y tamaño de los objetos que ingresan, habitan y salen de la región de la puerta de enlace, el estudio predijo que debería sostener una población promedio de aproximadamente 1000 objetos de la familia Júpiter, no muy lejos de los 500 que los astrónomos han encontrado hasta ahora .
Los resultados también mostraron que la región de la puerta de enlace desencadena una transición rápida: una vez que un centauro ha entrado en ella, es muy probable que se convierta en un JFC dentro de unos pocos miles de años, un abrir y cerrar de ojos en los plazos del sistema solar.
Los cálculos sugieren que un objeto del tamaño de SW1 debería ingresar a la región cada 50000 años, por lo que es probable que SW1 sea el centauro más grande en comenzar esta transición en toda la historia humana registrada, sugieren Harris y Volk. De hecho, SW1 podría estar en camino de convertirse en un “super cometa” en unos pocos miles de años.
Comparable en tamaño y actividad hacia el cometa Hale-Bopp, uno de los cometas más brillantes del siglo 20, SW1 tiene una probabilidad del 70% de convertirse en lo que potencialmente podría ascender a los más espectaculares cometa la humanidad ha visto, los autores sugieren.
“Nuestros descendientes podrían estar viendo un cometa 10 a 100 veces más activo que el famoso cometa Halley”, dijo Harris, “excepto que SW1 regresaría cada seis a 10 años en lugar de cada 75”.
“Si hubiera habido un cometa tan brillante en los últimos 10000 años, lo sabríamos”, dijo Volk.
“Tomamos esto como una fuerte evidencia de que un evento similar no ha sucedido al menos desde entonces”, dijo Harris, “porque las civilizaciones antiguas no solo habrían registrado el cometa, ¡podrían haberlo adorado!”
El estudio fue escrito por Gal Sarid y Maria Womack, del Instituto Espacial de Florida y de la Universidad de Florida Central; Jordan Steckloff del Instituto de Ciencia Planetaria y la Universidad de Texas en Austin; y Laura Woodney de la Universidad Estatal de California.

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jueves, 24 de octubre de 2019

El cometa interestelar Borisov es "indistinguible" de los cometas del Sistema Solar


Por: Nola Taylor Redd

Traducción de:

Las observaciones terrestres del cometa interestelar 2I / Borisov muestran que se parece a los cometas del sistema solar.




Esta imagen compuesta de dos colores del cometa 2I / Borisov fue capturada por el telescopio Gemini North el 10 de septiembre de 2019. Observatorio Géminis / NSF / AURA

El visitante interestelar más nuevo del sistema solar, el cometa 2I / Borisov, parece notablemente familiar. Un nuevo estudio que caracteriza al cometa reveló detalles, como el tamaño de su núcleo y la distribución del gas, que tienen un parecido sorprendente con la población cometaria del sistema solar exterior.
A finales de agosto, el astrónomo aficionado Gennady Borisov observó un objeto que se movía por el cielo. Observaciones posteriores revelaron que la velocidad y la trayectoria del objeto indican un origen fuera del sistema solar. Ahora conocido oficialmente como Cometa 2I / Borisov (C / 2019 Q4), es el segundo intruso interestelar identificado por los astrónomos. El primer visitante interestelar se llama ‘Oumuamua (1I / 2017 U1), pero se parecía más a un asteroide que a un cometa. Con su difusa cola, Borisov tiene una apariencia más familiar.
"Hasta ahora, el cometa Borisov es indistinguible de los cometas observados en nuestro patio trasero, excepto por su órbita", dice Michał Drahus (Universidad Jagiellonian, Polonia). "Con sus propiedades familiares, [el cometa Borisov] nos dice que los cometas similares a los que conocemos de este sistema solar también se forman alrededor de otras estrellas".
Drahus trabajó con Piotr Guzik, también en Jagiellonian, para observar el objeto a principios de septiembre con el telescopio Gemini North de 8.2 metros en Hawai y el telescopio William Herschel de 4.2 metros en las Islas Canarias. El par de telescopios resultó ideal para estudiar a Borisov, ya que pueden observarse a bajas elevaciones mientras el cometa permanece cerca del horizonte. Drahus también señaló que los instrumentos están "extremadamente bien administrados", lo que permitió a sus técnicos responder rápidamente a la inesperada solicitud de observación emitida por los astrónomos.
“Notablemente similar”
Durante décadas, los astrónomos han buscado en el cielo cometas provenientes de fuera del sistema solar. En los primeros años violentos de la formación de planetas, una cantidad significativa de material debería ser expulsada del sistema en crecimiento. La mayoría del material expulsado probablemente comenzaría en las afueras del sistema, en objetos helados débilmente sostenidos por la gravedad de su estrella. A medida que los planetas jóvenes migran a diferentes órbitas, dispersarían este material, expulsando la mayor parte del sistema.
Sin embargo, durante décadas, los únicos cometas que observamos provienen de nuestro propio sistema. Luego, en 2017, los astrónomos de todo el mundo giraron su telescopio hacia el extraño objeto finalmente llamado Oumuamua, un nombre hawaiano que significa "mensajero de lejos que llega primero". A diferencia de Borisov, ‘Oumuamua no mostró signos obvios de actividad cometaria. Su apariencia desafió las expectativas de cómo deberían ser los visitantes interestelares.
La llegada de ‘Oumuamua hizo que los astrónomos revisaran sus expectativas sobre la frecuencia con la que los objetos extrasolares deberían visitar el sistema solar. Incluso con los números actualizados, los astrónomos no anticiparon al próximo visitante hasta después de 2022, el año que está programado el inicio del Gran telescopio de reconocimiento sinóptico (Large Synoptic Survey Telescope, LSST), un amplio telescopio de campo amplio que examinará todo el cielo cada tres días. Ciertamente, nadie esperaba un segundo visitante solo dos años después del primero.




El cometa Borisov es todo lo que Oumuamua no era. Mientras que el primer explorador parecía más un asteroide, con poca o ninguna actividad, Borisov tiene una cola difusa que lo marca como cometario. Debido a que está activo y se está acercando al Sol y a la Tierra, Borisov está brillando (actualmente en la magnitud 16) mientras ‘Oumuamua era tenue (nunca más brillante que aproximadamente magnitud 20). Lo más importante, si bien ‘Oumuamua solo se pudo estudiar durante unas pocas semanas antes de que se volviera demasiado débil para observar incluso con el telescopio espacial Hubble, el cometa Borisov será visible para los astrónomos durante meses, lo que permitirá observaciones más profundas.
Según las nuevas observaciones, el núcleo de Borisov tiene un radio de aproximadamente 1 kilómetro, un tamaño común para los cometas del sistema solar. El núcleo está dominado por polvo con rastros de gas. El material que expulsa viaja a velocidades similares a la expulsión de los cometas del sistema solar, lo que sugiere un proceso similar. Con todo, "parece notablemente similar a los cometas del sistema solar", dice Draghus.

Estudio futuro
El equipo de Guzik no es el único que está mirando electrónicamente al nuevo visitante. Los astrónomos de todo el mundo lo han estado observando y continuarán haciéndolo mientras sea visible. Muchas de esas observaciones se han publicado en el servidor de preimpresión arXiv, donde el artículo de Guzik se publicó originalmente a principios de septiembre antes de su publicación esta semana en la revista Nature Astronomy. Todas las observaciones sugieren que Borisov tiene un parecido sorprendente con sus parientes del sistema solar.



El telescopio espacial Hubble tomó esta imagen del cometa 2I / Borisov el 12 de octubre de 2019.NASA / ESA

"Nos complace ver presentaciones posteriores que confirman nuestros resultados iniciales y conclusiones", dice Drahus. A medida que Borisov avanza hacia su aproximación más cercana al Sol el 8 de diciembre, y su aproximación más cercana a la Tierra el 28 de diciembre, los astrónomos de todo el mundo, tanto aficionados como profesionales, estarán listos. Drahus y sus colegas planean continuar monitoreando al intruso para rastrear el brillo a medida que recibe cantidades crecientes de radiación solar. También esperan continuar investigando la composición del cometa. Como descartes de otros sistemas planetarios, ‘Oumuamua, Borisov y otros exploradores interestelares pueden revelar ideas sobre la era de la formación de planetas, proporcionando contexto para la historia de nuestro propio sistema solar. Si bien las propiedades inusuales de ‘Oumuamua sugieren que algunos sistemas jóvenes podrían ser muy diferentes del sistema solar, la similitud de Borisov nos asegura que otros sistemas son parecidos a los nuestros. "Parece que la población de objetos interestelares es más diversa de lo que pensábamos", dice Drahus.