martes, 14 de abril de 2015

LOS COMETAS EN LA ANTIGUA ROMA. EL COMETA DE JULIO CÉSAR

El gran cometa del año 44 a.c. es el ejemplo más claro de la manipulación política de la aparición de un cometa, uno de los cometas más importantes de la historia de la humanidad y la refutación de la idea de que los cometas solamente eran interpretados como señales ominosas. Nos referimos al cometa conocido como el “cometa de César”.
El 15 de marzo del 44 a.c. (los “idus de marzo”) caía asesinado el Dictador Perpetuo y se abría un peligroso período de inestabilidad política que terminaría en guerra civil entre su heredero universal por testamento, su sobrino nieto Octavio, y quien se consideraba su heredero político, Marco Antonio.
La situación en los momentos posteriores al asesinato fue incierta, pero todo cambió cuando se leyó el generoso testamento de César (después de todo la fortuna que legaba al pueblo se la había sacado antes, pues César estaba completamente arruinado cuando comenzó su carrera ascendente). Así lo narra Plutarco en la “Vida de César”:
“El Senado, después de haber publicado ciertas amnistías y convenios en favor de todos, decretó que a César se le reverenciara como a un dios y que no se hiciera ni la menor alteración en lo que había ordenado durante su mando. A los conjurados les distribuyó las provincias y les dispensó los honores correspondientes, de manera que todos creyeron haber tomado la república consistencia y haber tenido las alteraciones el término más próspero y feliz. Abrióse el testamento de César y se encontró que a cada uno de los ciudadanos romanos dejaba un legado de bastante entidad: con esto, y con haber visto el cadáver cuando lo pasaban por la plaza mutilado con tantas heridas, ya la muchedumbre no guardó orden ni concierto, sino que recogiendo por la plaza escaños, celosías y mesas, hizo una hoguera y poniendo sobre ella el cadáver lo quemó. Tomaron después tizones encendidos y fueron corriendo a dar fuego a las casas de los matadores. Otros recorrieron toda la ciudad en busca de éstos para echarles mano y hacerlos pedazos”.
La deificación decretada por el Senado tuvo una inesperada confirmación cuatro meses después, en julio de 44 a.c., mientras se celebraban los “ludi victoriae caesaris”, los juegos funerales en honor de quien había dado nombre al séptimo mes del año, apareció un cometa que permaneció visible (incluso durante el día) por una semana. El “sidus iulium” se convirtió en un potente símbolo, eficazmente aprovechado por su sucesor Octavio (el futuro Augusto) para cimentar el origen divino de su ascendiente Julio César, cuyos efectos lo alcanzaban como descendiente. Es interesante cómo Augusto manipuló el sentimiento popular hacia el cometa, tradicional signo de calamidades venideras, y lo transformó en el alma de César que se levaba a los cielos (no olvidemos que la noción más aceptada en Roma sobre los cometas los consideraba fuegos provenientes de la tierra). Así lo narra Suetonio en su “Los doce césares”:   
“Sucumbió a los cincuenta y seis años de edad, y fue colocado en el número de los dioses, no solamente por decreto, sino también por unánime sentir del pueblo, persuadido de su divinidad. Durante los juegos que había prometido celebrar, y que dio por él su heredero Augusto, apareció una estrella con cabellera, que se alzaba hacia la hora undécima y que brilló durante siete días consecutivos; creyose que era el alma de César recibida en el cielo, y ésta fue la razón de que se le representara con una estrella sobre la cabeza”.

Así, un cometa se transformó en un símbolo reconocible de la divinidad del fundador de la dinastía imperial, lo que se puede apreciar en monedas de la época:



Dos años después se comienza la construcción del templo dedicado al “divus Julius”, en el que César aparece junto con su símbolo cometario, como puede verse en monedas como ésta:



Una de las maravillas de Roma, a partir de la consagración del templo en el 29 a.c., fue contar con el único templo destinado a adorar un cometa. Así lo cuenta Plinio:

“Un cometa es objeto de culto en un solo lugar del mundo entero: en un templo de Roma. Fue considerado absolutamente propicio por el Divino Augusto en persona, ya que apareció cuando él iniciaba su reinado, durante los juegos que ofrecía a Venus Generadora, no mucho después de la muerte de César, su padre, en el colegio fundado por él. Precisamente manifestó su alegría en público en los siguientes términos: “en los mismos días de mis juegos se ha visto una estrella de cola durante siete días en la parte septentrional del cielo. Salía alrededor de la hora undécima del día y se divisó clara y perfectamente desde todas las tierras. Con esa estrella la gente creyó que se indicaba que el alma de César había sido admitida entre los númenes de los dioses inmortales y en nombre de ello se le añadió como distintivo a la cabeza de la estatua que poco después hemos consagrado en el foro”. Esto era lo que el dijo en publico, pero con complacencia interna consideró que aquella estrella había surgido para él y que era él quien surgía con ella. Y, si confesamos la verdad, fue beneficiosa para las naciones”.


El análisis de los extraordinarios registros cometarios que llevaban los antiguos chinos confirmó la veracidad histórica del “cometa de César”, que había sido observado en mayo del 44 a.c. (incluso fue más espectacular en China que en Roma). Los cálculos modernos fijan en 0.22 Unidades Astronómicas la distancia en el perihelio y una magnitud máxima de -4.

2 comentarios: