El
gran cometa de 1556 fue uno de los más espectaculares de la historia. Paso
bastante cerca de la Tierra (0.08 Unidades Astronómicas) y fue bastante
brillante (magnitud -2, más brillante que Sirio). Los observadores lo compararon
con Júpiter por su brillo y Marte por su color. Su espectacular cola hacía
pensar en “una antorcha agitada por el viento”. En el paradigma aristotélico
reinante, que veía a los cometas como fenómenos atmosféricos, fue un cometa muy
temido y se lo relacionó con los terremotos de Constantinopla y de Shaanxi, en
China, el más terrible de la historia con casi 900.000 muertos. Para la ciencia
de la época la relación cometas-terremotos era muy probable, en términos de
transferencia de calor entre el cercano cometa y las entrañas de la Tierra.
Según
reza la leyenda, un melancólico Carlos I de España y V de Alemania, meditando
sobre el futuro de la monarquía decidió abdicar (una decisión casi única en la
historia) y retirarse a la vida contemplativa en el monasterio de Yuste luego
de observar el cometa y tomarlo con un signo de cambios inminentes.
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