jueves, 23 de abril de 2015

COMETAS COMO ESPADAS

Este entrada, como tantas en este blog, se debe al libro de Carl Sagan “El cometa”, cuya lectura muy paulatina vengo cumpliendo desde hace tiempo, deteniéndome en alguna historia marginal, en algún dato curioso o en algún concepto erróneo (porque al maestro Sagan lo he criticado bastante, justo es decirlo).
Esta vez le tocó el turno a esta hermosa ilustración: “Esperando el fin del mundo”, de R. Jerome Hill, publicada en la revista “Harper’s Weekly” el 14 de mayo de 1910 en plena fiebre del Halley:


Las fotografías de los cometas son espectaculares y, sobre todo, han hecho un aporte gigantesco al estudio cometario. Pero parecen no haber logrado captar lo que ha sido el rasgo distintivo del cometa como potente signo (¿de qué?) en los cielos. Recordé la cita del Apocalipsis: “Y el tercer ángel tocó la trompeta y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha” y es realmente como parece apreciarse el cometa de la ilustración de Harper’s (o como se aprecia en el grabado de Durero que ilustra nuestra portada) o el de la siguiente ilustración de “Astronomie populaire” de Camille Flammarion:


Los libros de Flammarion poseen las más hermosas ilustraciones astronómicas que haya visto. Las ilustraciones tienen la ventaja de poder incluir información sugerentemente filosófica a una imagen y en eso Flammarion era un maestro, como lo prueba el grabado más enigmático de la historia de la astronomía (y que parece sugerir que hay un conocimiento de lo oculto que puede explicar lo visible):


Pero a poco de pensar sobre el asunto, me di cuenta que la fotografía puede generar imágenes perturbadoras de un cometa pendiente sobre nuestro mundo como una espada. Y no solamente pudo hacerlo en los cielos anteriores a la luz eléctrica, como lo muestra la fotografía que los lectores del blog ya conocerán, porque no me canso de incluirla:


Los fotógrafos de nuestra Asociación Entrerriana de Astronomía obtuvieron imágenes del C/2011 L4 Panstarrs en 2012 que son sumamente turbadoras y magníficas, tan sugerentes como las ilustraciones anteriores, como la siguiente de Germán Savor. Nuestro mundo rutinario amenazado brevemente por una presencia extraña:



   

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