Una de las más hermosas pinturas
cometarias se la debemos a un pintor muy poco conocido, el holandés Lieve
Versheier, quien retrató el Gran Cometa de 1680 (o Cometa Kirch), un sungrazer
espectacular que se vio a pleno día y fue uno de los primeros en ser observado
con un telescopio. En la pintura, sin embargo, lo vemos al amanecer (o al
anochecer) pendiendo sobre la ciudad de Rotterdam como un signo. Lo que hace única
a la pintura es la multitud que lo observa, sin temor sino con curiosidad. Hay
dos personas que tratan de medir el ángulo de la cola con un primitivo goniómetro,
el antecesor del sextante, llamado en castellano “Vara de Jacob”.
Es lo que
hacemos los astrónomos aficionados todavía en nuestros días con los cometas con
cola, dibujamos la cola en un atlas estelar y determinamos su ángulo de posición
con un transportador.
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