viernes, 7 de febrero de 2014

Séneca y los cometas

Es un lugar común burlarse de ciencia cometaria antigua. Nosotros la defendemos en lo que no está errada, que no es poco. En otros post nos ocuparemos de las exhaustivas descripciones de los cometas, fruto de extraordinarias capacidades de observación y de cielos sin contaminación lumínica. La gran falencia era la teoría. Se consideraba que los cometas eran fenómenos atmosféricos producidos por exhalaciones vaporosas de la tierra que entraban en combustión por la fuerza del viento. Pero esta teoría no era unánime. Ya el gran filósofo Séneca, fallido tutor de su asesino el emperador Nerón, afirmaba que todavía se sabía poco de los cometas:
“¿Por qué, pues, hemos de admirarnos si los cometas, esos raros espectáculos del mundo, no están reducidos aún a leyes fijas, y no se sepa de dónde vienen, ni dónde se detienen, siendo así que sus reapariciones no tienen lugar sino a inmensos intervalos? (…) Día llegará en que lo que es misterio para nosotros quede esclarecido por el trascurso de los años. No basta la vida de un hombre para tan grandes investigaciones, aunque la consagrase exclusivamente a la contemplación del cielo”.
Él consideraba, dentro de la opinión minoritaria, que eran astros de los que sabemos muy poco y hacía esta afirmación contraintuitiva:
Tienen naturalmente como los demás astros forma redonda, pero su luz se extiende a lo lejos. De la misma manera que el Sol lanza sus rayos a lo largo y a lo ancho, y presenta sin embargo diferente forma que sus oleadas luminosas, así también el cuerpo de los cometas es redondo, pero su luz se nos presenta más prolongada que la de las demás estrellas”.
Una deducción genial, porque sabemos que los núcleos son “bolas de nieve sucia” pero sólo los pudimos ver cuando la sonda Giotto se acercó en 1986 al cometa Halley.
Y las palabras que siguen han sido justamente citadas como un verdadero manifiesto sobre el método científico, desmintiendo el lugar común de que los romanos no sabían de ciencia:
“Muchos otros poderes, cercanos al supremo numen por su fuerza y naturaleza, nos son desconocidos, o tal vez, y esto es más admirable aún, escapan a nuestra vista a fuerza de deslumbrarla, bien porque sustancias tan tenues no son apreciables a los ojos de los hombres, bien porque su majestuosa santidad se oculta en profundo retiro para gobernar su imperio, es decir, a sí mismas, y no dejar acceso mas que al alma. Qué sea este ser sin el cual nada puede existir, lo ignoramos; ¿y nos admira no conocer mas que imperfectamente algunos puntos luminosos, cuando se nos oculta ese Dios que es la parte más principal del universo? ¡Cuántos animales no conocemos sino desde el siglo actual! ¡Cuántos otros no conocemos y conocerán nuestros descendientes! ¡Cuántas cosas están reservadas para las edades venideras, cuando no exista ni siquiera nuestra memoria! Cosa pequeña sería el mundo si no encerrase el gran misterio que todos deben investigar. Eleusis guarda secretos para los que vuelven a verla. Así también la naturaleza no se muestra completamente desde luego. Nos creernos iniciados, y estamos aún a las puertas del templo. No se muestran sus arcanos indistintamente y a todo mortal, sino que están recogidos y encerrados en el interior del santuario. Este siglo verá algunos, y otros se revelarán en la edad que nos reemplace. ¿Cuándo llegarán estas cosas a nuestro conocimiento?”
Las citas pertenecen al Libro Séptimo de las “Cuestiones Naturales”, una especie de manual de astronomía y meteorología antiguas, que puede consultarse en:

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cuestiones-naturales--0/html/ff0a3650-82b1-11df-acc7-002185ce6064_8.htm#8 

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