“Como por razones científicas la demora no podía
extenderse más allá de las 48 horas la última chance para no postergar el
experimento estaba fijada en la madrugada del 27 de diciembre. Por lo tanto, en
el atardecer del 26 se repitieron los pasos ya conocidos del 24 de diciembre
con paciencia y fe, aunque las previsiones meteorológicas no auguraban nada
bueno. En la isla estaba lloviendo permanentemente desde hacía una semana. A
las 23.03 de Papetee el avión argentina estaba en la cabecera 22 listo para
despegar, pero un amenazador semicírculo de cúmulus nimbus desaconsejó el
movimiento por algunos minutos. No obstante, había decisión de no fracasar en
esta ocasión final y radar mediante se pudo definir un estrecho corredor entre
las células convectivas para habilitar el decolaje con seguridad. Las ruedas
del TC-91 se escurrieron por la húmeda pista exactamente a las 23.06 de aquella
noche, más propicia para el descanso que para aventuras espaciales.
Tres horas después el B-707 volaba en el FL 410 y
estaba en condiciones de comenzar el primero de los dos circuitos de espera
programados. Aunque las informaciones recibidas a bordo desde los puestos
terrestres de observación indicaban su inoperabilidad por causas
meteorológicas, el Convair 990 de la NASA había podido decolar normalmente y
estaba próximo a la posición requerida para cumplir su tarea. Catorce minutos
después, el TC-91 abandonó el último circuito de espera y, con una velocidad de
navegación, rumbo y altura constantes se orientó hacia el Punto 8 de su
programa de vuelo… Esa posición debía ser alcanzada con toda precisión a las
02:32 hora local para coincidir con la inyección de bario y luego, haciendo la
corrida de observación, reunir la información sobre la experiencia”.
“Teniendo en cuenta las malas condiciones del tiempo
que existían sobre los observatorios terrestres, el Comodoro Valenzuela indicó
que se inyectase solamente la mitad del bario que había sido planeado
originariamente, ya que a escasos minutos del lanzamiento únicamente disponía
de dos observatorios aéreos: el aparato argentino y el aparato de la NASA”.
“Tal como había sido organizado a la hora señalada
del 27 de diciembre de 1984 el satélite IRM inyectó en el espacio 1.250 kgs. de
bario en forma automática y con absoluta normalidad. Mientras que el sonido de
radio era total en la red que participaba en el experimento, los científicos
observaban el fenómeno producido por la nube de bario en sus monitores TV,
reflejando la ansiedad en sus rostros ajados por la vigilia y la fatiga de los
días anteriores. A los cuatro minutos de formarse el primer cometa artificial
creado por el hombre se formó una segunda cola, que arrastró gran parte de los
iones y los llevó en otra dirección”.
“Como se empleó la mitad de la carga de bario, sólo
se pudo observar y filmar el acontecimiento alrededor de 15 minutos. Los
contenedores restantes que aun retiene el satélite se destinarán a la formación
de un nuevo cometa artificial en 1985, también en el hemisferio sur, con lo
cual finalizará este tramo del proyecto AMPTE a partir de satélites. Cumplida
la tarea que tanta incertidumbre había causado a todos quienes participaron de
la experiencia, el vuelo se completó en un clima muy diferente”.
Fuente: Rubén Oscar Palazzi: “El primer cometa
artificial” en “Aeroespacio” nº 444/marzo-abril 1985.
El nuevo cometa artificial de bario se formó el 18 de
julio de 1985, también con activa participación argentina.
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