“Il ciocco” es una poema
del poeta italiano Giovanni Pascoli, del cual hemos ya presentado algunas
traducciones en este blog (http://cometasentrerios.blogspot.com.ar/2014/09/la-oda-al-cometa-halley-de-giovanni.html,
http://cometasentrerios.blogspot.com.ar/2016/05/x-agosto-de-giovanni-pascoli-meteoros.html
).
Este poema, cuyo título en
castellano sería “El hormiguero”, refleja la sensación que casi todas las
personas experimentan frente al conocimiento de las distancias siderales: el
sentimiento de pequeñez de lo humano frente al Universo, al que se lo percibe
completamente indiferente a nosotros. El poeta escucha de unos campesinos el
relato de cómo quemaron un hormiguero y compara su indiferencia para con las
hormigas con la del Universo para con nosotros. La descripción astronómica,
siguiendo al famoso astrónomo francés Camile Flamarion, conserva siempre ese
sentido de magnífica soledad indiferente. Así refiere el paso de un cometa,
portador de la destrucción (y aquí se nota la influencia del Carl Sagan de
principios del siglo XX):
“Y su camino cruzó el
camino
de un mundo roto, y en el camino ardía,
como brillante nube de fuego,
la pólvora de su largo pasaje.
Pero nadie sabe de dónde viene, y cuantos
lejanos espacios ha recorrido el carro
que sin auriga ahora reluce
pasando dañado por las vías del Sol.
Ni nadie sabe qué transportó alrededor
de un desconocido astro de vida,
quizás entonces sobre él cantaban
tranquilos sus moradores;
cuando golpeó, se fragmentó, corrió
en humo y llamas por los etéreos cauces,
precipitandose contra nuestro Sol,
derramando su tesoro lejano:
estrellas, que se enciende un momento y luego se apagan,
regando el cielo con un pensamiento de luz”.
de un mundo roto, y en el camino ardía,
como brillante nube de fuego,
la pólvora de su largo pasaje.
Pero nadie sabe de dónde viene, y cuantos
lejanos espacios ha recorrido el carro
que sin auriga ahora reluce
pasando dañado por las vías del Sol.
Ni nadie sabe qué transportó alrededor
de un desconocido astro de vida,
quizás entonces sobre él cantaban
tranquilos sus moradores;
cuando golpeó, se fragmentó, corrió
en humo y llamas por los etéreos cauces,
precipitandose contra nuestro Sol,
derramando su tesoro lejano:
estrellas, que se enciende un momento y luego se apagan,
regando el cielo con un pensamiento de luz”.
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