viernes, 9 de febrero de 2018

EL COMETA HALLEY EN ARGENTINA. 1910

En una vieja entrada, de enero de 2014, recorríamos a grandes rasgos la galería de temores que los cometas han inspirado a la humanidad. No queríamos caer en la clásica condena de la superstición en nombre del moderno espíritu científico, sino tratar de comprender la causa de ese temor, que en nuestro siglo pueden parecer irracionales pero no lo eran para la ciencia de siglos anteriores.
En esa entrada decíamos:
“Para el tan esperado retorno del cometa Halley en 1910 los temores parecían haberse disipado, pero seguían latentes. Meses antes de la fecha de su máximo acercamiento a la tierra, distintos observatorios informaron que el análisis espectográfico de la luz reflejada por los cometas mostraba que entre los gases que formaban la cola se encontraba el gas cianógeno, un veneno letal relacionado con el cianuro. A partir de esa afirmación, algunos astrónomos sostuvieron que si la Tierra atravesara la cola de un cometa el cianógeno aniquilaría todo rastro de vida. El más famoso de ellos era Camile Flammarion, astrónomo y divulgador muy reconocido, cuya fama solo puede compararse con la que en nuestra época tuvo Carl Sagan. Lo cierto es que estudios posteriores determinaron que el gas estaba tan diluido que era perfectamente inocuo, pero no todos leen las desmentidas de las noticias sensacionales. Hoy vemos a muchos cometas brillando verdes en las astrofotografías, por la reacción del cianógeno con la luz solar. Cuando las tapas de los principales diarios del mundo anunciaron que la Tierra atravesaría la cola del cometa Halley el 18 de mayo de 1910, todos recordaron las admoniciones de Flammarion y corrieron a conseguir las máscaras antigás y las píldoras anti-cometa que comerciantes inescrupulosos vendían. Pero el mundo siguió su curso”.
El fatídico día para que la Tierra pasara por la cola supuestamente venenosa del Halley era el 18 de mayo de 1910. El lector argentino se percatara de la cercanía con una fecha trascendental. El 25 de mayo de 1910 nuestro país celebraría el Centenario de la Revolución del 25 de Mayo de 1810, el comienzo de nuestra independencia.
Como dijimos, es fácil burlarse a la distancia, pero debemos dimensionar las palabras del astrónomo más conocido de la época anunciando un hecho probable desde el punto de vista astronómico. Las historias de suicidios frecuentes ante el evento cometario suelen ser minimizadas por los libros de divulgación astronómica.
¿Qué pasó en la Argentina del Centenario?
“Vea por cinco centavos al cometa de Halley. Conozca la causa de su muerte”, pregonaba un curioso cartel a pocas cuadras de la Plaza de Mayo, colocado por un buscavida devenido astrónomo callejero sacando unos pesos con un improvisado telescopio, según Daniel Balmaceda (Historias insólitas de la historia argentina,Editorial Norma, Bs.As., 2008, págs..210 y siguientes). Y “Se llenó de plata. También hizo su negocio a señora Julia V., de la calle Sarandí al 200, “célebre sonámbula y espiritista”, según indicaba el aviso que publicó. Doña Julia aseguraba que nadie moriría envenenado por los gases del coludo, pero los predestinados a dejar este mundo debían visitarla, ya que ella iba a encargarse de salvarlos mediante “un simple método curativo psicológico”. La calle Sarandí se pobló de incautos” (pag.211).
Don Francisco Tulio Míguez vio el negocio de los bunkers. “Las casas de Míguez se hallaban en el partido de San Martín, en el conurbano bonaerense, a corta distancia de la estación de tren. Estaban bajo tierra y disponían de cuatro ventanitas, casi a ras del piso, que permitían espiar hacia los cuatro puntos cardinales para ver cómo se acababa el mundo. En esos refugios de dos ambientes-eran dos cuartos de ocho metros cuadrados cada uno, sin baño-cinco personas podían permanecer setenta y dos horas, gracias a unos tubos de oxígeno. Míguez construyó tres bunkers, pero solo puso a la venta dos, y se los compraron. El tercero se lo reservó para él y sus padres” (pág.211).
No era para menos, si el propio director del Observatorio de La Plata, el italiano Francesco Porro de Somenzi, aseguraba que Flammarion estaba en lo cierto.
Lo que más impresiona la dimensión de la tragedia que, al menos en Argentina, pero seguramente en todo el mundo, generó la errada profecía de Flammarion. El número de suicidios entre el 1 de enero y el 18 de mayo de 1910 fue 437, altísimo para la época y la población de nuestro país, lo que prueba la histeria suicida. Además Balmaceda nos cuenta varios casos, con nombre y apellido, como el de Elvira de 20 años, que había concedido “esa prueba de amor que usted tanto me había rogado” y que sabe “que no tendré el valor para enfrentar el juicio final que se anuncia. Tengo miedo de confesar a mi Dios mi falta” (pág.208) o el del matrimonio Julián y Magdalena Sabarots, que se suicidaron tres días después de casarse: “Habían decidido ser marido y mujer antes de que llegara el fin del mundo. Pero no soportaban la idea de morir asfixiados por los gases del cometa”(pág.212). Hubieran esperado un poco…
Mas sobre Flammarion y los cometas:
http://cometasentrerios.blogspot.com.ar/2014/07/el-fin-del-mundo-de-camille-flammarion.html

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