Una composición de 134
imágenes del objeto interestelar 3I/ATLAS en su perihelio, tomadas por el
satélite WFI3 de la misión PUNCH el 29 de octubre de 2025. (Crédito: kwalsh4a,
Marshall Eubanks)
La aceleración no
gravitacional se midió a una distancia del perihelio de 1,36 veces la distancia
entre la Tierra y el Sol (definida como una unidad astronómica o UA),
equivalente a 203 millones de kilómetros. Presentaba dos componentes en el
plano orbital de 3I/ATLAS:
Una aceleración radial
alejándose del Sol de 135 kilómetros (9 × 10⁻⁷ ua) por día al cuadrado.
Una aceleración transversal con respecto a la
dirección del Sol de 60 kilómetros (4 × 10⁻⁷ ua) por día al cuadrado.
Si 3I/ATLAS se propulsa
mediante el efecto cohete del gas eyectado, la conservación del momento implica
que el objeto perdería la mitad de su masa en un tiempo característico igual a
la velocidad de eyección dividida por la aceleración no gravitacional medida.
Para una velocidad de eyección térmica de unos cientos de metros por segundo,
la vida media de evaporación de 3I/ATLAS es de 6 meses. Esto implica que,
durante el mes que tarda 3I/ATLAS en recorrer una distancia del orden de su
perihelio respecto al Sol, perdería aproximadamente una décima parte de su
masa. Una pérdida de masa tan considerable debería ser detectable en forma de
una gran columna de gas alrededor de 3I/ATLAS durante los próximos meses de
noviembre y diciembre de 2025. La sonda Juice de la ESA sería la primera en
detectar esta gran pérdida de masa en la primera semana de noviembre.
Posteriormente, el 19 de diciembre de 2025, 3I/ATLAS alcanzará su punto más
cercano a la Tierra, a una distancia de 269 millones de kilómetros, momento en
el que cientos de telescopios terrestres, así como los telescopios espaciales
Hubble y Webb, tendrán la mejor oportunidad para observarlo. Con estos datos,
debería ser evidente si 3I/ATLAS perdió una décima parte de su masa por
sublimación de hielos volátiles al ser calentado por la intensa luz solar en el
perihelio. La evaporación masiva de 3I/ATLAS podría explicar su inusual aumento
de brillo, según un nuevo estudio basado en observaciones de 3I/ATLAS
realizadas con los instrumentos STEREO, SOHO y GOES-19 durante septiembre y
octubre de 2025. Los datos muestran un rápido incremento en el brillo de
3I/ATLAS, inversamente proporcional a la distancia al Sol elevada a la potencia
de -7,5 (±1).
Como alternativa, la
aceleración no gravitacional podría ser la señal de un motor interno. Esto
también explicaría el informe que indica que 3I/ATLAS se está volviendo más
azul que el Sol. Para un cometa natural, este color azul es muy sorprendente.
Se espera que el polvo enrojezca la luz solar dispersa, y se estima que la
superficie de 3I/ATLAS es aproximadamente 20 veces más fría que los 5800 grados
Kelvin de la fotosfera solar, lo que explicaría su color más rojizo. La
apariencia azulada en el perihelio es la novena anomalía en la lista de
propiedades inesperadas de 3I/ATLAS. Podría explicarse por un motor caliente o
una fuente de luz artificial. Sin embargo, también podría tratarse de la señal
de monóxido de carbono ionizado propia de un cometa natural.
El nivel de aceleración
no gravitacional observado corresponde a una modesta desviación espacial del
orden de diez veces el radio de la Tierra durante un mes, insuficiente para que
3I/ATLAS se acerque significativamente a cualquier planeta del Sistema Solar de
su trayectoria gravitacional original.
Esto nos lleva a una
anécdota de otro evento que tuvo lugar hoy. Como director del Instituto de
Teoría y Computación de Harvard, organizo todos los jueves un almuerzo al que
asisten más de cien astrofísicos. El evento incluye cuatro presentaciones sobre
los últimos avances en astrofísica. Una de las presentaciones de hoy se centró
en la discrepancia entre la tasa de expansión actual del Universo y el valor
esperado según la radiación cósmica de fondo de microondas, la radiación
residual de la materia caliente y densa de los primeros 400.000 años de la
historia cósmica tras el Big Bang. Parece muy difícil explicar esta anomalía en
los datos mediante un modelo teórico elegante. Al concluir la presentación, que
demostró, sin lugar a dudas, que la discrepancia es real, les hice notar a los
jóvenes teóricos presentes: «Es una mala práctica profesional para los
astrofísicos teóricos concluir que los datos son erróneos solo porque carecen
de una explicación teórica». Huelga decir que esta misma lección se aplica a las
anomalías de 3I/ATLAS.

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