La trayectoria aparente de 3I/ATLAS en el cielo terrestre. (Crédito: Wikimedia)
Esta
mañana, el periódico londinense THE TIMES publicó un excelente artículo sobre
mi perspectiva abierta sobre la naturaleza del nuevo objeto interestelar
3I/ATLAS, así como una entrevista en video. El periodista me escribió que había pasado
media hora contándoles la historia a sus hijos. "Quedaron
fascinados", escribió.
En
una entrevista de radio posterior, me pregunté: "¿Seré más feliz si los
datos futuros sobre 3I/ATLAS en los próximos meses muestran que es un cometa
natural en lugar de una nave espacial?". Mi respuesta fue: "Sí, me
aliviaría saber que es una roca helada, porque en ese caso, la humanidad no
correría ningún riesgo". Pero en otra sesión de preguntas y respuestas por
Zoom con más de cien personas de alto poder adquisitivo, me preguntaron por qué
deberían invertir en mi investigación. Expliqué que un encuentro con tecnología
extraterrestre podría traer grandes beneficios financieros si accedemos a
tecnologías futuras que nos llevará mucho tiempo desarrollar por nuestra
cuenta. Además, tal descubrimiento podría inspirarnos a alcanzar el espacio
interestelar, mucho más allá de nuestros planes actuales de viaje a la Luna y
Marte. Finalmente, establecer un sistema de alerta de monitores e interceptores
alrededor del Sol protegería a la Tierra de una amenaza global por tecnología
extraterrestre y nos informaría sobre qué más nos espera más allá de nuestro
horizonte actual.
En
una grabación de podcast posterior, aclaré que no soy ingenuo y, por lo tanto,
comprendo que nuestros sistemas financieros o políticos solo responderán
seriamente a una amenaza potencial de este tipo después de nuestro primer
encuentro con tecnología extraterrestre. Para estar al tanto de dicho
encuentro, debemos estudiar cada una de las docenas de objetos interestelares
que descubrirá el nuevo Observatorio Rubin de la NSF-DOE en la próxima década
utilizando los mejores telescopios a nuestra disposición. El descubrimiento de
un artefacto extraterrestre redefiniría nuestras prioridades para explorar el
espacio más allá de la Tierra en lugar de centrarnos únicamente en los
conflictos terrestres. La humanidad necesita desesperadamente una llamada de
atención. Con esa perspectiva en mente, ¿sería mejor que 3I/ATLAS fuera una
nave espacial?
La
complacencia con las ideas tradicionales es enemiga de la curiosidad
científica. La mayor amenaza para la astroarqueología —una nueva frontera de
investigación en la búsqueda de artefactos interestelares— es la insistencia en
que todos los objetos interestelares son rocas. Si los arqueólogos estuvieran
convencidos de que excavar profundamente solo descubriría rocas, nunca habrían
invertido tiempo ni recursos en la búsqueda de artefactos. La segunda mayor
amenaza para el descubrimiento podría ser que los artefactos son demasiado
escasos en el espacio interestelar como para que podamos encontrarlos. La única
manera de determinar su rareza es buscándolos. Su escasez fuera de la Tierra podría
compensarse con su misión de visitar las regiones habitables alrededor de
estrellas como el Sol. Nuestra búsqueda podría ser mucho más eficiente si
desplegáramos grandes telescopios con un volumen de estudio superior al del
Observatorio Rubin. Siempre debemos tener presente la posibilidad de un Caballo
de Troya que, desde fuera, parece una roca, pero que alberga tecnologías
sofisticadas en su interior. La forma de desentrañar su naturaleza sería
detectar el calor o las señales artificiales emitidas por su motor o detectar
maniobras inusuales.
Dado
que en los últimos siglos nunca se ha documentado el riesgo de tecnologías
extraterrestres, cabe preguntarse si podemos asumir que el riesgo debe ser bajo
anualmente. Este argumento pierde validez si una visita es provocada por
nuestros últimos avances tecnológicos que atraen la atención extraterrestre.
La
falta de curiosidad por los objetos interestelares mantendría nuestra
ignorancia sobre la frecuencia de los sobrevuelos tecnológicos, de la misma
manera que las vacas que pastan desconocen los satélites de comunicaciones que
sobrevuelan sus cabezas. Una actitud indiferente cumple la función de
anteojeras que restringen la visión periférica de los caballos, impidiéndoles
percibir eventos fuera de los límites del camino que se supone que deben
seguir. Las anteojeras mantienen a los caballos tranquilos y concentrados, pero
también ignorantes de su entorno más amplio.
En
los últimos días, recibí muchos mensajes que sugerían que la consideración de
3I/ATLAS como una posible tecnología extraterrestre inspira al público. Se
supone que la ciencia atrae al público porque se financia con impuestos. Sin
embargo, cuando el debate sobre 3I/ATLAS se volvió viral, varios de mis colegas
optaron por echar un jarro de agua fría al interés público, argumentando,
basándose en datos muy preliminares, que 3I/ATLAS debe ser un cometa. Lo cierto
es que la ciencia es un trabajo en progreso, donde se deben considerar
múltiples interpretaciones para motivar la recopilación de datos. Insistir en
que 3I/ATLAS debe ser un cometa es imprudente porque no presenta cola cometaria
y su trayectoria está ajustada para alinearse con el plano orbital de los
planetas alrededor del Sol. Hasta ahora, el resplandor de la luz delante del
3I/ATLAS puede mantenerse durante seis meses mediante la ablación de una capa
de polvo de un milímetro de espesor en la superficie de un objeto de 20
kilómetros.
La
semana pasada, contraté a cuatro nuevos investigadores postdoctorales, todos
entusiasmados por unirse al Proyecto Galileo en la búsqueda de artefactos
extraterrestres cerca de la Tierra. La única manera de animar a los científicos
noveles a innovar es permitiéndoles explorar ideas fuera de lo común. Los
grandes descubrimientos son, por definición, inesperados.
Dados
los datos más recientes sobre el 3I/ATLAS, lo clasifico hasta el momento como
un 4 en la Escala de Loeb de amenazas tecnológicas interestelares, que oscila
entre 0 y 10. Tener un 40 % de probabilidad de accidente al cruzar la calle es
un argumento a favor de mantener la vista atenta y vigilar la aproximación de
un coche.
Por
supuesto, el 3I/ATLAS podría ser un cometa inusualmente grande en una
trayectoria inusual. Pero dada la escasez de grandes cometas interestelares,
vale la pena recopilar la mayor cantidad de datos posible sobre ellos a medida
que se acercan al Sol. Nuestras naves espaciales tardarían miles de millones de
años en llegar a las estrellas de origen de los objetos interestelares. Su
llegada nos ahorra la necesidad de realizar este largo viaje.
La
astroarqueología no considera que todos los objetos interestelares cercanos a
la Tierra sean de origen extraterrestre, pero sí exige que evaluemos cada
objeto interestelar cercano a la Tierra para determinar su potencial origen. La
ciencia nos ofrece la mejor manera de satisfacer nuestra curiosidad mediante la
recopilación de datos. La investigación abierta sobre un tema que atrae al
público es la mejor manera de que los científicos sigan siendo relevantes para
la sociedad.
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