Todos
sabemos que la gran prueba de la ley de gravedad fue la determinación de la
órbita del cometa Halley, calculada por éste en base a la teoría newtoniana.
Menos sabido es el papel trascendente que le otorgaba en su visión religiosa
del universo, nada menos que fecundadores y destructores de nuestro mundo.
En
su obra más famosa, “Philosophia Naturalis Principia Mathematica”, sostenía que
las estrellas iban perdiendo con los siglos su fuerza al emitir luz y vapor (sólo
hace pocos años sabemos cual es la fuente de energía del Sol) y que la
consecuencia del carácter elíptico de las órbitas cometarias era que los
cometas terminarían acercándose tanto al Sol que terminarían impactando con el
mismo. Esos impactos les darían nueva energía y serían la fuerza que mantendría
eternas a las estrellas. A su vez, cada paso de un cometa por las cercanías de
nuestro planeta permitiría que la humedad presente en sus colas se depositara
en la superficie y reemplazara los “fluidos vegetales” que se perdían con cada
ciclo de la vegetación. Hay pasajes en los “Principia” en el que la humedad de
las colas cometarias es entendida como “el Espíritu sutil que transforma los
sólidos en fluidos” (recordemos la formación alquímica de Newton).
El
papel de los cometas en la metafísica newtoniana era el de proveedores de
humedad vital, una curiosa anticipación de nuestra moderna búsqueda del agua
primordial en ellos.
Pero
los cometas también serían el instrumento de Dios para nuestra destrucción. Según
el amigo de Newton, John Conduit, en sus “Memorias de Sir Isaac Newton”, la
teoría de que los impactos cometarios renovaban a las estrellas tenía para
Newton un carácter apocalíptico. Halley había calculado mal la órbita del
cometa de 1680-como dijimos en una entrada anterior: http://www.cometasentrerios.blogspot.com.ar/2015/10/el-cometa-halley-durante-el-reinado-de.html
y
el consenso científico de la época es que retornaba cada 500 años. Según
Newton, quedaban apenas 5 o 6 pasos del cometa por el perihelio antes de
impactar en el Sol, renovando su energía pero destruyendo todo ser vivo en nuestro
planeta. Los cometas, según Newton, serían los emisarios de la voluntad divina
que terminarían con nuestro mundo por el fuego, como tantas cosmogonías y
escuelas filosóficas auguraban. Sabida es la rivalidad del sabio inglés con el
científico y filósofo alemán Gottfried Leibnitz, que se vio claramente en la
disputa por la paternidad del cálculo infinitesimal. Pero también eran dos
concepciones sobre el universo: Leibnitz pensaba que el mundo que “funcionaba”
por si mismo y para siempre, sin ningún final apocalíptico, para Newton el
“sistema del mundo” requería la activa participación de Dios. Tendemos a
olvidar esta concepción newtoniana porque, paradójicamente la física de Newton
permitió creer en un universo inmutable funcionando como un reloj eterno, pero
esa no era la concepción de Newton.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario