El 2 de junio de
1858 el astrónomo italiano Giovanni Battista Donati descubrió el cometa que
lleva su nombre, uno de los grandes cometas del siglo XIX. Si uno realiza una
búsqueda en Google Books de libros relativos a este cometa puede disfrutar,
entre tantos otros, de “An account of Donati’s comet of 1858” , un opúsculo de George
Bond, resumen del material aparecido en la revista inglesa “Mathematical
Monthly”.
El libro es muy
interesante en dos aspectos. El primero de ellos es que encontramos un resumen
del conocimiento cometario de la época. En 1858 se consideraba que los cometas
estaban (la traducción es siempre nuestra) “compuestos principalmente, y en
muchos casos totalmente, de una tenue sustancia gaseosa o nebulosa, dotada de
propiedades tan extraordinarias que prácticamente la hacen distinta de la
materia, en el sentido ordinario del término” (pág.1). No se conocía el
carácter gaseoso de la coma, que comenzará a develarse con la aplicación de la
espectroscopía, por el propio Donati en 1864. Tampoco se sabía como era el
núcleo y ni siquiera se sabía con certeza si todos los cometas lo tenían:
“Todos los cometas presentan una condensación interna. Muchos tienen un pequeño
punto estelar llamado núcleo” (hoy sabemos que no podemos observar el núcleo
sino la parte más condensada de la coma) “que ocupa la posición de máxima
densidad. En otros, esta característica está ausente” (pág.2).
El segundo
aspecto interesante es la constatación de dos misterios para la ciencia
astronómica de la época, para uno de ellos sabemos hoy la respuesta, para el
otro podemos sólo adivinarla.
El libro es un
informe detallado de cómo el Cometa Donati se va haciendo más brillante y
grande y luego empieza a desarrollar su cola. Pero el 25 de septiembre de 1858
los observadores constatan asombrados dos características extrañas y que
consideran relacionadas.
La primera de
ellas es la emisión de un “rayo” de luz muy tenue que no sigue la curva de la
cola “propiamente dicha” sino una línea recta opuesta al Sol, lo que hoy
sabemos es la cola de gas ionizado.
A partir del 25
de septiembre de 1858 los astrónomos pudieron observar como estos “envoltorios
del núcleo”, que hoy sabemos serían capas de la coma cercana al núcleo, se
formaban y eran eyectados por “la influencia de la luz y el calor del Sol, o
posiblemente por alguna emanación desconocida de la misma fuente” (pág.14), que
sería responsable también por los “rayos” rectos en dirección contraria al Sol.
Los astrónomos no conocían la existencia del llamado “viento solar”, que sería
descubierto en 1951, pero presentían la existencia de una fuerza cuyo cómputo
les faltaba.
En los grabados
de la época se ven perfectamente las misteriosas “capas” expulsadas por el
Donati:
Estas capas
surgían a intervalos promedios de 4 días, pero sin una regularidad clara. Entre
el 2 y el 20 de octubre se observaron 4: una el 4, otra entre el 8 y el 9, otra
el 15 y la última el 20.
Como dijimos
antes, la astronomía no conocía la acción del viento solar y mucho menos la
rotación del núcleo. La explicación que se ha dado tiene que ver precisamente
con la rotación del núcleo y la exposición al Sol: “La explicación más
inmediata es que un trozo de superficie helada queda expuesta a la luz solar y
se evapora explosivamente; la rotación del cometa puede exponer
consecutivamente esta superficie a la noche y al día y cada rotación genera
nuevas comas en la cara dirigida al Sol” (“El Cometa”, de Carl Sagan, pág.190).
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