Clementina fue la primera computadora científica argentina.
Una serie de datos históricos nos muestran la revolución paradigmática que se
dio en vida de nuestros padres. Era una computador modelo Mercury de la
compañía inglesa Ferranti que llegó a la Argentina en barco en diciembre de 1960 para la Facultad de Ciencias
Exactas de la Universidad
de Buenos Aires. Había sido comprada en 1958 y recién empezó a funcionar en
1961. Tenía un frente de 18
metros , hubo que hacer una sala especial para albergarla
y tuvieron que venir expertos ingleses (todavía los estadounidenses estaban por
detrás) encabezados por Cicely Popplewell, colaboradora de Alan Turing.
Clementina,
así llamada porque “traía incorporada” la popular melodía “Oh my darling
Clementine”, fue fundamental en los inicios de la computación argentina con la
fundación del Instituto de Cálculo de la
UBA , que funcionó como una incubadora de proyectos de cálculo
científico: el censo de población de 1960, la frecuencia de los semáforos en la Avenida Santa Fe de Buenos
Aires, la traducción automática del ruso (¿por qué el ruso?). Por supuesto, la
interfaz eran cintas perforadas y la velocidad no era la de ahora sino la que
permitían sus 5.000 válvulas de vidrio.
El
proyecto que nos ocupa fue el cálculo de la órbita del cometa Halley. Hoy no
necesitamos más que unos clicks en la web del Minor Planet Center para tener
los datos orbitales de cualquier cometa, pero aún después del perihelio de
1910, se necesitaban dosis masivas de cálculo para poder determinar cuando
retornaría el 1P en 1986. Las observaciones que se realizaron en 1910 desde el
Observatorio de Córdoba, como parte de la campaña mundial de seguimiento, fueron de gran utilidad para predecir la vuelta del Halley. Había que
tener en cuenta la acción gravitatoria de todos los planetas. La tarea hercúlea
la realizó un humano, no una computadora, fue Jorge Bobone (del Observatorio de
Córdoba). Fue un trabajo de años que se inició en 1942. Clementina lo realizó,
trabajando 24 horas al día varios meses, en 1966. ¡Y prácticamente confirmó los
cálculos de Bobone! Bobone había pasado de sus últimos diez años realizando los
cálculos con una calculadora electromecánica de bolsillo.
Quien estuvo a cargo de volcar
los cálculos de Bobone a Clementina fue el Ingeniero Pedro Elias Zadunaisky, un
pionero a nivel mundial de la computación aplicada a la astronomía y en
especial al cálculo de órbitas. Este ingeniero argentino estuvo a cargo del
cálculo de la órbita del primer satélite norteamericano “Explorer I” a través
de la creación de un programa específico.
La experiencia con el
cálculo de las órbitas de satélites fue una experiencia valiosa, porque
Zadunaisky aplicó al cálculo de la órbita del Halley los conocimientos
obtenidos del análisis de la presión del viento solar sobre la superficie de
plástico dorado del satélite Eco I, una gran esfera de 30 metros de diámetro.
Los cálculos de
Clementina fueron pioneros y los más exactos hasta las astrometrías de las
sondas soviéticas Vega I y II de la “Armada Halley”.
El
destino de Clementina es común a la historia de la ciencia argentina: los
recortes de presupuesto hicieron imposible encontrar repuestos y en 1970 dejó
de funcionar.
Esta
historia debemos agradecérsela a Juan Manuel Biagi, asiduo colaborador de
nuestro blog.
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