Hace pocos días
se difundieron datos especialmente perturbadores respecto a la contaminación lumínica,
cuando se dio a conocer un atlas elaborado por científicos de varios países y
publicado en la revista “Science Advances”. El 83% de la población mundial vive
bajo cielos con alta polución lumínica. En Europa y EEUU el porcentaje es del
99%. En la Argentina es del 57,7%. Un tercio de la humanidad jamás ha visto la
Vía Láctea.
La experiencia
de observar un cometa se ha vista proporcionalmente reducida al aumento de la
polución lumínica, al punto de que hay generaciones que no han visto nunca un
cometa en el cielo a ojo desnudo.
Por supuesto, no
contemplar la mitad de nuestro mundo, no ver en el cielo más que nubes, el Sol
y la Luna, es sumamente empobrecedor para la educación de una persona (y la
imaginación es una parte central de la construcción de la inteligencia). Pero
sería muy difícil que no nos gritaran en la cara nuestra insensibilidad por
pensar en las estrellas “cuando sufren tantas personas”. De la misma manera que
hay imbéciles que se ofenden cuando alguien cuida un animal “en vez de cuidar a
un niño” (y entre los imbéciles incluyo al Papa), muchos pensaran que no ver
las estrellas es un problema de poetas y astrónomos, pero que los astrónomos
tienen al Telescopio Espacial Hubble.
La polución lumínica
es un problema que afecta a los astrónomos y hace perder a todos la experiencia
de conectarnos con el Cosmos. Pero además es un problema económico y de salud.
Económico,
porque tener lámparas que emiten luz a 360 grados es claramente irracional si
lo que queremos iluminar abarca 180 grados. Gastamos miles de millones de dólares
en iluminar el cielo de manera inútil y perniciosa. Además, solucionar este
problema es sumamente económico: basta con apantallar las luminarias (y hay
otras muchas otras medidas sofisticadas) para ahorrarse muchos millones en
energía, además de los beneficios ecológicos derivados (que también se
relacionan con la flora y la fauna afectadas por el “día” artificial).
De salud, porque
la luz nocturna produce alteraciones del sueño e insomnio, y todos sabemos las
consecuencias de esos trastornos. Se nos recomienda que durmamos bien y a su
vez multiplicamos las luces inútiles. Por no hablar de la investigada relación
entre los focos de mercurio y la agresividad.
Creo que los
astrónomos deberíamos divulgar este problema, pero no centrándonos en nuestra
pasión por los cielos, como se hace ahora, ya que este narcisismo nos aleja de
la sociedad. Debemos centrarnos en los aspectos económicos y de salud.
¿Volveremos a
ver los cometas? Basta con poner un sombrerito en las lámparas. ¿Podemos ser
tan necios?
Un excelente
resumen de este problema y de sus posibles soluciones aquí:
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