Uno
de los libros fascinantes que leí en 2019 es “Montevideo antiguo” de Isidoro de
María. Me sorprendió ver una referencia al cometa de 1843. Buscando en internet
pude encontrar una referencia de la época en la “Gazzetta di Parma” en Google
Books., del número del 20 de mayo de 1843. Allí se informaban las viscisitudes
de la Guerra Grande en el vecino país y del sitio de Montevideo que comenzó el
16 de febrero de 1843. La lucha era entre los blancos sitiadores, comandados
por el General Oribe y con la ayuda de los federales argentinos, y los
colorados sitiados, comandados por Melchor Pacheco y Obes, con la ayuda de los
unitarios argentinos y del Imperio Brasileño. El sitio se prolongó nada menos
que hasta 1851 y parece tener algo de sentido el comentario del libro: “Desgraciadamente,
soplaron malísimos vientos por entonces, con el cometa del 43, que todos vimos
aparecer al oeste”, para una época aciaga (página 44 de la edición de EUDEBA de
1966.
A
continuación de las noticias sobre el Sitio de Montevideo el periódico italiano
transmite un reporte interesante: en el cielo sereno de la mañana del 28 de
febrero de 1843, entre las 10,45 y las 11,45 se pudo ver al gran cometa de 1843
en pleno día con el Sol brillando, bastaba ubicarse detrás de un muro para que
no diera directo el sol o situarse en la sombra para ver “una estrella
brillantísima, muy cercana al Sol, de la que partía una franja brillante en
dirección contraria al Sol y que se extendía cuatro o cinco grados”. Seguía el
reporte mencionando que el hecho de que no cambiara de aspecto convenció a los
que observaban (tanto en Parma, como en Bologna, Genova, y otras ciudades) de
que no era un parhelio y sí un cometa.
Acerca de la “aparición tan extraordinaria” se debatía acerca de la
causa de que apareciera tan brillante cuando pocas noches antes era un cometa
de poco brillo, hasta que la consulta a los astrónomos develaba el misterio,
esa misma noche el cometa (que ahora sabemos que pertenece a los muy
brillantes, por su composición con prevalencia de hielo, familia de cometas
rasantes llamados Kreutz) había emergido del perihelio.
El
cometa de 1843 fue inmortalizado por una pintura realizada por el astrónomo
Charles Piazzi Smith, espléndida obra de arte cuyo objetivo fue registrar con
la mayor precisión posible la apariencia del cometa que observaba desde el
Observatorio del Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica.
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