Giordano
Bruno es una de las personalidades de la filosofía menos conocidas. Suele
aparecer en las historias de la astronomía para la divulgación, en las que se lo
menciona como un científico adelantado a su tiempo que postulaba la infinitud
del universo y que nuestro Sol era una estrella más en ese universo sin centro
en el que muy probablemente casi todas las estrellas tuvieran planetas
habitados como el nuestro. Esas eran sus ideas, pero no provenían de los datos
científicos. En la segunda mitad del siglo XVI el único dato científico era el
muy poco conocido libro de Copérnico que postulaba que el centro del universo era
el Sol. Sus ideas provenían del estudio concienzudo de la filosofía y la física
antigua, de la recuperación de ideas minoritarias como las de Aristarco. La
descripción del universo que hace Giordano Bruno es asombrosamente moderna,
mucho más acertada que las que pudieron hacer Galileo o Kepler posteriormente,
pero no provenía de la experimentación científica sino del análisis filosófica
de la física aristotélica. Fue un filósofo y no un científico, y como filósofo
tuvo una muerte digna, luego de años en los calabozos de la Inquisición en
Roma, negándose a abjurar y hasta a besar el Crucifijo que quizás lo hubiera
salvado de ser quemado vivo en la plaza Campo dei Fiori en Roma el 17 febrero
de 1600, Muerte de filósofo, con más dignidad que la que tuvo Galileo al
retractarse (pero quien puede culparlo). Otro error común es hacerlo un mártir
de la ciencia, cuando fue un mártir del libre pensamiento, ya que fue ejecutado
por herejía religiosa, ya que la Iglesia en ese momento no tenía una posición
tomada oficialmente sobre el geocentrismo.
Hemos
rescatado dos párrafos en su obra, de muy engorrosa lectura, sobre los cometas,
en los que afirma que son planetas errantes, otra vez teniendo más claras las
ideas que Galileo o Kepler. Cita a los antiguos, es probable que su fuente sea
Séneca:
“Los
cometas son indiscutiblemente planetas, que se mueven también regularmente,
como la Tierra, la Luna, Mercurio, etc., por eso el número de los planetas que
se mueven en torno a este Sol todavía no está definido, pues no se ha
investigado ya que tampoco se le ha dado crédito. Ahora bien, no es difícil de
descubrirlo al que lo investigue, si bien no de manera total, sino teniendo en
cuenta, con los que siempre son visibles, aquellos que lo son de vez en cuando,
pues puede ocurrir que haya otros que nunca nos sean visibles. Por tanto, el
orden de los cuerpos de la esfera mundana, tal como se la imaginan y la pintan
estos pobres (astrónomos contemporáneos) no existe en ningún sitio” (En “Ciento
Sesenta Artículos contra los matemáticos y filósofos de nuestra época”).
Del
infinito: el Universo y los mundos
“Concluiremos
que los llamados cometas son una especie de astro, como bien dijeron y
entendieron los antiguos, y que son un astro tal que (aproximándose a este
astro nuestro y alejándose de él con un movimiento propio en virtud de un
acercamiento y retroceso) parece en primer lugar que aumente, como si se
encendiera, y luego disminuya, como si se extinguiera; y no se mueve alrededor
de la Tierra, sino que su movimiento propio es el que es, con independencia del
movimiento diario propio de la Tierra, la cual al girar sobre sí misma produce
las salidas y ocasos de todas esas luces que hay fuera de su circunferencia” (En:
“Del infinito: el Universo y los mundos”).
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