Esta interesante narración del primer cometa cuya
fragmentación y desintegración pudieron observarse pertenece al libro de Isaac
Asimov “El cometa Halley” (Plaza y Janes Editores, Barcelona, 1985,
págs.65-70).
El astrónomo alemán Friedrich Wilhelm Bessel (1784-1846)
descubrió un cometa en 1806. Consultó la documentación disponible, indagó las
veces que había recorrido nuestro cielo y pensó que podía tratarse del retorno
de un cometa que había descubierto Messier en 1772. Mas tarde, Bessel consideró
que estaba equivocado a consecuencia de un error de cálculo, aunque otros
dijeron que no había habido ningún error y que estaba en lo cierto. La polémica
hizo que la atención astronómica se centrara en el cometa.
Un militar austríaco, Wilhelm von Biela (1782-1856), que era
además astrónomo aficionado, quiso sorprender la reaparición del cometa, que
según las hipótesis de Bessel, tenía que volver en 1826. El 27 de febrero
localizó un cometa y lo siguió con el telescopio durante doce semanas. Calculó
su órbita-cosa que ya era fácil gracias a Gauss-y descubrió que su revolución
duraba 6 años y 9 meses.
Al hacer cálculos en sentido retroactivo, demostró que
Bessel había estado en lo cierto desde el principio. El cometa que había de
llamarse cometa Biela había aparecido en 1772, había ejecutado cuatro
revoluciones sin que nadie lo notara, puesto que era un cometa oscuro, y Bessel lo había localizado
en 1807. Dio otras dos revoluciones de incógnito hasta que por fin volvió a
verlo Biela, que calculó su órbita.
A causa de la polémica, el cometa Biela se hizo muy célebre
y hubo un puñado de astrónomos que se puso a calcular su órbita con gran
escrúpulo, tomando en consideración la atracción gravitacional de varios
planetas para que la fecha de su posible regreso pudiera determinarse con
exactitud. Los astrónomos no querrían perder el tiempo en el caso de que
corriera la misma suerte que el cometa Lexell y, merced a las influencias
planetarias, se alterase su órbita o fuera expulsado del sistema solar.
Un astrónomo alemán Heinrich Wilhelm Olbers (1785-1840)
calculó que cuando volviera en 1832, el cometa Biela pasaría muy cerca de la
Tierra el 29 de octubre rumbo a su perihelio. En realidad, a Tierra no estaría
en esa parte de su órbita, sino a ochenta millones de kilómetros, pero el caso
es que nadie prestó atención a aquello.
Comenzó a extenderse la creencia de que había una colisión
el 29 de octubre de 1832 y se desató el terror cometario. Los astrónomos se
apresuraron a explicar que no habría ninguna colisión y sorprendentemente el
terror se desvaneció. El cometa Biela pasó muy cerca de la órbita terrestre en
el momento previsto por Olbers, pero como es lógico, nada le ocurrió a la
distante Tierra.
(…)
El cometa Biela reapareció en julio de 1839 y luego en
febrero de 1846. El primero en verlo ésta última vez fue un oceanógrafo y
astrónomo estadounidense Matthew Fontaine Maury (1806-1873). Este hombre
informó que había dos cometas que avanzaban uno al lado del otro, cada uno con
su respectiva cola. No había duda, el cometa Biela se había partido en dos.
En 1852, cuando volvió a reaparecer, el primero en verlo fue
el astrónomo italiano Pietro Angelo Secchi (1818-1878). Las dos mitades del
cometa Biela se habían separado ya bastante y una iba por delante de la otra.
No se pudo observar en 1859 porque estuvo en el cielo durante las horas del
crepúsculo y era demasiado oscuro para ser visto cuando era totalmente de
noche.
En 1866 habría que tenido que reaparecer en circunstancias
que lo habrían hecho claramente visible, pero no fue así. No volvió a verse el
cometa Biela, aunque no se acercó bastante a ningún planeta lo bastante para
que su órbita sufriese una alteración. Se había limitado a deshacerse y, por
así decir, había muerto (desde entonces ha habido otros cometas que también se
han fragmentado y muerto).
El destino del cometa Biela desató la suposición de que los
cometas podían ser objetos ligeros y hasta inmateriales, de ningún modo
semejante a los planetas. Esto contribuyó a mitigar el miedo respecto de la
posibilidad de colisiones que provocasen inundaciones y otras catástrofes.
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