Muchos conocerán a Oliver
Sacks, un neurólogo que ha escrito muchísimos libros de divulgación, como el
que inspiró la conocida película “Despertares”. Menos conocida es su pasión por
la botánica, en especial por los helechos, que produjo un delicioso libro, un
diario de viaje llamada “Diario de Oaxaca”, en el que narra su excursión a esa
región de México junto con botánicos, profesionales y amateurs, de la American
Fern Society.
¿Qué tiene que ver con la
astronomía?, se preguntarán. Bien, es que Oliver Sacks captó en ese hermoso
libro el espíritu que nos anima a todos los astrónomos amateurs. Esta es la
dedicatoria del libro:
“Para la American Fern
Society y para los buscadores de plantas, observadores de aves, submarinistas, astrónomos aficionados, recolectores de rocas, exploradores y naturalistas
aficionados del mundo entero”
Sacks encontró en sus amigos
de una sociedad de botánicos amateurs un amor desinteresado por el conocimiento
que no había encontrado en el ámbito de la ciencia profesional, así lo dice en
el prefacio:
“Me he deleitado con la
lectura de los diarios de historia natural decimonónicos, todos ellos una
mezcla de lo personal y lo científico, sobre todo Viaje al archipiélago malayo, de Wallace, El naturalista por el Amazonas, de Bates, las Notas de un botánico, de Spruce, y la obra que los inspiró a todos
ellos (así como a Darwin): Viaje a las
regiones equinocciales del Nuevo Continente, de Humboldt. Me agradaba
pensar que los caminos de Bates, Spruce y Wallace se cruzaban y se alternaban
en adelantarse unos a otros, en el mismo trecho del Amazonas y durante los
mismos meses de 1849; todos ellos, además, fueron buenos amigos. (Y no sólo
seguirían manteniendo correspondencia a lo largo de sus vidas, sino que Wallace
publicaría las Notas de Spruce tras
la muerte de éste). En cierto sentido, eran aficionados, autodidactas, hombres
que hallaban la motivación en su propio interior, que no pertenecían a ninguna
institución, y en ocasiones parecían vivir en un mundo feliz, una especie de
Edén, que aún no era turbulento ni estaba involucrado en rivalidades casi
asesinas que no tardarían en caracterizar a un mundo cada vez más
profesionalizado (la clase de rivalidades que H. G. Wells retrató de una manera
tan vívida en su relato «La polilla»). Creo que ese ambiente grato, intacto,
anterior a la profesionalidad, regido por cierto sentido de la aventura y el
deseo de saber y no por el egocentrismo y la avidez de protagonismo y fama,
todavía sobrevive, aquí y allá, en ciertas sociedades de historia natural, así
como en sociedades de astrónomos y arqueólogos aficionados, cuya existencia
tranquila pero imprescindible el público prácticamente desconoce. Apreciar
un ambiente semejante fue lo que primero me atrajo de la American Fern Society,
y lo que me estimuló a acompañarles en el viaje que, a comienzos de 2000,
realizaron a Oaxaca con la finalidad de buscar helechos”.
Y eso es a lo que aspiramos, a ser, una vez más en palabras de Sacks: “un grupo espléndido, entusiasta, inocente, en absoluto competitivo, unido en nuestra pasión (…) Somos aficionados (amateurs, es decir, amantes en el mejor sentido de la palabra), aunque algunos tienen un conocimiento más que profesional, una erudición enorme”.
Salud a todos los amigos
astrónomos amateurs, astrónomos amantes.
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