El cometa
Halley en Londres (1759) por Samuel Scott
"La predicción de Halley causó sensación, pero estas cosas no
duran eternamente. Al fin y al cabo, lo único que cabía hacer era esperar más
de medio siglo para comprobar si, en efecto, el cometa volvía. Muy pocos de los
astrónomos del momento podían esperar vivir tanto, por lo que eran conscientes
de que nunca sabrían si la predicción era verdadera o falsa. Y, como es lógico,
se pusieron a hacer otras cosas.
Pero al fin llegó 1758, y pasaron los meses, uno tras otro, sin que ningún cometa apareciese en el cielo.
Tampoco es que se esperase que el cometa volviera necesariamente en el momento predicho. A fin de cuentas, entre la respectiva circunvalación del Sol de los cometas de 1531 y 1607 habían transcurrido 76 años y un mes, mientras que entre la de los cometas de 1607 y 1682 el intervalo había sido de 74 años y 11 meses. Es decir, una diferencia de un año y dos meses. La cita no tenía por qué ser inexorablemente en 1758. Podía ser en 1759 e incluso en 1760.
Pero ¿por qué tenía que haber tal irregularidad?
Si el cometa y el Sol eran los únicos cuerpos involucrados, el cometa tenía que volver con la puntualidad de un reloj. Pero lo que ocurría era que el cometa y el Sol no eran los únicos cuerpos involucrados. Mientras el cometa se desplazaba a lo largo de su órbita, podía pasar muy cerca de los dos planetas gigantes, Júpiter y Saturno, que podían exigir a su vez su derecho de peaje gravitacional al cometa, acelerándolo o retardándolo.
Halley había calculado una órbita para el cometa, pero había espacio para mejorar tales cálculos. Mientras se acercaba la fecha prevista para el regreso, dos astrónomos franceses, Alexis Claude Clairault (1713-1765) y Joseph Jeróme Lalande (1732-1807), revisaron las cifras de Halley y trazaron la órbita cometaria con mayor exactitud. Tuvieron en cuenta la fuerza de gravedad de Júpiter y Saturno en el momento en que el cometa tenía que rebasarlos. Así averiguaron que el cometa tenía que retrasarse un poco y que no alcanzaría su punto más próximo al Sol «‹perihelio», palabra de origen griego que significa «alrededor del Sol») hasta el 13 de abril de 1759. Como es lógico podría detectarse, mientras se acercaba, meses antes del perihelio.
Pese a todo, los astrónomos profesionales no contaban con un estímulo suficiente para organizar una investigación en toda regla en lo que afectaba a aquel cometa que volvía.
La astronomía es una ciencia que, incluso hoy, cuenta con devotos aficionados capaces de llevar a cabo trabajos importantes y útiles. Uno de éstos, y en activo en 1758, era un acomodado terrateniente alemán llamado Johann Georg Palitzsch (1723-1788). Conocía la obra de Halley y estaba convencido de que el cometa volvería.
En noviembre de 1758 preparó el telescopio y se puso a observar la zona celeste en que el cometa, en caso de que volviese, tenía que aparecer. Esperó con paciencia y el 25 de diciembre de 1758 tuvo lo que sin duda fue la mejor Navidad de su vida, ya que fue aquel día cuando se convirtió en la primera persona que detectó al cometa que regresaba.
El informe de Palitzsch reanimó a los profesionales. El primer avistamiento profesional lo hizo el 21 de enero de 1759 un astrónomo francés, Charles Messier (1730-1817), que durante semanas sufrió sin embargo los inconvenientes de una racha de tormentas que dificultó la buena visión.
A partir de entonces el resplandor del cometa fue aumentando gradualmente, cruzó el cielo según la órbita que le correspondía y fue visible (salvo cuando estuvo muy cerca del Sol) hasta fines de mayo. Llegó a su perihelio el 13 de marzo, un mes antes de lo predicho por Clairault y Lalande.
¿Por qué esta diferencia? Bueno, en primer lugar Clairault y Lalande ignoraban la existencia de los planetas lejanos, Urano y Neptuno, y por lo tanto no habían podido tener en cuenta su fuerza de gravedad. Tampoco eran muy exactas las cifras que tenían respecto de la masa de Júpiter y Saturno. Pero si consideramos la enorme información que les faltaba hay que convenir en que trabajaron de manera irreprochable"
De:
Pero al fin llegó 1758, y pasaron los meses, uno tras otro, sin que ningún cometa apareciese en el cielo.
Tampoco es que se esperase que el cometa volviera necesariamente en el momento predicho. A fin de cuentas, entre la respectiva circunvalación del Sol de los cometas de 1531 y 1607 habían transcurrido 76 años y un mes, mientras que entre la de los cometas de 1607 y 1682 el intervalo había sido de 74 años y 11 meses. Es decir, una diferencia de un año y dos meses. La cita no tenía por qué ser inexorablemente en 1758. Podía ser en 1759 e incluso en 1760.
Pero ¿por qué tenía que haber tal irregularidad?
Si el cometa y el Sol eran los únicos cuerpos involucrados, el cometa tenía que volver con la puntualidad de un reloj. Pero lo que ocurría era que el cometa y el Sol no eran los únicos cuerpos involucrados. Mientras el cometa se desplazaba a lo largo de su órbita, podía pasar muy cerca de los dos planetas gigantes, Júpiter y Saturno, que podían exigir a su vez su derecho de peaje gravitacional al cometa, acelerándolo o retardándolo.
Halley había calculado una órbita para el cometa, pero había espacio para mejorar tales cálculos. Mientras se acercaba la fecha prevista para el regreso, dos astrónomos franceses, Alexis Claude Clairault (1713-1765) y Joseph Jeróme Lalande (1732-1807), revisaron las cifras de Halley y trazaron la órbita cometaria con mayor exactitud. Tuvieron en cuenta la fuerza de gravedad de Júpiter y Saturno en el momento en que el cometa tenía que rebasarlos. Así averiguaron que el cometa tenía que retrasarse un poco y que no alcanzaría su punto más próximo al Sol «‹perihelio», palabra de origen griego que significa «alrededor del Sol») hasta el 13 de abril de 1759. Como es lógico podría detectarse, mientras se acercaba, meses antes del perihelio.
Pese a todo, los astrónomos profesionales no contaban con un estímulo suficiente para organizar una investigación en toda regla en lo que afectaba a aquel cometa que volvía.
La astronomía es una ciencia que, incluso hoy, cuenta con devotos aficionados capaces de llevar a cabo trabajos importantes y útiles. Uno de éstos, y en activo en 1758, era un acomodado terrateniente alemán llamado Johann Georg Palitzsch (1723-1788). Conocía la obra de Halley y estaba convencido de que el cometa volvería.
En noviembre de 1758 preparó el telescopio y se puso a observar la zona celeste en que el cometa, en caso de que volviese, tenía que aparecer. Esperó con paciencia y el 25 de diciembre de 1758 tuvo lo que sin duda fue la mejor Navidad de su vida, ya que fue aquel día cuando se convirtió en la primera persona que detectó al cometa que regresaba.
El informe de Palitzsch reanimó a los profesionales. El primer avistamiento profesional lo hizo el 21 de enero de 1759 un astrónomo francés, Charles Messier (1730-1817), que durante semanas sufrió sin embargo los inconvenientes de una racha de tormentas que dificultó la buena visión.
A partir de entonces el resplandor del cometa fue aumentando gradualmente, cruzó el cielo según la órbita que le correspondía y fue visible (salvo cuando estuvo muy cerca del Sol) hasta fines de mayo. Llegó a su perihelio el 13 de marzo, un mes antes de lo predicho por Clairault y Lalande.
¿Por qué esta diferencia? Bueno, en primer lugar Clairault y Lalande ignoraban la existencia de los planetas lejanos, Urano y Neptuno, y por lo tanto no habían podido tener en cuenta su fuerza de gravedad. Tampoco eran muy exactas las cifras que tenían respecto de la masa de Júpiter y Saturno. Pero si consideramos la enorme información que les faltaba hay que convenir en que trabajaron de manera irreprochable"
De:
Asimov, Isaac:
“El cometa Halley”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario