Debo
a la excelente obra de Carl Sagan y Ann Druyan “El cometa” el descubrimiento
del importante rol del Gran Cometa de 1811 en una de las novelas más famosas:
“Guerra y paz” de Lev Tolstoi (aunque por razones dramáticas lo hace durar
hasta 1812). Para uno de sus personajes centrales la imagen del cometa funciona
como una epifanía que cambia el destino de su vida:
“El aire
era frío y límpido. Sobre las calles sucias y mal iluminadas, sobre los negros
tejados, se extendía un cielo oscuro y estrellado. Sólo al mirar aquel cielo
dejaba Pierre de sentir la ofensiva bajeza de las cosas terrenas comparadas con
la altura a que se encontraba su espíritu. Al llegar a la plaza de Arbat, sus
ojos contemplaron, más amplia aún, la enorme extensión del cielo estrellado y
oscuro. Casi en el centro de aquel cielo, sobre el bulevar Prechitenski,
sembrado de estrellas, se destacaba entre todas ellas por su proximidad a la Tierra , su luz más blanca y
su larga cola vuelta hacia arriba, un cometa enorme y brillante, el famoso
cometa de 1812, que, según se decía, anunciaba grandes catástrofes y el fin del
mundo. Mas, para Pierre, aquel luminoso astro, con su larga y radiante cola, no
despertaba ningún sentimiento de temor. Por el contrario, miraba alegremente
con ojos húmedos de lágrimas aquella estrella luminosa que después de recorrer
a velocidad increíble espacios inconmensurables, siguiendo una línea
parabólica, se hubiera detenido —como flecha clavada en la tierra— en un lugar
por ella elegido en el negro cielo; allí se detuvo, alzó enérgicamente la cola,
luciendo y jugueteando con su blanca luz entre infinitas estrellas
centelleantes”.
Como toda
epifanía moderna, la imagen simbólica no es inequívoca (como lo son las religiosas)
sino que interacciona con los deseos del que la percibe. Para Pierre, se trata
del símbolo de una nueva vida:
“La
cuestión sobre la vanidad y locura de las cosas terrenas, que tanto lo había
atormentado, dejó de existir para Pierre desde el día en que, al salir de casa
de los Rostov y recordar la agradecida mirada de Natasha, contempló el nuevo
cometa y tuvo la sensación de que una existencia nueva comenzaba para él”.
O de un símbolo del amor de su vida:
“Ya avanzada la noche
salieron juntos a la calle. Era una noche templada y clara. A la izquierda de
la casa se advertía ya el resplandor del primer incendio, que se había
declarado en la calle Petrovka. A la derecha se levantaba la luna creciente y
enfrente se veía el luminoso cometa que Pierre, dentro de su alma, relacionaba
con su amor. Guerasim, la cocinera y dos soldados franceses estaban en el
patio. Se oían sus risas y conversaciones en idiomas mutuamente
incomprensibles. También ellos contemplaban el resplandor del incendio en la
ciudad”.
Al punto
que la imagen del cometa permite olvidar los horrores de la realidad, el
incendio de Moscú que los rusos realizaron para que las tropas invasoras de
Napoleón abandonaran la ciudad:
“Nada
terrible había en aquel pequeño y lejano incendio en medio del inmenso Moscú. Al
mirar el alto cielo estrellado, la luna, el cometa y el resplandor del
incendio, Pierre experimentó una gozosa emoción. “¡Qué bello es todo! ¿Qué más
puede desearse todavía?", pensó. Y en aquel momento, al recordar sus
propósitos, la cabeza empezó a darle vueltas; se sintió indispuesto y hubo de
apoyarse en la valla para no caer. Sin decir adiós a su nuevo amigo, con paso
vacilante, se alejó del patio, volvió a su habitación, se echó en el diván y se
durmió al momento”.
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