sábado, 25 de julio de 2015

EL GRAN COMETA DE 1811 EN “GUERRA Y PAZ” DE LEV TOLSTOI


Debo a la excelente obra de Carl Sagan y Ann Druyan “El cometa” el descubrimiento del importante rol del Gran Cometa de 1811 en una de las novelas más famosas: “Guerra y paz” de Lev Tolstoi (aunque por razones dramáticas lo hace durar hasta 1812). Para uno de sus personajes centrales la imagen del cometa funciona como una epifanía que cambia el destino de su vida:

“El aire era frío y límpido. Sobre las calles sucias y mal iluminadas, sobre los negros tejados, se extendía un cielo oscuro y estrellado. Sólo al mirar aquel cielo dejaba Pierre de sentir la ofensiva bajeza de las cosas terrenas comparadas con la altura a que se encontraba su espíritu. Al llegar a la plaza de Arbat, sus ojos contemplaron, más amplia aún, la enorme extensión del cielo estrellado y oscuro. Casi en el centro de aquel cielo, sobre el bulevar Prechitenski, sembrado de estrellas, se destacaba entre todas ellas por su proximidad a la Tierra, su luz más blanca y su larga cola vuelta hacia arriba, un cometa enorme y brillante, el famoso cometa de 1812, que, según se decía, anunciaba grandes catástrofes y el fin del mundo. Mas, para Pierre, aquel luminoso astro, con su larga y radiante cola, no despertaba ningún sentimiento de temor. Por el contrario, miraba alegremente con ojos húmedos de lágrimas aquella estrella luminosa que después de recorrer a velocidad increíble espacios inconmensurables, siguiendo una línea parabólica, se hubiera detenido —como flecha clavada en la tierra— en un lugar por ella elegido en el negro cielo; allí se detuvo, alzó enérgicamente la cola, luciendo y jugueteando con su blanca luz entre infinitas estrellas centelleantes”.

Como toda epifanía moderna, la imagen simbólica no es inequívoca (como lo son las religiosas) sino que interacciona con los deseos del que la percibe. Para Pierre, se trata del símbolo de una nueva vida:

“La cuestión sobre la vanidad y locura de las cosas terrenas, que tanto lo había atormentado, dejó de existir para Pierre desde el día en que, al salir de casa de los Rostov y recordar la agradecida mirada de Natasha, contempló el nuevo cometa y tuvo la sensación de que una existencia nueva comenzaba para él”.

O de un símbolo del amor de su vida:

“Ya avanzada la noche salieron juntos a la calle. Era una noche templada y clara. A la izquierda de la casa se advertía ya el resplandor del primer incendio, que se había declarado en la calle Petrovka. A la derecha se levantaba la luna creciente y enfrente se veía el luminoso cometa que Pierre, dentro de su alma, relacionaba con su amor. Guerasim, la cocinera y dos soldados franceses estaban en el patio. Se oían sus risas y conversaciones en idiomas mutuamente incomprensibles. También ellos contemplaban el resplandor del incendio en la ciudad”.

Al punto que la imagen del cometa permite olvidar los horrores de la realidad, el incendio de Moscú que los rusos realizaron para que las tropas invasoras de Napoleón abandonaran la ciudad:


“Nada terrible había en aquel pequeño y lejano incendio en medio del inmenso Moscú. Al mirar el alto cielo estrellado, la luna, el cometa y el resplandor del incendio, Pierre experimentó una gozosa emoción. “¡Qué bello es todo! ¿Qué más puede desearse todavía?", pensó. Y en aquel momento, al recordar sus propósitos, la cabeza empezó a darle vueltas; se sintió indispuesto y hubo de apoyarse en la valla para no caer. Sin decir adiós a su nuevo amigo, con paso vacilante, se alejó del patio, volvió a su habitación, se echó en el diván y se durmió al momento”.

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