martes, 11 de abril de 2023

GALILEO GALILEI Y LOS COMETAS

 


   Hacia 1618 Galileo debió permanecer en silencio ante la aparición de obras anticopernicanas, pero en el otoño boreal de ese año se presentaron en el cielo tres cometas, uno de los cuales perduró durante un tiempo considerable, lo cual despertó una gran efervescencia en todo el mundo culto europeo, en particular porque a la vez se iniciaba la guerra de los Treinta Años. La polémica giraba en torno a la naturaleza y la posición de estos curiosos astros errantes y Galileo, esta vez, decidió participar (Copérnico nunca había mencionado cometas en su libro) para salvaguardar la perfección de los cielos, los aristotélicos debían admitir que se trataba de cuerpos ubicados en la región sublunar, quizá originados por el ascenso de la materia terrestre. Pero, Tycho Brahe había dado en 1577 pruebas basadas en la observación y el cálculo según las cuales los cometas se hallarían en realidad en la región supralunar, pues la paralaje del cometa aparecido ese año era muy inferior a la de la Luna. Su trayectoria aparente, bastante similar a una recta, parecía desmentir la posibilidad de reducirla a una órbita circular. Tycho lo había intentado, pero a juicio de Galileo había errado, pues, como dirá luego, “debe atribuirle un movimiento irregular incluso dentro de su propia órbita; hasta se dejaba llevar a ponerlo en una órbita no circular”. Además, Tycho hacía mover a los cometas en dirección opuesta a la de los planetas, lo cual le resultaba a Galileo “improbabilísimo”.

Atacado de artritis, Galileo no había podido observar personalmente aquellos cometas, mas comprendió que una órbita no circular era una amenaza para el sistema copernicano, por lo cual propuso una hipótesis tan errada como genial: negar la realidad de los cometas como cuerpos celestes. Modificó una doctrina aristotélica y supuso que los cometas, meras ilusiones ópticas como el arco iris y las auroras boreales, son reflejos de la luz solar en vapores terrestres que ascienden verticalmente.

Los astrónomos jesuitas adoptaban desde 1616 el punto de vista de compromiso de Tycho, aunque algunos de ellos, quizá fuesen en secreto copernicanos. (Una carta de 1633, escrita poco después de la condena de Galileo y enviada por un corresponsal de éste a otro, recoge la opinión del padre Athanasius Kircher, jesuita de origen alemán, según la cual Scheiner no acataba “más que por órden y obediencia” la prohibición, y que el propio Clavius, en su momento, no desaprobaba por completo la opinión copernicana.) En concordancia con este apoyo al del mundo ticónico adoptado por el Collegio Romano, uno de sus profesores Orazio Grassi, disertó acerca de los cometas en términos de conciliación entre conciliación retórica entre el aristotelismo y las doctrinas de Tycho.

La exposición, publicada en 1619, era un tanto retórica, pero confirmaba la pequeña paralaje de los cometas por observaciones realizadas en distintos lugares de Europa, por lo cual Grassi los situaba en una posición comprendida entre la Luna y el Sol. Esta conclusión era muy poco aristotélica y la astronomía jesuítica, que ya había reconocido irregularidades e incorporado diversas en los cielos revelados por el telescopio, hacía gala una vez más de su estima por las novedades y no tenía inconveniente en admitirla. Por otra parte, es posible que la tesis de Grassi sobre los cometas, con lo cual concordaba el Collegio Romano, fuese sostenida con energía a fin de reforzar el prestigio de Tycho Brahe, nuevo mentor de la institución en materia astronómica. El trabajo de Grassi no mencionaba a Galileo, pero despertó el malhumor de éste, quien, se negaba a considerar siquiera la cosmología ticónica pese a que era compatible con algunas de sus observaciones telescópicas más críticas, en particular la de las fases de Venus.

Alentado por sus amigos, algunos de los cuales sostenían que Grassi había refutado el copernicanismo, decidió que era hora de oponerse a la tendencia de los estudios que llevaban adelante los jesuitas del Collegio Romano, un paso desdichado que acabaría por granjearle la definitiva enemistad de los miembros de la orden. Quizá la elección del trabajo de Grassi como detonante de la cuestión no haya sido azarosa, pues éste, además de matemático, era un versado arquitecto quien la Compañía de Jesús habría de encomendarle poco después los diseños de la iglesia de San Ignacio, junto al Collegio Romano, concebida para ser la más imponente de Roma después de la de San Pedro.

Galileo comenzó por hacer leer a un discípulo, Mario Guiducci, tres trabajos fuertemente críticos contra Grassi en la Accademia florentina, publicados en junio de 1619 con el título de “Discorso delle comete”. A fines del siglo XIX, Antonio Favaro comprobó que la mayor parte del original está redactado de puño y letra por Galileo. El escrito, en el que se adelantaba la tesis de la naturaleza óptica de los cometas, se difundió rápidamente, y nadie tuvo dudas acerca de quién era el autor.

En Roma hubo comentarios favorables, de Maffeo Barberini en particular, pero Ciampoli informaba a Galileo que los jesuitas se hallaban “muy ofendidos y preparados para retribuir”. El propio Ciampoli, en compañía de un nuevo y brillante miembro de la Accademia dei Lincei, Virginio Cesarini, asistieron luego a una serie de experimentos realizados por Grassi para refutar a Galileo. En diciembre de 1619, el matemático jesuita contraatacaba abiertamente y sin rodeos, publicando un libro llamado “Libra astronomica ac philosophica” (en el cual los historiadores creen haber descubierto también aportes de Scheiner, y en cuyo subtítulo se aclara que está destinado a refutar las opiniones de Galileo, mientras que a Guiducci ni siquiera se lo menciona) Por disposición de su orden, Grassi se ocultaba bajo el seudónimo de Lotario Sarsi Sigensano, anagrama de su nombre completo, pero Ciampoli y Cesarini lo identificaron de inmediato.

Pese al anonimato exigido por las autoridades de la Compañía, se difundió rápidamente el rumor de que el libro exponía extraoficialmente los puntos de vista de la misma. El término libra (balanza) que se menciona en el título tiene un doble sentido, pues se refiere a la constelación en la que habrían aparecido los cometas pero a la vez a la necesidad de sopesar cuidadosamente los argumentos antes de ser aceptados. Así se entiende que la réplica posterior de Galileo habría de llamarse “i1 Saggiatore” (el ensayador), por referencia a la muy precisa balanza utilizada por los joyeros para pesar piedras preciosas.

Grassi situaba a los cometas en la región supralunar, mientras Guiducci y Galileo suponían que se trataba de un fenómeno óptico: el reflejo de la luz del Sol en grandes masas de vapor a gran altura, No serían entonces cuerpos reales sino aparentes, como el halo solar o el arco iris, para los cuales carece de sentido la medición de paralajes, Con el auxilio de la geometría, Guiducci y Galileo trataban de mostrar que el movimiento ascendente de una masa de vapor iluminada por el Sol explicaría las cuatro características del movimiento aparente del cometa: su trayectoria rectilínea, la disminución de su velocidad, la cierta disminución de su tamaño y su alejamiento del Sol. Mas de ello se desprende que al cometa se lo debería haber visto moviéndose hacia el cénit, lo cual no había ocurrido (en realidad declinaba hacia el Norte). En su Libra, Grassi hizo buen uso de estas debilidades de la tesis de Guiducci y Galileo. El problema se hubiera podido resolver suponiendo que el cometa describe una órbita no circular (lo cual, según sabemos hoy, es lo que efectivamente ocurre) pero Galileo se negaba rotundamente a considerar siquiera esa posibilidad.

La Libra comenzaba con una apología de Tycho Brahe. Luego de admitir que el sistema de ptolomeo era inadecuado y de recordar que el de Copérnico había sido condenado por la Iglesia, Grassi concluía que “Tycho sigue siendo el  único a quien podemos considerar nuestro conductor entre los desconocidos cursos de las estrellas”. Luego refutaba las afirmaciones de Galileo, mostrando las contradicciones a las que daba lugar; por ejemplo, señalaba que los vapores que Galileo había traído a cuento a propósito de los cometas debían ser a la vez opacos y transparentes; o que el arco iris, que Galileo empleaba a modo de modelo de los cometas, sigue el movimiento del Sol, pero que los cometas no lo hacen.

Mas Grassi dejaba caer sobre Galileo, a la vez, la velada acusación de que hacía caso omiso del decreto 1616 y le adjudicaba ideas del protestante Kepler. Galileo era un “copernicano en libertad condicional” y Copérnico nunca había mencionado cometas, por lo cual no esperaba que la cuestión fuese trasladada al terreno de la denuncia. La Libra, en tal sentido, era un libro deshonesto, pues su autor sabía perfectamente que Galileo no podía responder en el terreno al que pretendía llevarlo, lo cual, necesariamente, instalaba la polémica fuera de lo estrictamente científico. Por otra parte, las argumentaciones de Grassi empleaban continuamente el recurso a la autoridad de los clásicos y consideraciones apriorísticas, con un exagerado recurso a la lógica silogística aristotélica

Extraído de:

Boido, Guillermo, “Noticias del Planeta Tierra, Galileo Galilei y la revolución científica”, Polémicas sobre cometas, pp. 179, 180, 181, 4° Edición, AZ Editora, 2008.


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