Esta ilustrativa imagen muestra a escala los cometas
que han sido visitados por sondas espaciales desde el gigantesco Halley en 1985
hasta la emocionante misión Rosetta al Churyumov-Gerasimenko. La idea era que
nos preguntáramos sobre la viabilidad de la definición que todos usamos para
definir lo que es un cometa: “bola de nieve sucia”. Es una historia extraña, ya
que la definición que hizo famoso mundialmente al astrónomo Fred Whipple
proviene de un paper de 1950. En ese momento la definición fue sumamente sagaz
en postular que los cometas eran “conglomerados de hielo”, lo que permitía
explicar estructuralmente los outburst que son responsables de la proverbial
incerteza de las órbitas cometarias mucho mejor que el modelo de enjambre de
rocas unidas gravitacional que era el preferido en su época. La presencia de
hielo fue un postulado que se verificó cuando desde 1985 las misiones espaciales
observaron de cerca los núcleos de varios cometas. Ahora bien, mirando las
imágenes: ¿son bolas de nieve, sucia o no? No, son rocas, sin más diferencia
que la presencia de hielo, que se observa solamente a través de los chorros
(jets). Hoy sabemos que no hay diferencias esenciales entre cometas y
asteroides, rocas con mayor o menor presencia de volátiles. Por lo que no tiene mucho sentido seguir
diciendo que los cometas son “bolas de nieve sucias”, más bien son “rocas con
algo hielo”. Pero, ojo, las verdades científicas no mueren por refutación, así
que seguiremos repitiendo esta verdad casi tan antigua como el éter.
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