viernes, 9 de agosto de 2024

EL COMETA DEL FIN DEL MUNDO: “EL SEÑOR DE LOS ÚLTIMOS DÍAS” DE HOMERO ARIDJIS

 

En esta novela del escritor contemporáneo la trama comienza con la visión de un cometa. Reproducimos la descripción de la solapa: “Comienza el año 1000. En el monasterio de San Juan el Teólogo, el monje Alfonso de León ve un cometa que presagia la venida del anticristo y los más prodigiosos fenómenos. La España cristiana resiste en el norte las campañas devastadoras de al-Mansur. Dos civilizaciones, dos religiones encarnadas por dos hermanos gemelos, Alfonso de León y Abd Allah de Córdoba, luchan hasta la muerte. A partir de ahí, el autor mexicano traza un maravilloso y apasionante cuadro de la España medieval”.

Es muy linda la descripción, en términos de la Baja Edad Media: “A maitines subí a la torre lapídea, deseaba ver en la región suprema del aire la “stella crinita”. El cometa que, según los antiguos, se había conglobado por la exhalación caliente de la tierra y por los hálitos de los planetas y del sol. Materia deshilada, ellos la llamaron cabello, pero más semejaba ser una estrella humeante, que con su larga cola daba luz a las partes sombrías del mundo. El cometa, unas veces tenía forma de cola doblada como alfanje, otras veces de cabello hirsuto de una mujer. El globo luminoso, mostrado en la ignota oscuridad sideral, por un rato se quedó visible. La gente espantadiza decía que anunciaba los siguientes daños: la muerte por flecha emponzoñada de don Alfonso V, el rey niño, el nacimiento en Córdoba de una califa matador de cristianos, peor que las anteriores; nuevas destrucciones de León y de Santiago a manos de los sarracenos; un terremoto terrible, anuncio de la segunda misión de Cristo (…)Unos días antes de partir el abad Andrés me confió que en el año 955, en vísperas de ser destronado Sancho el Gordo, quien no podía alcanzarse la cabeza con la mano ni ponerse la corona ni manejar la espada sin ayuda, se vieron los signos ígneos de una cara de fuego. De manera que, esperando nuevas revelaciones, aceché la aparición del astro cabelludo. En la espera me acompañó el graznido de cornejas invisibles”.


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