Charles
Messier no necesita presentación para los aficionados a la astronomía. Todavía
designamos a los objetos de espacio más profundo más accesibles al telescopio
con el número que les asignó en su inmortal catálogo, que no era otra cosa que
una ayuda para descartar objetos molestos que pudieran confundirse con sus
anhelados cometas:
“La
gente lo llamaba el Hurón, a causa de su prodigiosa capacidad para rastrear
nuevos cometas. Entonces, como ahora, la caza de cometas era una actividad
competitiva. Cuando Messier ya tenía en su haber doce descubrimientos, se vio
forzado a interrumpir sus observaciones para atender a su esposa enferma, y
durante ese lapso un rival, Montaigne de Limoges, descubrió un cometa nuevo.
Parece que durante el funeral de su esposa, Messier olvidó del todo a su mujer,
y pensaba únicamente en el cometa que se le había escapado. Como respuesta a
una manifestación de condolencias, Messier se lamentó: “Ay, Montaigne me robó
mi decimotercer cometa”
Fuente:
“El cometa Halley” de Richard Flaste et al. Javier Vergara Editor, Buenos
Aires, 1986. Página 51.
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