domingo, 19 de abril de 2020

LA POLÉMICA RELACIÓN ENTRE COMETAS Y EPIDEMIAS (PARTE 1)



No ha sido mera superstición relacionar cometas con plagas. Uno de los astrónomos más importantes de la historia, Fred Hoyle, fue uno de los primeros en fundar teóricamente las posibilidades de panspermia a través de los cometas, hoy plenamente aceptadas por la ciencia. Ese marco teórico lo llevó a extremos, como veremos. Citaremos uno de los libros cometarios más interesantes: “Que viene el cometa” de Nigel Calder, de la entrañable y ochentosa Biblioteca Científica Salvat (páginas 139 y siguientes):
“Hoyle no ha tratado de enmascarar su fiebre del cometa, de hecho admite haberla contraído:
Quizás ningún objeto astronómico merece mayor atención popular que los cometas, y luego de haber visto personalmente a dos ellos muy brillantes, ambos en 1957, los cometas Arendt-Roland y Mrkos, estoy en condiciones de entender la razón.
A los pocos años de escribir esas palabras en 1975, Hoyle demostraba junto con Wickramasinghe que, aparte de todo lo demás puedan hacer, los cometas siguen evocando asombrosas teorías nuevas.
Los cometas de Hoyle y Wickramasinghe son bolas de nieve recubiertas con alimento interestelar y parcialmente deshechas. En los orígenes del sistema solar, durante la avalancha de los cometas, cada bola de nieve recogió en su superficie productos químicos basados en el carbono y otros materiales esenciales para la vida, tomándolos de las nubes de polvo situadas entre las estrellas. La celulosa, el material más habitual de la materia viva terrestre, se supone que es un material abundante en el polvo y estos autores describen como los cometas adquieren un manto de material interestelar, tal vez de un kilómetro de grosor.
Al principio todo estaba congelado, pero luego se produjo la licuación. Al formular por primera vez sus ideas Hoyle y Wickramasinghe se basaron en los choques entre cometas para disparar las reacciones químicas entre los ingredientes. Estas reacciones pudieron dar lugar a depósitos acuosos y calientes capaces de sobrevivir miles de años. En 1980 se tuvo en cuenta otra fuente de calor: el aluminio radioactivo del núcleo del cometa, asimilado de la estrella que explotó al nacer el sistema solar, pudo derretir el núcleo de las grandes bolas de nieve.
Charles Darwin concibió el comienzo de la vida en “algún charco cálido” que contuviera los necesarios productos químicos. Hoyle y Wickramasinghe ofrecen charcos cerrados mayores que catedrales, y en miles de millones de cometas, cada uno de ellos aislado del espacio exterior por cientos de metros de costra congelada. Allí pudieron evolucionar espontáneamente los virus y las bacterias, afirman. Con el tiempo, los charcos contenidos en los iglúes acabarían congelándose, conservándose los virus y las bacterias en un estado letárgico. Hace 4.000 millones de años un cometa fértil trajo la vida a la Tierra, según esta teoría. Pudo ocurrir en forma de impacto directo o bien a través del polvo meteorítico de la cola del cometa. Al precipitarse en las cercanías del Sol, el cometa se desprendió de las capas exteriores como si fueran vainas de semillas, liberando las frágiles células en el espacio. La mayor parte de las células moriría pero algunas, tal vez congeladas y envueltas en hielo protector, habrían tropezado con la atmósfera terrestre, cayendo en la superficie. Allí debieron encontrar, gracias a los anteriores choques con cometas, “suministros de los alimentos químicos a los que estaban acostumbradas”
Si esa inoculación fracasó, si las células murieron en el nuevo medio ambiente o bien no consiguieron desarrollar los medios para vivir a la luz del Sol, siempre habría otro cometa para volver a intentarlo. Y miles de millones de años después de que la vida se instalara en la Tierra, los bípedos que son el resultado final de la evolución, miraron a los ancestrales cometas y les temieron, por ser portadores de enfermedades”.

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