"El
divorcio entre las enfermedades corporales y los cometas parecía definitivo y
absoluto… hasta que Hoyle y Wickramasinghe ofrecieron retroceder la medicina
unos cuantos siglos, volviendo a casarlos. Según la versión de los dos astrofísicos,
las enfermedades proceden del espacio exterior y son una continuación directa y
una confirmación diaria de que la vida
se originó en los cometas. Si los cometas sembraron nuestro planeta con virus y
bacterias hace millones de años, ¿Por qué no ahora? Si una millonésima parte de
los residuos de los meteoritos que caen a la Tierra desde los cometas está
compuesta por virus, cualquier jardincito captaría millones de virus por día,
dispuestos a tomar por asalto plantas, animales domésticos y personas. Hoyle y
Wickramasinghe suponen que las distintas enfermedades que afligen a la especie
humana se originaron en cometas distintos.
No
están proponiendo una vulgaridad del tipo de una vinculación directa entre la
visión de los cometas y las epidemias. El peligro que perciben radica en las
nubes invisibles de polvo que vomitan los cometas, orbitan en el interior del
sistema solar y se desperdigan por espacio exterior y lo ensucian siguiendo
procedimientos muy complejos. Cuando la Tierra atraviesa una de esas nubes, los
gérmenes que sobreviven al choque se van asentando en el suelo muy lentamente,
a la vez que los factores meteorológicos los difunden y reagrupan por todo el
mundo. Una vez bien asentados en la tierra, las enfermedades no precisan
suministros procedentes del espacio, por ejemplo, la tuberculosis. Otras, la
polio y el cólera, pongamos por caso, persisten por su propia cuenta, pero van
siendo “aderezadas” con nuevas entregas de gérmenes procedentes del espacio.
Por último, en este catálogo malsano, hay enfermedades como la peste bubónica y
la viruela que vienen y van según decreten las nubes orbitantes. Hoyle y Wickramasinghe afirman “nosotros no
hemos llegado a nuestras conclusiones alegremente”.
En:
“Que viene el cometa” de Nigel Calder
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