¿Otra pregunta
tonta sobre cometas? Sí y no. Ya sabemos que los cometas no son seres vivos.Pero
también es una pregunta válida, porque la ciencia de antaño no fue indiferente
a la idea. Johannes Kepler es quien ha hecho el aporte teórico fundamental
sobre el movimiento planetario con sus tres famosas leyes. Sabemos cómo es el
sistema solar más por Kepler que por Copérnico. Sin embargo tenía extrañas
ideas sobre los cometas, extrañas para nuestro estado de conocimiento
astronómico, no para el de la época. Los libros sobre Kepler silencian su obra sobre
los cometas sistemáticamente. El libro que citamos en la entrada anterior “The great comet, now rapidly approaching.Will
it strike the earth?” le atribuye a Kepler la siguiente definición de los
cometas: “raros y monstruosos animales generados en los espacios celestiales”,
ubicándola entre las definiciones disparatadas de Jean Boden (en el siglo XVI),
quien sostenía que eran las almas de los difuntos que volvían a la Tierra , y del filósofo
griego Demócrito, quien habría sostenido que se trata de las almas de los héroes.
En Google Books se puede encontrar que las 3 definiciones pertenecen a la
entrada de “cometas” de la Enciclopedia
Británica de los años de edición del libro (1857). La definición
de Kepler citada, y estoy casi seguro que la de Demócrito, es una simplificación
de su doctrina cometaria.
Kepler pensaba
que los cometas eran unas especies de nebulosas globulares formadas por la
materia más pesada del éter (la supuesta materia que llenaba el espacio y
permitía el movimiento de la luz). Los cometas arrastraban esa materia más
densa (y por ende, menos “espiritual”) de la misma manera en que en los abcesos
del cuerpo humano se junta la materia “enferma”. De esa manera, los cometas
tenían una función saludable al purificar el éter y cuando los rayos solares incidían
sobre ellos, la materia densa que los formaba originaba la cola.
Kepler sostenía
que los efectos perniciosos que la doctrina aristotélica atribuía a los cometas
(terremotos, vientos huracanados, lluvias torrenciales) eran falsos, porque
derivaban de su carácter sublunar y su naturaleza ígnea. Creía que el único efecto físico que los
cometas podrían producir sobre nuestro planeta se daba en el caso de que
atravesáramos la cola (recordemos, formada por materia casi pútrida), lo que
traería grandes plagas. Pero el acotado elenco de catástrofes que atribuía
Aristóteles a los cometas se extendía enormemente en Kepler. Veamos cómo.
Kepler creía en
la existencia de un “alma del mundo”, un espíritu que regiría nuestro planeta
(es una doctrina de los últimos libros de Platón) y que estaba en conexión
espiritual con el resto de la creación. Cuando se producían fenómenos
inesperados, y por ende catastróficos (cometas y novas), el “alma del mundo” y
el alma de cada ser viviente se estremecía por simpatía con los cielos y las
revueltas celestiales se reproducían en la tierra (con todas las catástrofes
posibles) y en nosotros (enfermándonos). El alma de la Tierra percibía los signos
de caos en los cielos y reaccionaba por “simpatía”, una noción astrológica y
alquímica, pero también filosófica y científica en el siglo XVII. La concepción
animística de los astros no era ajena al siglo de Kepler, quien suscribía las
ideas del astrónomo William Gilbert sobre una especie de atracción magnética
entre los astros. Giordano Bruno sostenía que los movimientos orbitales se
debían a la voluntad de seres vivos. Lo cierto es que algo cierto en toda esa
superchería había, porque Kepler y Gilbert sostenían que entre los planetas y
el Sol había una “atracción magnética”, un antecedente de la gravedad
newtoniana (y Newton conocía la obra de Kepler, por lo que la idea de la
gravedad no viene de una manzana). Kepler sostenía que la formación de la cola
contribuía a la desaparición del cometa, lo que también es cierto.
Kepler fue un
genio único en la historia de la astronomía, no solamente por sus leyes del
movimiento planetario, sus aportes en el campo de la óptica y la aplicación de
las ideas de Galileo y las observaciones de Tycho Brahe (su maestro), sino por
ser el primero en percatarse que las leyes de la astronomía pertenecían a la física,
rompiendo con la limitación que esta ciencia tenía a los fenómenos terrestres. Sus
creencias filosófico-religiosas lo llevaron a una errónea concepción de la
interacción entre cometas y la
Tierra , pero esa interacción que propugnaba estaba basada en
una representación “intuitiva” de la gravedad, que Newton definirá en forma
científica. Es ridícula la postura de los divulgadores de la ciencia al ocultar
los “errores” keplerianos, no sólo porque fueron errores fecundos para Newton,
no sólo porque no los eran para el conocimiento científico de la época, sino
también porque insultan la memoria del mismo Kepler.
Es gracioso leer con qué suficiencia denigran los científicos actuales las ideas de Kepler sobre el alma del mundo, ideas que no comprenden cabalmente.
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