Los
extraños paisajes cometarios que la sonda Rosetta de la Agencia Espacial
Europea obtuvo en su misión al 67P/Churyumov-Gerasimenko nos siguen asombrando.
Un mundo montañoso muy distinto a las “bolas de nieve sucias” con las que
crecimos como modelo de lo que era la superficie del núcleo de un cometa. Una
muestra de ello es esta extraña imagen de dos picos gemelos que la propia
Agencia Espacial Europea calificó de “Cat Comet”. La imagen forma parte del
maravilloso sitio en el que se archivan las imágenes obtenidas por la misión y
que recomendamos visitar: https://rosetta-osiris.eu/
lunes, 30 de diciembre de 2019
sábado, 28 de diciembre de 2019
RECUPERAR EL HONOR POR UN COMETA. LOS COMETAS DE KAOURA IKEYA.
La tradición japonesa de descubrimientos cometarios
por aficionados es fascinante, y ya hemos dedicado varias entradas al tema. La
historia de Kaoura Ikeya también es fascinante. Vean si no:
“El 2 de enero de 1963, este aficionado de diecinueve
años descubrió su primer cometa. Al día siguiente, los periodistas de la radio
y la televisión invadieron su casa e Ikeya se convirtió en un héroe del Japón.
La historia de Ikeya cautivó la imaginación del
público. Una historia que empieza unos años antes cuando el negocio de su padre
comenzó a declinar y el buen hombre se puso a beber para olvidar las congojas.
Las cosas empeoraron, la familia se convirtió en la vergüenza del vecindario,
cosa insoportable en un país en el que el orgullo familiar constituye una de las
razones de vivir. La madre se vio obligada a trabajar de asistenta en un hotel
y el muchacho repartía periódicos por la mañana, antes de ir a la escuela, a
fin de ayudar a cubrir el presupuesto familiar. Todos los días se levantaba a
las cinco de la mañana para cumplir su tarea y durante los meses que siguieron
atravesó un período de depresión. Después decidió que le incumbía a él
precisamente sacar a la familia de la suerte en que su padre la había hundido.
Pero ¿cómo? A la sazón, tenía quince años, nada más. La astronomía le fascinaba
y pensó que si podía unir el deshonrado nombre de su familia a un cometa nuevo,
la gloria sustituiría a la vergüenza. Pero esta idea no era más que un sueño de
estudiante. El muchacho salió del colegio en 1959 para trabajar en una fábrica
de pianos: Entonces empezó a construir su telescopio y dedicó todos sus ocios a
este proyecto, y al cabo de dos años de trabajo, el instrumento quedó listo.
Noche tras noche, observaba el cielo con una perseverancia notable; pero al
cabo de varios meses el desaliento empezaba a invadirle. Decidió escribirle a
Honda, célebre en todo el Japón por haber descubierto nueve cometas. Éste le
respondió con unas palabras de ánimo y aliento, y la búsqueda continuó.
Dieciséis meses más tarde, en enero de 1963, Ikeya descubrió por fin su primer
cometa; luego, en junio de 1964 el segundo, y en 1965, con Seki, el tercero, el
famoso cometa Ikeya-Seki, que fue visible en pleno día a simple vista. Más,
para él, el día más grande fue el 2 de enero de 1963, cuando el honor de su
familia reapareció bajo la forma de un cometa que llevaba su nombre”.
Fuente: “Los cometas de la antigüedad a la era
espacial”, de Philipe Veron y Jean-Claude Ribes, Editorial ATE, Barcelona,
1979, páginas 148-149.
jueves, 26 de diciembre de 2019
DOS COMETAS
Los aficionados cometarios seguramente conocen la web "Cometografía", del español José j. Chambó, uno de los máximos referentes a nivel mundial de la fotografía de cometas. Esta imagen le pertenece:
El 7 de Septiembre de
2019 los cometas C/2018 N2 (ASASSN) y 260P/McNaught se cruzaron en el cielo
sobre este campo lleno de pequeñas galaxias en la constelación de Aries. Su
distancia angular mínima fue sólo de 10 minutos de arco, aunque sólo fruto de
nuestra perspectiva desde la Tierra, pues ambos cometas estaban a mucha
distacia uno del otro; abajo el cometa 260P/McNaught a 0.6 UA y arriba el
cometa C/2018 N2 (ASASSN) a 2.6 UA, dos veces la distancia de la Tierra al Sol
les separa.
Fuente:
sábado, 21 de diciembre de 2019
UN AFICIONADO COMETARIO EN “EL MARTILLO DE DIOS” DE ARTHUR C. CLARKE
A
los que nos gusta la astronomía no podemos dejar de comprar y leer las novelas
del famoso Arthur C. Clarke, un verdadero genio innovador y un visionario (por
ejemplo la órbita geosincrónica de los satélites y sus utilidades futuras). Eso
sí, los que tenemos ciertas inclinaciones literarias no podemos dejar de notar
que las tramas giran en torno a las cuestiones tecnológicas pero son demasiado
superficiales…. Y cuando se pretende ser profundo cae en el misticismo ingenuo
que suele ser objeto de burla en sus propias novelas (véase sino “2001” o “El
fin de la infancia”).
En
“El martillo de Dios” se narra una misión a un asteroide en colisión mortal con
la Tierra. Y el asteroide lo descubre, en el futuro, un astrónomo aficionado
que desde Marte busca cometas. Aquí va gran parte del capítulo 14, “El
aficionado”. Los que hacemos astronomía amateur, y no mera astrofotografía para
las redes sociales, reconocerán que Clarke conocía la rutina y la jerga:
“Hacia fines del siglo XXI
había muy pocas ciencias en las que un aficionado pudiera albergar la esperanza
de hacer importantes descubrimientos, pero la astronomía, como había ocurrido
siempre, seguía siendo una de ellas.
Cierto: ningún aficionado, no
importaba cuán opulento fuera, podía tener la esperanza de rivalizar con el
equipo de empleo habitual por parte de los grandes observatorios de la Tierra,
de la Luna y de los que estaban en órbita. Pero los profesionales se
especializaban en estrechos campos de estudio, y el Universo es tan enorme que
nunca podían mirar más que una diminuta fracción de él por vez. Todavía quedaba
mucho para que lo explorasen fanáticos llenos de energía e información. No era
preciso poseer un telescopio muy grande para encontrar algo que nadie más
hubiera visto, si se sabía cómo emprender la búsqueda.
Las obligaciones del doctor
Angus Millar, en su calidad de jefe del Registro Civil del Centro Médico de
Puerto Lowell, no eran exigentes precisamente. A diferencia de los colonos
terrestres, los pobladores de Marte no tenían enfermedades nuevas y exóticas
contra las que enfrentarse, y la mayor parte del trabajo de un médico consistía
en habérselas con accidentes. Cierto era que algunos peculiares defectos óseos
habían surgido en las segunda y tercera generaciones, debido, sin duda alguna,
a la escasa gravedad, pero la cumbre médica confiaba en que podría lidiar con
ellos antes de que se convirtieran en algo grave.
Merced al vasto tiempo libre
que tenía, el doctor Millar era uno de los pocos astrónomos aficionados de
Marte. En el curso de los anos había construido una serie de reflectores,
bruñendo, puliendo y azogando los espejos mediante técnicas que miles de
devotos elaboradores de telescopios habían perfeccionado en un lapso de siglos.
Al principio había pasado mucho
tiempo observando el planeta Tierra, a pesar de los divertidos comentarios de
sus amigos:
—¿Por qué molestarse? —habían
preguntado—. Realmente está bastante bien explorada. Hasta se presume que
alberga formas inteligentes de vida.
Pero quedaron en silencio
cuando Millar les mostró el hermoso cuarto creciente azul que colgaba en el
espacio, junto con la más pequeña, pero en idéntica fase, Luna, que flotaba al
lado. Toda la historia, con la salvedad de los más recientes instantes, se
encontraba ahí, en el campo visual del telescopio. No importaba cuán lejos se
adentrara en el universo, la especie humana nunca podría cortar del todo los
lazos con el planeta natal.
Sin embargo, los que
criticaban sí tenían un argumento a favor: la Tierra no era tema muy gratificante
de observación. Mucho de ella generalmente estaba cubierto por nubes y, cuando
se encontraba en su punto de mayor proximidad, hacia Marte únicamente miraba la
faz que se hallaba en la oscuridad de la noche, por lo que todos los detalles
naturales eran invisibles. Un siglo antes, el "lado oscuro" de la
Tierra había sido cualquier cosa menos eso, pues megavatios de electricidad se
derrochaban perdiéndolos hacia el cielo. Aunque una sociedad más consciente de
la necesidad de ahorrar energía había puesto coto a los peores abusos, la mayor
parte de las ciudades de cualquier tamaño todavía se podían advertir fácilmente
como refulgentes islas de luz.
El doctor Millar deseaba haber
podido estar por ahí en la fecha terrestre del 10 de noviembre de 2084, para
observar ese poco frecuente y hermoso fenómeno, el del tránsito de la Tierra de
un extremo al otro de la faz del Sol: el planeta había parecido una mancha
solar pequeña y perfectamente circular mientras se desplazaba con lentitud a
través del disco del Sol pero, en el punto medio de su paso, una brillante
estrella había resplandecido en su centro: baterías de láseres ubicados en la
cara oscura de la Tierra estaban saludando, en el cielo de medianoche, al
Planeta Rojo que ahora constituía el segundo hogar de la humanidad. Todo Marte
había estado observando, y al acontecimiento todavía se lo rememoraba en tono
de temor reverencial.
Había otra fecha en lo pasado,
empero, por la que el doctor Millar sentía particular afinidad, debido a una
coincidencia perfectamente trivial que no tenía interés más que para el propio
Millar: a uno de los cráteres más grandes de Marte se lo había bautizado con el
nombre de otro astrónomo aficionado, del que daba la casualidad que compartía
con Millar la fecha de nacimiento... sólo que dos siglos antes.
No bien buenas fotografías del
planeta empezaron a llegar desde las primeras sondas espaciales, encontrar
nombre para todos los miles de formaciones nuevas se transformó en un problema
serio. Algunas elecciones fueron obvias: astrónomos, científicos y exploradores
famosos, como Copérnico, Kepler, Colón, Newton, Darwin, Einstein. A
continuación vinieron los autores relacionados con el planeta: Wells,
Burroughs, Weinbaum, Heinlein, Bradbury. Y, después, una miscelánea lista de
obscuros sitios y personas de la Tierra, algunos de los cuales no tenían más
que sumamente tenues conexiones con Marte.
Los nuevos habitantes del
planeta no siempre estaban felices con los nombres de localidades que les
habían legado, y tenían que utilizar en su vida cotidiana: ¿quién, o qué, de la
Tierra, y ni qué hablar de Marte, eran Dank, Dia-Cau, Eil, Gagra, Kagul, Surt,
Tiwi, Waspam, Yat?
Los revisionistas siempre
estaban creando agitación para conseguir nombres más adecuados y de sonido más
agradable, y la mayoría de la gente estaba de acuerdo con ellos. Así que se
estableció una comisión permanente para lidiar con el problema, aun cuando ese
apenas era el más peliagudo de los que afectaban la supervivencia humana en
Marte. Como todo el mundo sabía que él tenía tiempo libre de sobra y que estaba
interesado en la astronomía, resultó inevitable que al doctor Millar se lo
votara para que formara parte de la comisión.
—¿Por qué —se le preguntó un
día— uno de los cráteres más grandes de Marte se debe llamar Molesworth? ¡Tiene
un diámetro de ciento setenta y cinco kilómetros! ¿Quién demonios fue
Molesworth?
Después de investigar un poco,
y de enviar varios costosos faxes espaciales a la Tierra, Millar estuvo en
condiciones de responder esta pregunta: Percy B. Molesworth fue un ingeniero en
ferrocarriles y astrónomo aficionado británico que, a comienzos del siglo XX,
trazó y publicó muchos dibujos de Marte. La mayor parte de las observaciones
las hizo desde la isla ecuatorial de Ceilán, en la que murió en 1908, a la
temprana edad de cuarenta y un años.
El doctor Millar estaba
impresionado: Molesworth debió de haber amado Marte, y merecía su cráter. La
trivial coincidencia de que hubieran nacido el mismo día, según el calendario
terrestre, también le daba a Millar una sensación ilógica de parentesco y, en
ocasiones, miraba hacia la Tierra a través de su propio telescopio, para
encontrar la isla en la que Molesworth había transcurrido mucho de su corta
vida. Como el Océano Índico generalmente estaba cubierto por nubes, Millar la
halló nada más que una vez, pero esa fue una experiencia inolvidable. Se
preguntó qué habría pensado el joven británico de haber sabido que algún día
ojos humanos iban a contemplar su hogar desde Marte.
El médico ganó su batalla para
salvar a Molesworth —a decir verdad, cuando presentó su alegato no hubo
decidida oposición—, pero eso modificó su propia actitud hacia lo que no había
sido más que un pasatiempo absorbente: quizá también él podría hacer un
descubrimiento que llevara su nombre a través de los siglos.
Iba a alcanzar el éxito en
grado mucho mayor que el que se hubiera atrevido a soñar.
Aunque en aquel entonces era
un niño, el doctor Millar nunca olvidó el espectacular regreso del cometa
Halley, en 2061. No hay duda de que eso tuvo algo que ver con el siguiente paso
que dio: a muchos cometas, entre ellos algunos de los más famosos, los habían
descubierto aficionados que, de esa manera, se habían asegurado la inmortalidad
al imprimir su nombre en los cielos. Allá en la Tierra, pocos siglos atrás, la
receta para triunfar había sido sencilla: un telescopio bueno (pero no
especialmente grande), cielo límpido, el conocimiento profundo del cielo
nocturno, paciencia... y una buena dosis de suerte.
El doctor Millar empezó con
varias ventajas importantes sobre sus precursores terrestres: siempre contó con
cielos límpidos y, a pesar de los sinceros esfuerzos de los que intentaban
transformar Marte en otra Tierra, esos cielos habrían de mantenerse así durante
las siguientes generaciones. Debido a su mayor distancia del Sol, Marte también
era una plataforma de observación ligeramente mejor que la Tierra. Pero, y esto
era lo más importante de todo, la búsqueda se podía automatizar en gran medida:
ya no era necesario recordar de memoria los campos estelares, como habían hecho
algunos de los veteranos, por lo que se podía reconocer un intruso en forma
instantánea. Hacía mucho ya que la fotografía había vuelto anticuado ese
método: sólo era necesario hacer dos tomas con algunas horas de diferencia
entre una y otra y, después, compararlas, para ver si algo había cambiado de
posición. Si bien eso se podía hacer en los ratos de ocio, sentado cómodamente
dentro de una habitación y no tiritando en la fría noche, seguía siendo tedioso
en extremo. El joven Clyde Tombaugh, allá por la década de 1930, literalmente
había revisado millones de imágenes de estrellas antes de descubrir a Plutón.
El método fotográfico había
durado más de un siglo, antes de que se lo reemplazara por la electrónica: una
sensible cámara de televisión podía recorrer el cielo y guardar la imagen
estelar resultante, para después regresar y volver a mirar más tarde. En
cuestión de segundos, un programa de computadora podía hacer lo que a Clyde Tombaugh
le había tomado meses: pasar por alto todos los objetos estacionarios y
"clavarle banderillas" a cualquier cosa que se hubiera desplazado.
En realidad, no era tan
sencillo. Un programa ingenuo volvería a descubrir centenares de asteroides y
satélites conocidos, por no mencionar los millares de pedazos de basura
espacial fabricada por el hombre. A todos esos objetos se los debía comparar
con catálogos, pero también eso se podía realizar en forma automática.
Cualquier cosa que sobreviviera ese proceso de filtrado probablemente iba a
ser... interesante.
El equipo físico para
investigación automática y sus programas no eran especialmente costosos pero,
al igual que con muchos artículos no esenciales de alta tecnología, no se los
podía conseguir en Marte. Así que el doctor Millar tuvo que esperar varios
meses antes de que una de las empresas terrestres proveedoras de material
científico se los pudiera despachar... nada más que para descubrir, como suele
ocurrir con tanta frecuencia, que no había venido un componente esencial.
Después de un áspero intercambio de faxes espaciales, el problema quedó
resuelto. Por fortuna, el médico no tuvo que esperar a que arribara la próxima
nave correo: cuando el proveedor desembuchó de mala gana los detalles del
circuito, los expertos locales lograron conseguir que el sistema entrase en
operación.
Funcionaba a la perfección. La
mismísima noche siguiente, el doctor Millar quedó encantado al descubrir
Deimos, quince satélites de comunicaciones, dos naves de trasbordo en tránsito,
y el vuelo que llegaba desde la Luna. Por supuesto, sólo había explorado una
pequeña parte del cielo (aun en torno de Marte, el espacio se estaba poblando
en demasía. Con razón le habían ofrecido un precio bastante bueno por el
equipo: le sería virtualmente inútil debajo de las nubes de desechos espaciales
que ahora giraban en órbita alrededor de la Tierra.
En el curso del año siguiente,
el médico descubrió dos asteroides nuevos, de menos de cien metros de ancho, e
intentó bautizarlos Miranda y Lorna, en honor de su esposa y hija. La Unión
Astronómica Interplanetaria aceptó el último, pero señaló que Miranda era un
famoso satélite de Urano. El doctor Millar, claro está, sabía eso tan bien como
la UAI, pero creyó que valía la pena intentarlo en aras de la armonía
doméstica. Finalmente accedieron a que fuese Mira: no era factible que alguien
confundiera un asteroide de un centenar de metros con una estrella roja
gigante.
A pesar de varias falsas
alarmas, Millar no encontró algo nuevo durante otro año y ya estaba a punto de
rendirse, cuando el programa informó sobre una anomalía: había observado un
objeto que parecía estar desplazándose, pero con tanta lentitud que no podía
tener certeza, dentro de los límites de error. Sugirió hacer otra observación
después de un lapso más prolongado, para resolver la cuestión en un sentido o
en otro.
El doctor Millar miró el
diminuto punto de luz. Pudo haber sido una estrella tenue, pero los catálogos
mostraban que nada había en ese lugar. Para decepción suya, no había vestigios
de la aureola borrosa que habría indicado que se trataba de un cometa.
"Nada más que otro remaldito asteroide", pensó. "Casi ni vale la
pena molestarse en perseguirlo." Sin embargo, Miranda pronto habría de
darle una nueva hija: sería lindo tener un regalo para el día de su
nacimiento...
Era un asteroide, situado
justamente más allá de la órbita de Júpiter. El doctor Millar dispuso la
computadora para que calculara la órbita aproximada del cuerpo, y quedó
sorprendido al descubrir que Myrna, como había decidido llamarlo, se acercaba
bastante a la Tierra. Eso hacía que fuera algo más interesante.
Millar nunca pudo conseguir
que le reconocieran el nombre. Antes que la UAI
pudiese aprobarlo, observaciones adicionales le calcularon una órbita
mucho más precisa.
Y, entonces, solamente fue
posible un nombre: Kali, la Diosa de la Destrucción.
martes, 17 de diciembre de 2019
EL TELESCOPIO ESPACIAL HUBBLE CAPTA EL COMETA INTERESTELAR BORISOV
Nuevas imágenes del primer cometa extrasolar confirmado, el 2I/Borisov. Las imágenes fueron captadas desde el espacio por el Telescopio Hubble. La primera muestra al Borisov pasando cerca de una galaxia a 327 millones de kilómetros de la Tierra. En la segunda aparece poco después del perihelio. El momento de mayor acercamiento será en pocos días, el 28 de diciembre.
lunes, 16 de diciembre de 2019
TESS CAPTA EL PRIMER ESTALLIDO COMPLETO DE UN COMETA
Captan el estallido de un cometa con un detalle sin
precedentes
El satélite TESS de la NASA muestra la explosión de
principio a fin del Wirtanen mientras se acercaba a la Tierra
Fuente:
Astrónomos de la Universidad de Maryland
(EE.UU.) han captado las mejores imágenes hasta la fecha del estallido
natural de un cometa. Utilizando datos del satélite TESS de la NASA,
dedicado a «cazar» planetas extrasolares,
los investigadores obtuvieron la secuencia, de principio a fin, de una emisión
explosiva de polvo, hielo y gases del cometa 46P/Wirtanen mientras se acercaba a la
Tierra a finales de 2018.
Los astrónomos decidieron utilizar TESS
para observar el cometa porque pasa casi un mes rastreando una determinada
porción del cielo. «Sin descansos diurnos o nocturnos y sin interferencia
atmosférica, ofrece un conjunto de observaciones muy uniforme y de larga
duración», afirma Tony Farnham, autor principal del estudio que publica la
revista «The Astrophysical Journal
Letters». A medida que los cometas orbitan alrededor del Sol, pueden
pasar a través del campo de visión de TESS. Pero la visión de Wirtanen,
reconoce el científico, resultó «sorprendente».
Según Farnham, las observaciones de TESS
del cometa Wirtanen fueron las primeras en capturar todas las fases del
estallido natural de un cometa. Otras tres observaciones anteriores estuvieron
cerca de registrar el comienzo de un evento de explosión, pero no lo
consiguieron. Las observaciones de un estallido del cometa 17P / Holmes en 2017
comenzaron tarde, faltando varias horas de la fase de brillo inicial del
evento. Durante el mismo año, las observaciones de otro estallido, este
del cometa 29P/Schwassmann-Wachmann
1 (SW1) concluyeron temprano, debido a limitaciones en el
tiempo de observación preprogramado. Y, mientras que las observaciones de
la misión Deep Impact capturaron
un estallido del cometa Tempel 1 con
un detalle sin precedentes en 2005, el estallido no fue natural, sino que fue
creado por el módulo impactador de la misión. Sin embargo, las observaciones
actuales son las primeras en capturar la fase de disipación en su totalidad,
asegura Farnham.
Se desvaneció dos semanas
Aunque Wirtanen se acercó más a la Tierra
el 16 de diciembre de 2018, el estallido ocurrió antes, comenzando el 26 de
septiembre. El brillo inicial del estallido se produjo en dos fases distintas,
con un destello de una hora de duración seguido de una segunda etapa más
gradual que continuó creciendo en brillo durante otras ocho horas. Esta segunda
etapa probablemente fue causada por la propagación gradual del polvo del cometa
provocado por el estallido, lo que hace que la nube de polvo refleje más luz
solar en general. Después de alcanzar el brillo máximo, el cometa se desvaneció
gradualmente durante un período de más de dos semanas. Debido a que TESS toma
imágenes detalladas cada 30 minutos, el equipo pudo ver cada fase con exquisito
detalle.
«Con 20 días de imágenes muy frecuentes,
pudimos evaluar los cambios en el brillo muy fácilmente», dice Farnham. «No
podemos predecir cuándo ocurrirán los estallidos de cometas. Pero incluso si de
alguna manera tuviéramos la oportunidad de programar estas observaciones, no
podríamos haberlo hecho mejor en términos de tiempo. El estallido ocurrió pocos
días después de que comenzaran las observaciones», subraya.
Estela de polvo
Farnham y sus colegas también son los
primeros en observar la estela de polvo de Wirtanen. A diferencia de la cola,
el rocío de gas y polvo fino que sigue al cometa y crece a medida que este se
acerca al Sol, la estela es un campo de escombros más grandes que traza la
trayectoria orbital de la roca a medida que viaja alrededor del Sol. A
diferencia de la cola, que cambia de dirección a medida que es arrastrada por
el viento solar, la orientación de la estela se mantiene más o menos constante
con el tiempo.
«La estela sigue más de cerca la órbita
del cometa, mientras que la cola está más desplazada, ya que la presión de la
radiación del Sol la empuja. Lo importante del recorrido es que contiene el
material más grande», afirma Michael Kelley, coautor del trabajo de
investigación. «El polvo de la cola es muy fino, muy parecido al humo. Pero el
polvo de la estela es mucho más grande, más parecido a la arena y los
guijarros. Creemos que los cometas pierden la mayor parte de su masa de esta
forma. Cuando la Tierra se encuentra con la estela de polvo de un cometa,
obtenemos lluvias de meteoritos».
Un millón de kilos
El equipo ha generado una estimación
aproximada de cuánto material puede haber sido expulsado en el estallido
(alrededor de un millón de kilos, lo que podría haber dejado un cráter de cerca
de 20 metros de ancho).
Hay al menos otros cuatro cometas en la misma
área del cielo donde TESS realizó
estas observaciones y se esperan un total de 50 cometas en los primeros dos
años. Según los autores, observar más cometas ayudará a determinar si el brillo
de múltiples etapas es raro o común en sus arrebatos y, lo que es más
importante, qué es lo que los provoca.
jueves, 28 de noviembre de 2019
EL COMETA HALLEY EN "LA AVENTURA DEL HOMBRE"
Nuestro constante colaborador Juan Manuel Biagi nos pasó el dato de Youtube: este capítula de "La aventura del hombre" en plena fiebre por la vuelta del cometa Halley en 1985. Los que peinamos canas recordamos la musiquita futurista que abría "el" programa de documentales de la televisión argentina de los '80, antes de internet y cuando la información era valiosísima y difícil de encontrar. Es interesante pese al pésimo doblaje, el que traducía ni siquiera conocía el nombre de la nave de la ESA que estaba por llegar al Halley y parece decir "shuttle" en vez de "Giotto". En fin, a pesar de esas dificultades, nuestra generación devoraba los documentales y atesoraba la información. Hay varios puntos interesantes. En el minuto 7 se muestran instrumentos astronómicos de observación cometaria en el Museo de Greenwich (que ganas de ir!). En el minuto 11 hay una entrevista al "jefe del proyecto Giotto" en el que sostiene (y se escucha en inglés): "si los gases chocan con la parte anterior de la nave ésta explotará"... ¿y esto? Nunca había sabido de esa posibilidad.... hay que buscar. A continuación se muestra un avión norteamericano que recolectaba partículas de polvo cometario en la estratosfera. A partir del minuto 27 visitamos una tienda de telescopios londinense de nada menos que 200 años de antigüedad y luego el merchandising del Halley, sobre todo motorizado por la "Halley Society", un grupo de excéntricos ingleses. En fin, muy disfrutable. Una última pregunta: ¿a qué se refería el legendario Mario Grassi al final del programa con "7 colas adicionales"?
martes, 26 de noviembre de 2019
REVISTA "MUNDO COMETARIO" DE LA SECCIÓN COMETAS DE LA LIADA (Y UNA REFLEXIÓN SOBRE EL PASADO)
La revista "Mundo Cometario" es una publicación de la Sección Cometas de la Liga Iberoamericana de Astronomía. Por supuesto, recomendamos la lectura de los dos números que han sido editados. Pero también queremos reflexionar especialmente sobre el segundo, en el que se publican las curvas de luz de los cometas observados por miembros de la LIADA entre 2013 y 2019.
La lectura de la revista nos deja una sensación ambivalente. Primero, un gran orgullo al reconocer nuestras observaciones. Los años 2013 y 2014 fueron buenos años de observación, el 2015, no tanto. A partir de 2016 el nuevo telescopio del Observatorio de Oro Verde resultó casi completamente inútil para la observación de cometas. Y en 2018 nos fuimos de allí. La Sección Cometas de la Asociación Entrerriana de Astronomía fue una quijotada de un pequeño grupo que desde 2010 se ganó el respeto de la comunidad astronómica-cometaria. Prueba de ello es este propio blog, nacido en enero de 2014 con el ímpetu de la observación. Ahora no tenemos telescopio para la observación de cometas no brillantes en nuestra Sociedad Lunar Argentina, pero no nos resignamos. ¡Volveremos!
Decíamos sensación ambivalente, alegría por los logros pasados reconocidos en una revista de prestigio. Pero también una sensación de tristeza. La Sección Cometas de la AEA sólo fue para la directiva de la asociación un estorbo. Indiferencia por muchos años (cada dos años publicábamos la Memoria de lo hecho y ni siquiera fue subida a la web de la institución, cuando era la única publicación de la AEA), luego un sucederse de obstáculos a la observación que tratábamos de sortear de las maneras más imaginativas (observaciones furtivas incluidas) y luego directamente hostilidad hacia las observaciones y hacia la LIADA a la que reportábamos. Hasta que tuvimos que irnos de una asociación a la que hicimos significativas aportaciones que exceden lo astronómico.
Nos invade la melancolía por ese hermoso proyecto que fue la Sección Cometas de la AEA. Y también las ganas de volver pronto a la observación. Mientras tanto, compartimos nuestro orgullo por aparecer en la revista cometaria de la LIADA, que pueden descargar aquí:
https://rastreadoresdecometas.files.wordpress.com/2019/11/curvas-de-luz-de-cometas-perc3adodo-dic-2013-agosto-2019.pdf
La lectura de la revista nos deja una sensación ambivalente. Primero, un gran orgullo al reconocer nuestras observaciones. Los años 2013 y 2014 fueron buenos años de observación, el 2015, no tanto. A partir de 2016 el nuevo telescopio del Observatorio de Oro Verde resultó casi completamente inútil para la observación de cometas. Y en 2018 nos fuimos de allí. La Sección Cometas de la Asociación Entrerriana de Astronomía fue una quijotada de un pequeño grupo que desde 2010 se ganó el respeto de la comunidad astronómica-cometaria. Prueba de ello es este propio blog, nacido en enero de 2014 con el ímpetu de la observación. Ahora no tenemos telescopio para la observación de cometas no brillantes en nuestra Sociedad Lunar Argentina, pero no nos resignamos. ¡Volveremos!
Decíamos sensación ambivalente, alegría por los logros pasados reconocidos en una revista de prestigio. Pero también una sensación de tristeza. La Sección Cometas de la AEA sólo fue para la directiva de la asociación un estorbo. Indiferencia por muchos años (cada dos años publicábamos la Memoria de lo hecho y ni siquiera fue subida a la web de la institución, cuando era la única publicación de la AEA), luego un sucederse de obstáculos a la observación que tratábamos de sortear de las maneras más imaginativas (observaciones furtivas incluidas) y luego directamente hostilidad hacia las observaciones y hacia la LIADA a la que reportábamos. Hasta que tuvimos que irnos de una asociación a la que hicimos significativas aportaciones que exceden lo astronómico.
Nos invade la melancolía por ese hermoso proyecto que fue la Sección Cometas de la AEA. Y también las ganas de volver pronto a la observación. Mientras tanto, compartimos nuestro orgullo por aparecer en la revista cometaria de la LIADA, que pueden descargar aquí:
https://rastreadoresdecometas.files.wordpress.com/2019/11/curvas-de-luz-de-cometas-perc3adodo-dic-2013-agosto-2019.pdf
lunes, 18 de noviembre de 2019
Hallan indicios de agua en el cometa Borisov
Un equipo de la NASA encuentra indicios de la
presencia de agua en el cometa 2I/Borisov, el primer cometa interestelar
conocido. De confirmarse esta teoría, estaríamos ante la primera vez que se
detecta agua de otro sistema planetario dentro de nuestro sistema solar.
El cometa Borisov fue descubierto a finales
de agosto de 2019 y, desde entonces, ha sido estudiado minuciosamente por los
astrónomos, dado que a finales de diciembre se alejará de nuestro sistema
solar. Entre otros datos, detectaron que expulsa a la superficie gas en forma
de cianógeno, lo cual es común en los cometas y asteroides de nuestro sistema
solar.
Sin embargo, el gran hallazgo lo encontró el equipo
liderado por Adam McKay en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en
Maryland. En el Observatorio de Apache Point, situando en Nuevo México, usaron
un instrumento que permite estudiar la luz reflejada por el cometa Borisov y
encontraron grandes cantidades de oxígeno alrededor del cometa, posiblemente
como resultado de que el hielo de agua se volviera o sublimara, de sólido a
gas. Esto quiere decir que se calienta por su contacto con el sol.
Porque, como explica McKay, “si una molécula de agua
se sublima de la superficie, se libera como vapor de agua. A partir de ahí, la
luz ultravioleta del sol descompondrá la molécula en hidrógeno y oxígeno, que
es lo que el equipo detectó”.
Un hallazgo que sugiere, a partir de los datos
obtenidos, que el cometa está produciendo hasta 19 kilogramos de agua por
segundo, lo cual indica que estamos ante una detección clara de átomos de
oxígeno y, por tanto, el cometa contiene agua.
Anteriormente, se había detectado agua fuera del
sistema solar en las atmósferas de los exoplanetas o en nebulosas formadoras de
estrellas, pero nunca se había visto agua de otro sistema planetario tan cerca
y, si se confirma, sería la primera vez en encontrar agua de otro sistema
planetario.
Un hallazgo importante que abre el estudio a esa
posible agua del cometa Borisov, dado que podría aportar datos sobre otros
sistemas planetarios. Además, podría ayudar a conocer diferencias y similitudes
con el sistema solar y a saber más sobre el origen del agua y la vida en la
Tierra.
Fuente:
viernes, 25 de octubre de 2019
Más allá de Júpiter, los investigadores descubrieron una “cuna de cometas”
Los investigadores han descubierto una región más allá
de Júpiter que actúa como una “puerta de entrada de cometas”, canalizando
cuerpos helados desde el espacio profundo hacia el sistema solar interior,
donde pueden convertirse en visitantes habituales del vecindario de la Tierra.
Se sabe que los cometas tienen mal genio. A medida que
se precipitan desde los bordes exteriores de nuestro sistema solar, estos
cuerpos helados comienzan a arrojar gas y polvo a medida que se aventuran más
cerca del Sol. Sus estallidos luminosos pueden dar lugar a vistas
espectaculares que adornan el cielo nocturno durante días, semanas o incluso
meses.
Pero los cometas no nacen de esa manera, y su camino
desde su ubicación de formación original hacia el sistema solar interno ha sido
debatido durante mucho tiempo. Los cometas son de gran interés para los
científicos planetarios porque es probable que sean los restos de material más
vírgenes que quedan del nacimiento de nuestro sistema solar.
En un estudio publicado en The Astrophysical Journal
Letters, un equipo de investigadores que incluye a Kathryn Volk y Walter Harris
en el Laboratorio Lunar y Planetario de la Universidad de Arizona informan
sobre el descubrimiento de una región orbital más allá de Júpiter que actúa
como una “puerta de entrada del cometa”. Esta vía canaliza cuerpos helados
llamados centauros de la región de los planetas gigantes (Júpiter, Saturno,
Urano y Neptuno) hacia el sistema solar interior, donde pueden convertirse en
visitantes regulares del vecindario de la Tierra, hablando cósmicamente.
Aproximadamente con forma de rosquilla imaginaria que
rodea el área, la puerta de entrada se descubrió como parte de una simulación
de centauros, pequeños cuerpos helados que viajan en órbitas caóticas entre
Júpiter y Neptuno.
Centauros:
pícaros cuerpos helados en los senderos de Haphazard
Se cree que los centauros se originan en el cinturón de Kuiper, una región poblada por objetos helados más allá de Neptuno y que se extiende hasta aproximadamente 50 unidades astronómicas, o 50 veces la distancia promedio entre el sol y la Tierra. Los encuentros cercanos con Neptuno empujan a algunos de ellos hacia trayectorias internas, y se convierten en centauros, que actúan como la población fuente de los aproximadamente de unos 1000 cometas de corto período que se mueven alrededor del sistema solar interno. Estos cometas, también conocidos como cometas de la familia Júpiter, o JFC, incluyen cometas visitados por misiones de naves espaciales como Tempel 1 (Deep Impact), Wild 2 (Stardust) y 67P/Churyumov-Gerasimenko (Rosetta).
Se cree que los centauros se originan en el cinturón de Kuiper, una región poblada por objetos helados más allá de Neptuno y que se extiende hasta aproximadamente 50 unidades astronómicas, o 50 veces la distancia promedio entre el sol y la Tierra. Los encuentros cercanos con Neptuno empujan a algunos de ellos hacia trayectorias internas, y se convierten en centauros, que actúan como la población fuente de los aproximadamente de unos 1000 cometas de corto período que se mueven alrededor del sistema solar interno. Estos cometas, también conocidos como cometas de la familia Júpiter, o JFC, incluyen cometas visitados por misiones de naves espaciales como Tempel 1 (Deep Impact), Wild 2 (Stardust) y 67P/Churyumov-Gerasimenko (Rosetta).
“La naturaleza caótica de sus órbitas oscurece los
caminos exactos que estos centauros siguen para convertirse en JFC”, dijo Volk,
coautor del artículo y científico asociado del personal que estudia los objetos
del cinturón de Kuiper, la dinámica planetaria y los planetas fuera de nuestro
sistema solar. “Esto hace que sea difícil determinar de dónde vinieron
exactamente y hacia dónde podrían ir en el futuro”.
Empujados por los campos gravitacionales de varios
planetas gigantes cercanos, Júpiter, Saturno y Neptuno, los centauros no
tienden a quedarse, creando un vecindario de gran rotación, dijo Harris.
“Se mueven por unos pocos millones de años, tal vez
unas pocas decenas de millones de años, pero ninguno de ellos estuvo allí ni
siquiera cerca del momento en que se formó el sistema solar”, dijo.
“Sabemos de 300 centauros que podemos ver a través de
telescopios, pero eso es solo la punta de un iceberg de aproximadamente 10
millones de tales objetos”, agregó Harris.
“La mayoría de los centauros que conocemos no fueron
descubiertos hasta que los CCD estuvieron disponibles, además de que necesita
la ayuda de una computadora para buscar estos objetos”, dijo Volk. “Pero hay un
gran sesgo en las observaciones porque los objetos pequeños simplemente no son
lo suficientemente brillantes como para ser detectados”.
Donde los cometas van a morir
Cada paso alrededor del Sol inflige más desgaste a un cometa hasta que finalmente se rompe, tiene un encuentro cercano con un planeta que lo expulsa del sistema solar interno, o sus volátiles, principalmente gas y agua, se agotan.
Cada paso alrededor del Sol inflige más desgaste a un cometa hasta que finalmente se rompe, tiene un encuentro cercano con un planeta que lo expulsa del sistema solar interno, o sus volátiles, principalmente gas y agua, se agotan.
“A menudo, gran parte del polvo permanece y recubre la
superficie, por lo que el cometa ya no se calienta mucho y queda inactivo”, dijo
Harris.
Por algún mecanismo, un suministro constante de “cometas bebés” debe reemplazar a aquellos que han seguido su curso, “pero hasta ahora, no sabíamos de dónde venían”, agregó.
Por algún mecanismo, un suministro constante de “cometas bebés” debe reemplazar a aquellos que han seguido su curso, “pero hasta ahora, no sabíamos de dónde venían”, agregó.
Para comprender mejor cómo los centauros se convierten
en JFC, el equipo de investigación se centró en crear simulaciones por
computadora que pudieran reproducir la órbita de 29P/Schwassmann-Wachmann 1, o
SW1, un centauro descubierto en 1927.
Cometa 29P/Schwassmann-Wachmann-NASA’s
Spitzer Space Telescope.
SW1 ha intrigado durante mucho tiempo a los astrónomos
con su alta actividad y frecuentes explosiones explosivas a pesar del hecho de
que está demasiado lejos del Sol para que el hielo de agua se derrita. Tanto su
órbita como su actividad pusieron a SW1 en un punto medio evolutivo entre los
otros centauros y los JFC, y el objetivo original de la investigación era
explorar si las circunstancias actuales de SW1 eran consistentes con la
progresión orbital de los otros centauros.
Para lograr esto, el equipo modeló la evolución de los
cuerpos desde más allá de la órbita de Neptuno, a través de la región del
planeta gigante y dentro de la órbita de Júpiter.
“Los resultados de nuestra simulación incluyeron
varios hallazgos que alteran fundamentalmente nuestra comprensión de la
evolución del cometa”, dijo Harris.
“De los nuevos centauros seguidos por la simulación,
se encontró que más de uno de cada cinco ingresó a una órbita similar a la de
SW1 en algún momento de su evolución”.
En otras palabras, a pesar de que SW1 parece ser el
único gran centauro del puñado de objetos que actualmente se sabe que ocupan la
“cuna de los cometas”, no es lo atípico que se pensaba, sino más bien ordinario
para un centauro, según Harris
Además de la naturaleza común de la órbita de SW1, las
simulaciones llevaron a un descubrimiento aún más sorprendente.
“Los centauros que pasan por esta región son la fuente de más de dos tercios de todos los cometas de la familia Júpiter”, dijo Harris, “haciendo de esta la puerta de entrada principal a través de la cual se producen estos cometas”.
“Históricamente, nuestra suposición ha sido que la región alrededor de Júpiter está bastante vacía, limpiada por la gravedad del planeta gigante, pero nuestros resultados nos enseñan que hay una región que se alimenta constantemente”, dice Volk.
“Los centauros que pasan por esta región son la fuente de más de dos tercios de todos los cometas de la familia Júpiter”, dijo Harris, “haciendo de esta la puerta de entrada principal a través de la cual se producen estos cometas”.
“Históricamente, nuestra suposición ha sido que la región alrededor de Júpiter está bastante vacía, limpiada por la gravedad del planeta gigante, pero nuestros resultados nos enseñan que hay una región que se alimenta constantemente”, dice Volk.
Esta fuente constante de nuevos objetos puede ayudar a
explicar la sorprendente tasa de impactos en el cuerpo helado con Júpiter, como
el famoso evento Shoemaker-Levy 9 en 1994.
Un
cometa digno de adoración
Basado en estimaciones y cálculos del número y tamaño de los objetos que ingresan, habitan y salen de la región de la puerta de enlace, el estudio predijo que debería sostener una población promedio de aproximadamente 1000 objetos de la familia Júpiter, no muy lejos de los 500 que los astrónomos han encontrado hasta ahora .
Basado en estimaciones y cálculos del número y tamaño de los objetos que ingresan, habitan y salen de la región de la puerta de enlace, el estudio predijo que debería sostener una población promedio de aproximadamente 1000 objetos de la familia Júpiter, no muy lejos de los 500 que los astrónomos han encontrado hasta ahora .
Los resultados también mostraron que la región de la
puerta de enlace desencadena una transición rápida: una vez que un centauro ha
entrado en ella, es muy probable que se convierta en un JFC dentro de unos
pocos miles de años, un abrir y cerrar de ojos en los plazos del sistema solar.
Los cálculos sugieren que un objeto del tamaño de SW1
debería ingresar a la región cada 50000 años, por lo que es probable que SW1
sea el centauro más grande en comenzar esta transición en toda la historia
humana registrada, sugieren Harris y Volk. De hecho, SW1 podría estar en camino
de convertirse en un “super cometa” en unos pocos miles de años.
Comparable en tamaño y actividad hacia el cometa
Hale-Bopp, uno de los cometas más brillantes del siglo 20, SW1 tiene una
probabilidad del 70% de convertirse en lo que potencialmente podría ascender a
los más espectaculares cometa la humanidad ha visto, los autores sugieren.
“Nuestros descendientes podrían estar viendo un cometa
10 a 100 veces más activo que el famoso cometa Halley”, dijo Harris, “excepto
que SW1 regresaría cada seis a 10 años en lugar de cada 75”.
“Si hubiera habido un cometa tan brillante en los
últimos 10000 años, lo sabríamos”, dijo Volk.
“Tomamos esto como una fuerte evidencia de que un
evento similar no ha sucedido al menos desde entonces”, dijo Harris, “porque
las civilizaciones antiguas no solo habrían registrado el cometa, ¡podrían
haberlo adorado!”
El estudio fue escrito por Gal Sarid y Maria Womack,
del Instituto Espacial de Florida y de la Universidad de Florida Central;
Jordan Steckloff del Instituto de Ciencia Planetaria y la Universidad de Texas
en Austin; y Laura Woodney de la Universidad Estatal de California.
jueves, 24 de octubre de 2019
El cometa interestelar Borisov es "indistinguible" de los cometas del Sistema Solar
Por: Nola Taylor Redd
Traducción de:
Las observaciones terrestres del cometa interestelar 2I / Borisov
muestran que se parece a los cometas del sistema solar.
Esta imagen compuesta de dos colores del cometa 2I / Borisov fue
capturada por el telescopio Gemini North el 10 de septiembre de 2019. Observatorio
Géminis / NSF / AURA
El visitante interestelar más nuevo del sistema solar, el cometa 2I /
Borisov, parece notablemente familiar. Un nuevo estudio que caracteriza al
cometa reveló detalles, como el tamaño de su núcleo y la distribución del gas,
que tienen un parecido sorprendente con la población cometaria del sistema
solar exterior.
A finales de agosto, el astrónomo aficionado Gennady Borisov observó un
objeto que se movía por el cielo. Observaciones posteriores revelaron que la
velocidad y la trayectoria del objeto indican un origen fuera del sistema
solar. Ahora conocido oficialmente como Cometa 2I / Borisov (C / 2019 Q4), es
el segundo intruso interestelar identificado por los astrónomos. El primer
visitante interestelar se llama ‘Oumuamua (1I / 2017 U1), pero se parecía más a
un asteroide que a un cometa. Con su difusa cola, Borisov tiene una apariencia
más familiar.
"Hasta ahora, el cometa Borisov es indistinguible de los cometas
observados en nuestro patio trasero, excepto por su órbita", dice Michał
Drahus (Universidad Jagiellonian, Polonia). "Con sus propiedades
familiares, [el cometa Borisov] nos dice que los cometas similares a los que
conocemos de este sistema solar también se forman alrededor de otras
estrellas".
Drahus trabajó con Piotr Guzik, también en Jagiellonian, para observar el
objeto a principios de septiembre con el telescopio Gemini North de 8.2 metros en
Hawai y el telescopio William Herschel de 4.2 metros en las Islas Canarias. El
par de telescopios resultó ideal para estudiar a Borisov, ya que pueden
observarse a bajas elevaciones mientras el cometa permanece cerca del
horizonte. Drahus también señaló que los instrumentos están
"extremadamente bien administrados", lo que permitió a sus técnicos
responder rápidamente a la inesperada solicitud de observación emitida por los
astrónomos.
“Notablemente similar”
Durante décadas, los astrónomos han buscado en el cielo cometas provenientes
de fuera del sistema solar. En los primeros años violentos de la formación de
planetas, una cantidad significativa de material debería ser expulsada del
sistema en crecimiento. La mayoría del material expulsado probablemente
comenzaría en las afueras del sistema, en objetos helados débilmente sostenidos
por la gravedad de su estrella. A medida que los planetas jóvenes migran a
diferentes órbitas, dispersarían este material, expulsando la mayor parte del
sistema.
Sin embargo, durante décadas, los únicos cometas que observamos provienen
de nuestro propio sistema. Luego, en 2017, los astrónomos de todo el mundo
giraron su telescopio hacia el extraño objeto finalmente llamado Oumuamua, un
nombre hawaiano que significa "mensajero de lejos que llega primero".
A diferencia de Borisov, ‘Oumuamua no mostró signos obvios de actividad
cometaria. Su apariencia desafió las expectativas de cómo deberían ser los
visitantes interestelares.
La llegada de ‘Oumuamua hizo que los astrónomos revisaran sus
expectativas sobre la frecuencia con la que los objetos extrasolares deberían
visitar el sistema solar. Incluso con los números actualizados, los astrónomos
no anticiparon al próximo visitante hasta después de 2022, el año que está
programado el inicio del Gran telescopio de reconocimiento sinóptico (Large
Synoptic Survey Telescope, LSST), un amplio telescopio de campo amplio que examinará todo el cielo
cada tres días. Ciertamente, nadie esperaba un segundo visitante solo dos años
después del primero.
El cometa Borisov es todo lo que Oumuamua no era. Mientras que el primer
explorador parecía más un asteroide, con poca o ninguna actividad, Borisov
tiene una cola difusa que lo marca como cometario. Debido a que está activo y
se está acercando al Sol y a la Tierra, Borisov está brillando (actualmente en
la magnitud 16) mientras ‘Oumuamua era tenue (nunca más brillante que
aproximadamente magnitud 20). Lo más importante, si bien ‘Oumuamua solo se pudo
estudiar durante unas pocas semanas antes de que se volviera demasiado débil
para observar incluso con el telescopio espacial Hubble, el cometa Borisov será
visible para los astrónomos durante meses, lo que permitirá observaciones más
profundas.
Según las nuevas observaciones, el núcleo de Borisov tiene un radio de
aproximadamente 1 kilómetro, un tamaño común para los cometas del sistema
solar. El núcleo está dominado por polvo con rastros de gas. El material que
expulsa viaja a velocidades similares a la expulsión de los cometas del sistema
solar, lo que sugiere un proceso similar. Con todo, "parece notablemente
similar a los cometas del sistema solar", dice Draghus.
Estudio futuro
El equipo de Guzik no es el único que está mirando electrónicamente al
nuevo visitante. Los astrónomos de todo el mundo lo han estado observando y
continuarán haciéndolo mientras sea visible. Muchas de esas observaciones se
han publicado en el servidor de preimpresión arXiv, donde el artículo de Guzik
se publicó originalmente a principios de septiembre antes de su publicación
esta semana en la revista Nature Astronomy. Todas las observaciones sugieren
que Borisov tiene un parecido sorprendente con sus parientes del sistema solar.
El
telescopio espacial Hubble tomó esta imagen del cometa 2I / Borisov el 12 de
octubre de 2019.NASA / ESA
"Nos complace ver presentaciones posteriores que confirman nuestros
resultados iniciales y conclusiones", dice Drahus. A medida que Borisov
avanza hacia su aproximación más cercana al Sol el 8 de diciembre, y su
aproximación más cercana a la Tierra el 28 de diciembre, los astrónomos de todo
el mundo, tanto aficionados como profesionales, estarán listos. Drahus y sus colegas
planean continuar monitoreando al intruso para rastrear el brillo a medida que
recibe cantidades crecientes de radiación solar. También esperan continuar
investigando la composición del cometa. Como descartes de otros sistemas
planetarios, ‘Oumuamua, Borisov y otros exploradores interestelares pueden
revelar ideas sobre la era de la formación de planetas, proporcionando contexto
para la historia de nuestro propio sistema solar. Si bien las propiedades
inusuales de ‘Oumuamua sugieren que algunos sistemas jóvenes podrían ser muy
diferentes del sistema solar, la similitud de Borisov nos asegura que otros
sistemas son parecidos a los nuestros. "Parece que la población de objetos
interestelares es más diversa de lo que pensábamos", dice Drahus.
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