miércoles, 13 de febrero de 2019

LOS COMETAS EN “IL GATTOPARDO” DE GIUSEPPE TOMASI DI LAMPEDUSA




Son conocidas las relaciones de una de las obras maestras de la literatura italiana, “Il Gattopardo” del Príncipe Tomasi di Lampedusa, con la astronomía. El protagonista, el Principe di Salina, vive y sufre los tiempos en los que la cultura aristocrática es reemplazada por la cultura burguesa durante la unificación italiana y la conquista del Reino de Nápoles y Sicilia por las tropas de Garibaldi. El famoso motto de “que todo cambie para que nada cambie” es el programa que Salina se impone para que la nueva Italia no termine con lo que él considera lo bueno de la vieja Italia, pero la novela va más allá. Es la historia de la decadencia inevitable de las grandes familias nobles, que no saben adaptarse a los tiempos de mercantilismo y democracia. Es una novela muy citada pero poco leída y su lectura es uno de los grandes placeres que me ha proporcionado la literatura.
El aristocrático protagonista es un astrónomo aficionado de gran nivel, cuenta con un observatorio en su palacio dotado de los más modernos instrumentos científicos, incluso había descubierto dos asteroides (“pianettini”) llamados “Salina” y “Svelto”. La contemplación de los cielos y su imperturbable y matemática serenidad es un escape a la pureza desde la vida que parece haberle sonreído pero que lo ha dejado profundamente descontento, y en el balance que hace de sus alegrías, entre “el sentido de tradición y perennidad que expresan la piedra y el agua”, la caza, la belleza de algunas mujeres que había visto al pasar, se encontraba el orgullo matemático y “la sorpresa de recibir una carta de Arago, que espontáneamente lo felicitaba por la exactitud de los difíciles cálculos relativos al cometa de Huxley”. Hasta hace poco, calcular la órbita de un cometa implicaba días y días de cálculos.
Al evocar sus manos gruesas, manos de felino, evoca su intrínseca delicadeza amorosa al acariciar a la esposa y…  a “los botones esmerilados de los telescopios, catalejos y los “buscadores de cometas”, que, allá en lo alto de la villa, inundaban su observatorio privado”. El Príncipe de Salina tiene una debilidad por los cometas, y quién no… Le debemos al lector la búsqueda acerca de la naturaleza de estos ”cercatori di comete”.
El Principe di Salina está en buena parte inspirado por un antepasado del autor, y el siguiente párrafo expresa una sensación común entre los astrófilos, la molestia de tener que sacrificar los cielos estrellados por el tedio de la vida social:
“No tendría que haber venido al baile: Stella, Angelica, las hijas, la hubieran pasado estupendamente solas, y él en este momento podría ser feliz en el estudio en la terraza de Via Salina, escuchando el murmullo de la funente y tratando de atrapar los cometas por la cola. “Ya está, ya viene, ahora no puedo irme sin ser descortés. Vayamos a ver a los que bailan”.
Pero la más impresionante declaración de la astronomía, y especialmente los cometas, como la evasión a un mundo perfecto, y como el deseo de muerte que irriga toda la novela, aparece en este párrafo en el que el protanista y el Padre Pirrone comparten lo que hoy llamaríamos astronomía amateur y a fines del siglo XIX era astronomía a secas:
“Apaciguados ambos, discutieron sobre una relación que debían enviar pronto a un observatorio extranjero, el de Arcetri. Sostenidos, guiados, parecía, por los números, invisibles en aquella hora pero presentes, los astros surcaban el éter cons su trayectorias exactas. Fieles a sus citas, los cometas se habían habituado a presentarse puntuales hasta el segundo ante quien los observase. Y no eran mensajeros de catástrofes como Stella creía, más bien sus apariciones previstas eran el triunfo de la razón humana que se proyectaba y pasaba a formar parte de la sublime normalidad de los cielos. "Dejemos que aquí abajo los Bendicò” (que es su perro) “sigan las rústicas presas y que cuchillo del cocinero tritura la carne de inocentes animalitos. En la altura de este observatorio las fanfarronadas de uno y lo sanguinario del otro se funden en una tranquila armonía. El problema verdadero, el unico, es poder seguir viviendo esta vida del espíritu en sus momentos mas abstractos, más similares a la muerte”.

Las traducciones, con sus errores, me pertenecen.


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