Son
conocidas las relaciones de una de las obras maestras de la literatura
italiana, “Il Gattopardo” del Príncipe Tomasi di Lampedusa, con la astronomía.
El protagonista, el Principe di Salina, vive y sufre los tiempos en los que la
cultura aristocrática es reemplazada por la cultura burguesa durante la
unificación italiana y la conquista del Reino de Nápoles y Sicilia por las
tropas de Garibaldi. El famoso motto de “que todo cambie para que nada cambie”
es el programa que Salina se impone para que la nueva Italia no termine con lo
que él considera lo bueno de la vieja Italia, pero la novela va más allá. Es la
historia de la decadencia inevitable de las grandes familias nobles, que no saben
adaptarse a los tiempos de mercantilismo y democracia. Es una novela muy citada
pero poco leída y su lectura es uno de los grandes placeres que me ha
proporcionado la literatura.
El
aristocrático protagonista es un astrónomo aficionado de gran nivel, cuenta con
un observatorio en su palacio dotado de los más modernos instrumentos
científicos, incluso había descubierto dos asteroides (“pianettini”) llamados
“Salina” y “Svelto”. La contemplación de los cielos y su imperturbable y
matemática serenidad es un escape a la pureza desde la vida que parece haberle
sonreído pero que lo ha dejado profundamente descontento, y en el balance que
hace de sus alegrías, entre “el sentido de tradición y perennidad que expresan
la piedra y el agua”, la caza, la belleza de algunas mujeres que había visto al
pasar, se encontraba el orgullo matemático y “la sorpresa de recibir una carta
de Arago, que espontáneamente lo felicitaba por la exactitud de los difíciles
cálculos relativos al cometa de Huxley”. Hasta hace poco, calcular la órbita de
un cometa implicaba días y días de cálculos.
Al
evocar sus manos gruesas, manos de felino, evoca su intrínseca delicadeza
amorosa al acariciar a la esposa y… a “los
botones esmerilados de los telescopios, catalejos y los “buscadores de cometas”,
que, allá en lo alto de la villa, inundaban su observatorio privado”. El
Príncipe de Salina tiene una debilidad por los cometas, y quién no… Le debemos
al lector la búsqueda acerca de la naturaleza de estos ”cercatori di comete”.
El
Principe di Salina está en buena parte inspirado por un antepasado del autor, y
el siguiente párrafo expresa una sensación común entre los astrófilos, la
molestia de tener que sacrificar los cielos estrellados por el tedio de la vida
social:
“No tendría que haber venido al baile: Stella, Angelica, las
hijas, la hubieran pasado estupendamente solas, y él en este momento podría ser
feliz en el estudio en la terraza de Via Salina, escuchando el murmullo de la
funente y tratando de atrapar los cometas por la cola. “Ya está, ya viene,
ahora no puedo irme sin ser descortés. Vayamos a ver a los que bailan”.
Pero la más impresionante declaración de la astronomía, y
especialmente los cometas, como la evasión a un mundo perfecto, y como el deseo
de muerte que irriga toda la novela, aparece en este párrafo en el que el
protanista y el Padre Pirrone comparten lo que hoy llamaríamos astronomía amateur
y a fines del siglo XIX era astronomía a secas:
“Apaciguados ambos, discutieron sobre una relación
que debían enviar pronto a un observatorio extranjero, el de Arcetri. Sostenidos,
guiados, parecía, por los números, invisibles en aquella hora pero presentes,
los astros surcaban el éter cons su trayectorias exactas. Fieles a sus citas,
los cometas se habían habituado a presentarse puntuales hasta el segundo ante
quien los observase. Y no eran mensajeros de catástrofes como Stella creía, más
bien sus apariciones previstas eran el triunfo de la razón humana que se
proyectaba y pasaba a formar parte de la sublime normalidad de los cielos.
"Dejemos que aquí abajo los Bendicò” (que es su perro) “sigan las rústicas
presas y que cuchillo del cocinero tritura la carne de inocentes animalitos. En
la altura de este observatorio las fanfarronadas de uno y lo sanguinario del
otro se funden en una tranquila armonía. El problema verdadero, el unico, es poder
seguir viviendo esta vida del espíritu en sus momentos mas abstractos, más
similares a la muerte”.
Las traducciones, con sus errores, me pertenecen.
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