Uno
de los grandes sucesos cometarios del siglo XX fue la colisión de los
fragmentos del cometa Shoemaker Levy 9 con Júpiter el 16 y el 22 de julio de
1994. La atracción gravitatoria de Júpiter primero fragmentó al cometa y luego 23
fragmentos fueron impactando sucesivamente la atmósfera del gigante gaseoso, creando
manchas oscuras que tardaron meses en disolverse.
Los
impactos fueron una gran oportunidad de observar el ingreso del agua que
supuestamente debía traer el Shoemaker Levy, como todos los cometas. Sin embargo, el análisis de los impactos no
produjo el resultado deseado, solamente uno de los 23 fragmentos (identificado como Q2) “dio positivo” en
presencia de agua, según un estudio del instituto de Astrofísica de Andalucía. Mucho
se debatió sobre la volatilización del agua cometaria en el evento de
fragmentación previo a los impactos. Pero en 1997 el Infrared Space Observatory
de la Agencia Espacial Europea detectó agua en estado gaseoso en las
estratósferas de los planetas gaseosos Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. En la helada estratósfera, en
el exterior de la atmósfera, el agua en estado gaseoso que eventualmente
hubiera en las capas internas de la atmósfera de un gigante gaseoso no podría
llegar hasta las capas más externas, por lo que tendría que haber llegado del
exterior. En 2009 estudios llevado a cabo con el también europea Telescopio
Espacial Herschel demostraron que en Saturno, el vapor de agua en la
estratósfera se explica por los fragmentos de hielo de sus anillos y sobre todo
por las heladas erupciones de los volcanes de sus satélite Enceladus. Y que el
agua en estado gaseoso en la estratósfera de Júpiter se ubicaba en el hemisferio
meridional, la zona precisa en que se produjeron los impactos de los fragmentos
cometarios en 1994. No es posible explicar el origen del vapor de agua en la
estratósfera joviana por transferencia desde satélites o polvo interplanetario
por cuanto se hubiera comprobado en toda la estratósfera y no sería localizada
en una zona particular, que coincide con el evento de 1994.
Una
nueva evidencia de la presencia masiva de agua en los cometas.
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