Densas en
invierno, oscuras y pesadas como una capa sobre el mundo, las nubes hasta
septiembre suelen quedarse por muchos días. Pero cuando sopla el viento suelen
ser imprevisibles, a veces tapan el cielo o lo abandonan por completo en los
escasos minutos que dura una taza de café compartida en el observatorio. En verano
pueden ocupar el cielo durante muchos días, con la esperanza de la lluvia que
las limpie postergándose caprichosamente. Cuando hay tormenta avanzan hacia la
cúpula como un malón, aunque a veces dejan ventanas en las que el telescopio
puede vagar. A veces el cielo parece despejado pero hay un lienzo fino y
problemático que enturbia todo, son ellas. Las nubes, pesadilla del astrónomo.
Hace más de diez días que no nos dejan ver las estrellas. Las oriónidas se
acercan a su máximo y no hemos visto ninguna. Mañana es el día tan esperado del
acercamiento a Marte del C/2013 A1 Siding Spring, y parece que no lo veremos. Pero
igual son bellas.
Esta belleza es
de uno de mis pintores favoritos, Caspar David Friedrich:
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