Es usual reírse de
los temores que en siglos precedentes se tenían de los cometas como portadores
de desastres climáticos, pestes y guerras. También es usual olvidar que estos
temores eran fundados para los conocimientos científicos de siglos precedentes.
Al pensarse que los cometas eran exhalaciones pestilentes de la Tierra que
subían al cielo (y sólo recientemente se sabe que son fenómenos astronómicos y
no meteorológicos), fácil es ver que dichas exhalaciones pestilentes
suspendidas supuestamente tan cerca de la superficie producirían efectos
nocivos sobre la tierra, efectos que coincidían con los efectos que la medicina
de la época les asigna a los “vapores calientes”.
Para ello hemos
extraído un párrafo de una especie de obra de divulgación de los conocimientos
de la física de la época, de un autor verdaderamente genial: Diego de Torres
Villarroel (1693-1770), llamada “Viaje Fantástico”, de 1724, relativa a las
causas de formación y efectos de los cometas:
“Fórmanse de
exhalaciones cálidas y secas con porciones de sulfuro, en unos meteoros más sutiles
y en otros más crasos; esta materia se inflama y se enciende como la de los
relámpagos, y así encendida se hace visible en el aire, y dura hasta que se
consumen las porciones de sulfuro; se dejan ver estas impresiones en el aire en
varias figuras: fingense dragones, estrellas nuevas y otras veces hacen pirámides
de fuego, erigen edificios y otras infinitas apariencias que atemorizan y
aterrorizan a los habitadores de la tierra. Éstas se aparecen pocas veces,
porque las nubes recogen para sí estas materias untuosas, oleaginosas y
sulfúreas, y cuando se rompe la nube, las enciende y disipa. Las impresiones
más conocidas en esta media región son las de los cometas, y aunque hay
variedad con los filósofos donde sea su formación, pues unos dicen que están
sobre la Luna en la región Etérea, otros, que es una unión el cuerpo del cometa
de muchas estrellas errantes, otros, y entre ellos Cartesio, siente que los
cometas, aunque aparecen de nuevo, no se forman de nuevo, porque son planetas
extraordinarios, creados desde el principio del mundo, los cuales con
movimientos propios se mueven tan altos que no se pueden descubrir desde la
Tierra, sino es algunas veces que bajando se acercan a ella, y después se
vuelven a subir; pero mi sentir es el que diré a vuestras mercedes.
El Sol y los
demás cuerpos celestes segregan de los dos elementos de tierra y agua cierta naturaleza fumosa, caliente y seca,
con parte de humedad, y ésta, por virtud de los astros y el fuego y aire
subterráneo, es atraída a la suprema región del aire, o primera del fuego,
cuyas partes elevadas y vencidas por el calor y sequedad, fácilmente conmistas
y agitadas, y según la cantidad de materia y diversidad de colores, tiene
diversos nombres, se predicen sus efectos y se conoce su duración. Todos los
filósofos sienten y pronostican por extremos del mal de los cometas; porque en
la elevación, la copia de exhalaciones
calientes y secas chupan lo pingüe de la tierra y consumen la humedad que la
fertiliza y la dejan estéril; y como dice Liconiense, es una materia
separada de las cosas complexionadas por acción de los cuerpos celestes y con
esta separación quedan mal acondicionadas y enfermas. Extrae al mismo tiempo en el hombre el húmido radical, causa
sequedades, y en éstas envueltas las pasiones y afectos de esta misma cualidad,
enciende la ira, de que resultan disensiones, pleitos y guerras, impresiona e
inficiona el aire, que ocasiona enfermedades, pestes, hambres, carestías,
mudanzas de reinos y otras cosas; y en fin, el cometa nunca puede ocasionar
nada bueno, porque presionando el aire con sus malignas cualidades; éstas una
vez encendidas en el aire, como el cielo no es capaz de estas peregrinas
impresiones, es preciso que desciendan a la tierra, y estas inficionan a todo
el reino animal y vegetal; porque todas viven de él, “e in tantum vivimos in
quantum respiramus”. Cuando el aire no es puro, es preciso que su impresión,
como pestífera, causa semejantes malignidades. No faltan astrónomos que dicen
que el cometa, en cuanto ataja mayores daños, es de utilidad. Fúndanse en decir
que luego que la tierra empieza a exhalar aquellos alientos corrompidos y
pestilentes, como éstos son nocivos a todos lo vegetal y elementado, y que a no
tener esta inflamación a la última región del aire, todo lo inficionara”.
Viaje Fantástico
(y otras obras), de Diego de Torres Villarroel. Edicomunicación S.A.,
Barcelona, 1996 (págs.48/49).
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