En
Google Books, un arcón de tesoros para los que amamos los libros antiguos pero
no podemos comprarlos, se puede encontrar el tratado de Jean Philippe Loys de
Cheseaux sobre el cometa de 1744, que el lector recordará como el cometa con
muchas colas y una extraña melodía:
El
libro se llama “Traité de la comete qui a parut en decembre 1743” y el título sigue
ocupando toda la primera hora, como era de estilo en 1744.
El
libro tiene una parte teórica que he disfrutado mucho y que pronto compartiré,
pero ahora les dejo la descripción de la primera observación de Jean Philippe
Loys del Gran Cometa de 1744 (en mi traducción):
“Este
cometa fue visto por primera vez en Harlem el 10 de diciembre de 1743 por Mr.
D…, quien fue, según creo, el descubridor. Nosotros no lo observamos hasta tres
días después, de la siguiente manera.
El
13 del mismo mes, después de varios días de cielo nublado, deseoso de ver si
había algo nuevo en el cielo, distinguí entre las constelaciones del Triángulo
y Piscis una estrella que me pareció extraordinaria, era más grande que las
estrellas fijas de cuarta magnitud y más pequeña que las de tercera magnitud.
Cuando se la observaba atentamente, su diámetro parecía más grande que el de
cualquier estrella, pero su luz más débil las asemejaba a las fijas, a simple
vista no presentaba ni cola ni cabellera, pero con una lente de 3 pies se veía una pequeña
cola y con una de 14 se veía más ostensiblemente, aunque igualmente corta. Esta
estrella, que debía ser un cometa, se parecía bastante a la Nebulosa de Andrómeda,
aunque más luminosa. En su centro no se distinguía un punto brillante como una
estrella sino solamente un resplandor de luz más brillante que en los bordes”.
Cualquiera
que haya observado un cometa de magnitud 3.5 como el Gran Cometa de 1744 cuando
lo observó nuestro autor, 3 días después de descubierto, podrá reconocer la
apariencia de lo que habrá visto, incluso podríamos fijar la densidad de la
coma por las indicaciones (centro difuso en vez de puntual).
Por
último, un poco de envidia por los astrónomos de los siglos en los que no había
luz eléctrica, que podía simplemente salir a “ver si había algo nuevo en el
cielo”.
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