miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA TEORÍA COMETARIA EN 1744. “TRATADO DEL COMETA QUE APARECIÓ EN DICIEMBRE DE 1743”

Ya hemos abrevado en esta belleza de libro del siglo XVIII escrito por Jean Philippe Loys de Cheseaux. Ahora quería traducir algunos párrafos que exponen la teoría cometaria vigente en 1744, cuando salió este libro inspirado por el Gran Cometa de 1743. Es un curioso momento, en el que se sabía todavía poco:
 “Un gran volumen no sería suficiente si se quisiera reunir todo los que los filósofos y los astrónomos han escrito sobre los cometas, pero si nos atenemos a las opiniones que parecen más verosímiles, bastarían algunas páginas” (p.12/13)
Pero las leyes de la gravitación de Newton ya mostraban el camino, aunque la gran prueba todavía no se había producido: el retorno del cometa Halley. Pero las propias leyes newtonianas empezaban a confirmar la antigua teoría que Séneca reportaba como propia de los caldeos y de los estoicos: los cometas son una “especie de planetas”:
“Se considere a los cometas como una especie de planetas tan antiguos como nuestro mundo o se los considere como exhalaciones pasajeras, lo cierto es que sus movimientos y rutas están determinadas por las leyes de gravitación o atracción de Newton, cuya realidad parecen demostrar todos los fenómenos celestes. Esto dicho, si los cometas son exhalaciones emanadas del Sol, deberían (aplicando dichas leyes) salir de este astro en línea recta, lo que es manifiestamente contrario a las observaciones de todos los cometas. Pero si los cometas son una especie de planetas, es cierto que son muy distintos de los planetas propiamente dichos (…) Los cometas pueden ser cometas menos densos que los otros planetas y por ello menos calientes porque están destinados a pasar la mayor parte de su órbita lejos de la fuente de calor que es el Sol. Esa poca densidad les impide tener satélites. En ninguno de los cometas que se han observado con telescopios desde hace 80 años y que se han acercado a la Tierra más que ningún otro planeta se han observado satélites”. (p.36/37).
Sorprende la conclusión del sabio francés, a casi 3 siglos, una verdadera anticipación de la nube de Oort y de la pluralidad de sistemas planetarios:

“Los cometas serían planetas singulares, destinados a ocupar la parte del espacio que se encuentra entre el Sol y las estrellas fijas, espacio realmente inmenso y necesario para separar a los diferentes sistemas del Universo y evitar la atracción entre ellos” (p.40).

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