Algo
terrible sucedió en el año 546, considerado el año más frío en la historia de
la humanidad. Los estudios de los anillos de crecimiento de los árboles
correspondientes a los años 536-545 en distintas zonas geográficas del planeta
demuestran un clima extremadamente frío en esa época. Las fuentes históricas
chinas hablan de un “velo de polvo” en la atmósfera y de heladas en pleno
verano. El historiador de la corte bizantina Procopio cuenta que en 536 el Sol
y la Luna habían
perdido su brillo, como en un eclipse.
Sólo
hay dos eventos globales que pueden haber provocado un repentino cambio
climático y el fenómeno de la “niebla seca”: una gigantesca erupción volcánica
o el impacto de un asteroide o un fragmento de cometa.
La
primera hipótesis parece menos viable, ya que la firma distintiva de la
erupción de un “súper volcán” hubiera sido un grado de acidez significativo en
la atmósfera, lo que ha sido descartado con el estudio de las capas de hielo en
los casquetes polares correspondientes a esa época.
También
es cierto que no se ha encontrado un cráter que se pueda relacionar con un
impacto en 536, pero también es cierto que un probable escenario es la
explosión en el aire lo suficientemente poderosa como para iniciar masivos
incendios forestales que desencadenaron una nube de humo y ceniza capaz de
generar lo que los modernos científicos han estudiado como consecuencia de una
guerra atómica: un “invierno nuclear”. Las enormes cantidades de hollín en la
alta atmósfera generarían un cambio del albedo de nuestro planeta con la
consiguiente disminución de la temperatura global.
Y
el impacto de un fragmento cometario es una hipótesis más probable que el
impacto de un asteroide, por cuanto el fragmento de un cometa disipa su energía
a más altura y por lo tanto sus efectos abarcan una zona más extensa. Es
escalofriante, pero los estudios científicos realizados siguiendo esta
hipótesis han concluido que basta con un fragmento de 100 metros de diámetro
para provocar el cambio climático sufrido en 536.
El
estudio del impacto del cometa Shoemaker-Levy contra Júpiter en 1994 fue una
útil comparación. En la última imagen de la secuencia que sigue se ve el
“penacho” característico de un impacto cometario en la alta atmósfera:
Y
aquí un esquema del efecto “penacho”:
El
cometa ingresa en la atmósfera generando un delgado “tubo” por el cual escapa
el material resultante de la explosión por la misma fuerza de la explosión, ese
material luego vuelve a caer sobre la atmósfera como una capa que la envuelve y
que será la responsable del enfriamiento global.
Esa
dinámica explosiva de “penacho” se habría dado en Tunguska en 1908, lo que
explicaría la extraordinaria luminosidad de la atmósfera con posterioridad,
atribuida a nubes noctilucentes de material generado por la explosión
cometaria. Aunque no hubo enfriamiento significativo en 1908, y Tunguska sigue
siendo un misterio.
No
debemos olvidar las catastróficas consecuencias del impacto cometario de 536.
La población europea sufrió una disminución enorme, los 9 años fríos y oscuros
produjeron cosechas muy pobres y el hambre permitió la proliferación de la
llamada “plaga de Justiniano”, muy probablemente el primer brote de la peste
negra.
Los
asteroides figuran en el primer puesto de las amenazas cósmicas, pero basta un
pequeño fragmento de un cometa, y la fragmentación no es un episodio muy
infrecuente, para generar un escenario de desolación.
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