Todos
podemos pensar en un rostro conocido de quién dice amar la astronomía y sólo
busca provecho. Ese fue el caso de unos ladrones de gallinas en 1910:
“Temprano
el 29 de abril de 1910, en la calle principal de Towacco, Nueva Jersey, dos
hombres jóvenes y bien vestidos se presentaron como una suerte de pregoneros e
informaron que esa noche podría observarse una vista especialmente espléndida
del cometa Halley desde la cima de la cercana montaña Waukhaw. Según dijeron,
sería un espectáculo astronómico memorable. El acontecimiento científico del
siglo. Ciertamente, dijeron que el instituto de tecnología que ellos
representaban, en un intento de avivar el interés general por la ciencia,
ofrecía premios a la mejor descripción de aficionados del cometa y su larga
cola, según ambos aparecían en el cielo nocturno. Una joven llamada Lily-según
un cronista contemporáneo la hija muy talentosa de cierto Cyrus Lautergan fue
la primera en aceptar el reto y anunció que estaría en la cima de la montaña
con paleta y caballete. Apareció un rival. Mary Vanderlip se apresuró a señalar
que por lo que se refería a la representación en colores del cielo, ella era
igual y muy probablemente superior a Lily Lautergan. Mary también acudiría a la
cita.
“En
definitiva” informó The New York Times a la mañana siguiente, “esta mañana la
cima de la montaña Waukhaw estaba poblada por las bellezas, los caballeros y
las acompañantes de Towacco. La señorita Lily y la señorita Mary estaban
prontas con sus paletas y se cruzaban apuestas sobre la ganadora”. Pero en
definitiva la noche no fue muy exitosa. Por una parte, la bruma y las nubes
oscurecieron la visión del cometa Halley, pero cuando los buenos ciudadanos de
Towacco regresaron a sus casas comprobaron que les habían saqueado los gallineros.
Cyrus Doolite perdió 300 aves y las familias Lautergan y Vanderlip también
soportaron importantes pérdidas. “Por lo que a mí se refiere, el cometa Halley puede
irse al infierno” dijo el señor Lautergan después de contar sus pérdidas. “Maldito
cometa”.
Fuente:
“El cometa Halley”, por Richard Flaste y otros (Javier Vergara Editor, 1985),
páginas 74 y 75.
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