Uno
de los últimos coletazos históricos del miedo a los cometas como productores de
cometas tuvo la forma de un libro publicado en 1950 y que, increíblemente, fue
un enorme éxito editorial y generó un intenso debate científico: “Words in
collision” (“Mundos en colisión”) del
ruso Emmanuel Velikovsky. El autor recurre a un procedimiento que seguramente
tiene antecedentes y que tuvo herederos en gente como el ufólogo Erich Von Däniken:
cree a pies juntillas en el relato bíblico del Viejo Testamento y después trata
de confirmar todos sus eventos milagrosos con explicaciones extrañas que
involucran hipótesis claramente no probadas, ni siquiera verosímiles
(extraterrestres en el caso de von Däniken, el cometa Venus en el caso de
Velikovsky). Sí, leyeron bien, el cometa Venus. En “El cerebro de Brocca”,
colección de ensayos de Carls Sagan leemos la singular hipótesis de cómo el
planeta Venus, según Velikovsky, fue en sus orígenes un cometa que surgió de
Júpiter, pasó por las cercanías de la Tierra y Marte en varias ocasiones (¡Y en
tiempos históricos incluso!) para luego, hace algunos milenios, estabilizarse
en órbita solar y transformarse en el planeta Venus:
“El
planeta Júpiter expulsó de su seno un cometa de grandes dimensiones que hacia
el 1500 antes de nuestra era colisionaría levemente con nuestro planeta. Y de
tal colisión derivan, directa o indirectamente, todas las plagas y
tribulaciones faraónicas descritas en el Éxodo bíblico. La materia responsable
de que las aguas del Nilo se convirtieran en sangre procedía del cometa. Las
alimañas descritas en el Éxodo provienen del cometa, las moscas y quizá los
escarabajos se han visto empujados a la fecundación y a multiplicarse gracias
al calor por éste desprendido, como sucediera en el caso de las ranas,
originariamente terrestres. Los terremotos provocados por el cometa arrasaron
las edificaciones egipcias sin dañar en absoluto las de los hebreos. (A decir
verdad, lo único que parece no tener su origen en el cometa es el colesterol
responsable del endurecimiento del corazón del faraón egipcio) Cómo no, todo lo
indicado y más se desprendió de la cola del cometa, responsable también de que
las aguas del Mar Rojo se abrieran en dos cuando Moisés alzó su vara ante
ellas, tal vez a causa de la marea creada por el campo gravitatorio del cometa
o a causa de alguna imprecisa interacción eléctrica o magnética desencadenada
entre éste y el Mar Rojo. Luego, una vez cruzaron sin el menor percance los
hebreos, evidentemente el cometa se alejó lo suficiente como para que las aguas
partidas en dos volvieran a su viejo cauce y ahogaran a las huestes del faraón.
Durante los cuarenta años subsiguientes, mientras vagaban errantes por el
desierto del pecado, los hijos de Israel se alimentaron del maná que les caía
de los cielos, que resultó ser un compuesto de hidrocarbonos (o carbohidratos)
originados en la cola del cometa.
Otra
posible lectura de Worlds in Collision parece dar a entender que entre el desencadenamiento
de las plagas y los sucesos del Mar Rojo debió transcurrir un mes o dos y que
tuvieron sus orígenes en sendos pasos del cometa por nuestra atmósfera. Tras la
muerte de Moisés, una vez el manto del liderazgo ha pasado a hombros de Josué,
este mismo cometa volverá a rozar nuestro planeta con chirriante estruendo.
Cuando Josué
clama
«Sol, párate sobre Gibeón; y tú, Luna, sobre el valle de Ajalón», la Tierra
-quizás a causa una vez más de interacción gravitatoria, o tal vez en razón de
cierta inducción magnética inespecífica generada sobre la corteza terrestre -
cesa inmediatamente de girar y le permite a Josué alcanzar la victoria en la
batalla. Acto seguido el cometa está a punto de colisionar con Marte,
interaccionando con él con tal fuerza que le arranca de su órbita y le pone en
peligro por dos veces de chocar con nuestro planeta, cuasi-colisiones que provocan
la destrucción de los ejércitos del rey asirio Sanaquerib, responsable de la miserable
existencia que venían soportando las últimas generaciones de israelitas. En la fase
siguiente Marte se incorpora a su órbita actual y el cometa entra en órbita
circular alrededor del sol para convertirse en el planeta Venus, que en opinión
de Velikovsky no había existido hasta este preciso instante. Mientras tanto, la
Tierra se ponía de nuevo en movimiento, y éste mantenía unas características
muy similares a las que tuviera antes de todos estos encuentros celestes.
Hasta
alrededor del siglo VII a.C. no debió producirse ningún comportamiento
planetario aberrante, y ello a pesar de la abundancia con que parecen haberse
producido durante el segundo milenio. Nadie, ni defensores ni detractores,
podrá dejar de admitir que se trata de un relato notable y sorprendente. Pero
además, y por fortuna, se trata de un relato susceptible de verse sometido a
contrastación científica. Las hipótesis de Velikovsky le llevan a efectuar
ciertas predicciones y deducciones. Por ejemplo, que los cometas son grandes
masas de materia expulsadas del seno de los planetas; que los cometas son
capaces de pasar muy cerca de los planetas, incluso rozarlos, creando
perturbaciones; que en los cometas, así como en las atmósferas de Júpiter y
Venus, viven alimañas; que en todos estos lugares que acabamos de citar también
podemos encontrar carbohidratos; que en la península de Sinaí cayeron de los
cielos suficientes carbohidratos como para alimentar durante cuarenta años a
las errabundas masas israelitas que cruzaban el desierto; que órbitas
excéntricas de planetas y cometas pueden tornarse perfectamente circulares tras
el paso de unos cientos de años; que se producían fenómenos volcánicos y
tectónicos en nuestro planeta e impactos de diferentes cuerpos celestes sobre
la superficie lunar simultáneamente a tales catástrofes; y así sucesivamente.
Deseo discutir cada uno de tales puntos así como algunos otros no mencionados
hasta aquí, como por ejemplo el supuesto de que la superficie de Venus se halla
a elevada temperatura, que aunque sea un aspecto secundario con respecto a la sustentación
de sus hipótesis no por ello ha dejado de jugar un papel primordial como prueba
a favor post hoc. También deseo someter a examen una «predicción» adicional y fortuita
de Velikovsky, a saber, que los casquetes polares de Marte están compuestos por
carbono o carbohidratos. La conclusión de mi análisis crítico es que cuando
Velikovsky se muestra original en sus planteamientos es más que probable que
esté equivocado, mientras que en aquellos puntos en que acierta se sustenta en
ideas ya previamente empleadas por otros. No son pocas las veces en las que
además de sustentar errores no presenta la menor originalidad, aspecto este
último de notable importancia pues se ha mantenido que ciertas circunstancias
(por ejemplo, la elevada temperatura de la superficie de Venus) fueron predichas
por Velikovsky en momentos en que todo el mundo las imaginaba muy distintas.Pero
como tendremos oportunidad de ver, en realidad no ha sido así”
El
relato de Velikovsky no tiene ningún sentido histórico, por lo que intentar
probar que los acontecimientos no solamente improbables astronómicamente, sino
más bien imposibles, es una empresa sin sentido. Sin embargo, es lo que hace
Carl Sagan, con su prosa tan atractiva. Disecciona una por una las falacias
astronómicas del relato de manera innecesaria, cualquiera con cierto
conocimiento histórico y que sepa de astronomía planetaria lo que dice la
entrada en un diccionario se da cuenta de que no es siquiera probable. Pero el
bueno de Sagan elige un contrincante como si fuera un boxeador que elige pelear
con un niño de seis años para mostrarnos lo que es la técnica boxística. Otros
ensayos de la misma sección “Fabricantes de paradojas” siguen el mismo
derrotero, incluso se nos dice cuáles son los libros de ciencia ficción que
podemos leer si respetamos la ciencia y cuáles no (la literatura parece estar
ausente del debate).
Siempre
me resultó un poco irritante la distinción que hace Sagan, que por otro lado es
un escritor genial, entre los científicos (y los que admiran a los científicos,
porque es pícaro y siempre incluye a quienes se siente amantes de la ciencia
por leer divulgación) y el resto de la humanidad, que carecería de la
racionalidad de los primeros. ¿Acaso no hay racionalidad fuera de la ciencia?
¿Acaso la ciencia es siempre racional? No, no lo es, no lo ha sido,
mayoritariamente, en esta crisis del COVID-19. Y me parece que el análisis
meticuloso de la tontería de Velikovsky por parte de Sagan es un alarde de
fariseísmo científico, ni más ni menos.
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