Hay casos extremos de autores que
sólo sufrieron en vida sin disfrutar un minuto de la enorme fama literaria de
la que gozarán después de muertos (el caso de John Kennedy Toole es
paradigmático). El autor del que nos ocupamos es el caso exactamente opuesto:
gozó de una fama inmensa en su vida y más de dos siglos después de su muerte
nadie lo recuerda. Hablamos del poeta inglés Edward Young, autor de “Night
Thoughts” (“Pensamientos nocturnos”), una serie de largas elegías en las que
aborda distintos temas, siempre desde una perspectiva melancólica y nocturna.
Nuestra percepción de algo que parece tan obvio, la noche, es cultural-aunque
no nos percatemos de ello. Y el amor por la noche comienza en nuestra
civilización a mediados del siglo XVIII, cuando escribía Young, y hasta
podríamos decir que empezó con la obra de Young. Antes del romanticismo la
noche era considerada algo así como “el lado maligno del día”. La belleza misma
se concebía en términos de luz. El romanticismo plantó la bandera de la
rebelión frente a todo lo impuesto: la razón, la tiranía, la religión, el
matrimonio y el día. Y la obra de Young fue una de las primeras que reivindicó
los paseos nocturnos como una manera de filosofar. Los “Pensamientos nocturnos”
tuvieron una fama que no tiene punto de comparación con cualquier libro que
haya aparecido en los últimos cien años y se consideraba a su autor como uno de
los autores más grandes de la historia. De hecho, fue tan famoso como cualquier
rockstar y hasta se tejió la leyenda de que su melancolía extrema se había originado por haber tenido que enterrar
a su propia en un bosque francés porque como protestante se la había negado
sepultura.
Pero cuando otros autores llevaron
el romanticismo mucho más lejos que este clérigo inglés temeroso de Dios, su
fama empezó a declinar y hoy nadie lo recuerda. Su estilo hizo historia y las
“noches” se transformaron en el género de moda durante 50 años. El rígido siglo
XVIII había terminado y el hombre reivindicaba el derecho de sentir y no sólo
de razonar, de sentirse vagamente triste frente a una tumba en el campo una
noche de luna llena.
De la obra de Young hemos extraído
y traducido algunos párrafos en los que nuestra particular obsesión, los
cometas, aparecen como poderosas imágenes simbólicas.
La “Cuarta Noche” lleva como título
“El triunfo cristiano, nuestra única cura para el temor a la muerte”. En ella
encontramos una curiosa alegoría de un cometa que retorna como lo hará Cristo.
La referencia al “cabo del Paraíso” es genial: se asemeja la órbita del cometa
a la navegación marítima y se hace alusión a un accidente geográfico famoso: el
Cabo de Buena Esperanza. Así, el cometa llega hasta el Paraíso y ahí pega la
vuelta. Una imagen bellísima. Hay una mezcla de ciencia nueva de los cometas
(la mención a la órbita) y de elementos antiguos (el fuego y el temor), junto
con un elemento que era moderno en el siglo XVIII y desaparecerá en el siglo
XX: el éter como elemento que llena el espacio y permite que viaje la luz:
“Hast thou ne’er seen the comet’s flaming flight?
Th’ illustrious stranger passing, terror sheds
On gazing nations; from his fiery train
Of length enormous, takes his ample round
Through depths of ether; coasts unnumber’d worlds,
Of more than solar glory; doubles wide
Heaven’s mighty cape; and then revisits earth,
From the long travel of a thousand years.
Thus, at the destined period, shall return
He, once on earth, who bids the comet blaze:
And, with him, all our triumph o’er the tomb”.
“¿Nunca has visto el vuelo
llameante del cometa?
Mientras el ilustre extranjero
pasa, esparce terror
Sobre las naciones que observan su
cola de fuego
De enorme longitud, se abisma
En las profundidades del éter,
visita innumerables mundos
Cuya gloria no es solar; dobla
ampliamente
El Cabo del Paraíso y vuelve a
visitar la Tierra
Luego de un largo viaje de mil
años.
Así, en el período destinado,
retornará
Aquel, que ya estuvo en la Tierra y ordena el brillo
del cometa;
Y con él nuestro triunfo sobre la
tumba”.
En la “Novena Noche” los cometas
aparecen, anticuadamente, unidos a otros fenómenos supuestamente relacionados
con el fuego que cumplirán un diluvio ígneo previo al Juicio Final:
“Earth’s actors change earth’s transitory scenes,
And make creation groan with human guilt.
How must it groan, in a new deluge whelm’d,
But not of waters! At the destined hour,
By the loud trumpet summon’d to the charge,
See, all the formidable sons of fire,
Eruptions, earthquakes, comets, lightnings, play
Their various engines; all at once disgorge
Their blazing magazines; and take, by storm,
This poor terrestrial citadel of man”.
“Los actores de la Tierra cambian cuando
cambian los escenas transitorias de la Tierra;
Y hacen gemir a la creación con la
culpa humana.
¿Cuanto gemirá, hundida en un nuevo
diluvio,
Pero no de las aguas! A la hora
destinada,
Cuando la trompeta llame a las
armas,
Verás a todos los hijos formidables
del fuego,
Erupciones, terremotos, cometas,
relámpagos, haciendo funcionar
Sus mecanismos todos a la vez
vaciando
Sus ardientes depósitos y tomando
al asalto
Esta pobre y terrestre ciudadela
del hombre”.
Pero más adelante prima la visión
moderna, no hay que temer a los sino que
son una maravilla que eleva nuestra mente a la contemplación de lo sublime:
“(...) above the caves
Where infant tempests wait their growing wings,
And tune their tender voices to that roar,
Which soon, perhaps, shall shake a guilty world;
Above misconstrued omens of the sky,
Far-travell’d comets’ calculated blaze;
Elance[58] thy thought, and think of more than man.
Thy soul, till now, contracted, wither’d, shrunk,
Blighted by blasts of earth’s unwholesome air,
Will blossom here; spread all her faculties
To these bright ardours; every power unfold,
And rise into sublimities of thought”.
“(…) En la cuevas
Donde las tempestades en su
infancia esperan que crezcan sus alas
Mientras practican con sus aún
tiernas voces el rugido
Que pronto, quizás, conmoverá un
mundo culpable;
Arriba, presagios mal interpretados
en el cielo,
Los cometas, viajando desde lejos
con su fuego calculado;
Expande tu pensamiento y piensa más
allá del hombre.
Tu alma, hasta ahora marchita,
contraída y arrugada,
Arruinada por el aire pestilente de
la Tierra,
Florecerá, los brillantes ardores
la ayudarán
A desarrollar sus facultades
ocultas
Y a elevarse hasta las sublimes
cumbres del pensamiento”.