martes, 29 de julio de 2014

"EL FIN DEL MUNDO" DE CAMILLE FLAMMARION. OTRA NOVELA COMETARIA


En una entrada anterior (http://www.cometasentrerios.blogspot.com.ar/2014/02/el-fin-del-mundo-por-un-cometa.html ) recordamos una narración de Edgard Allan Poe en la que la civilización humana era destruida por un cometa. Sobre ese mismo peligro versa la novela “La fin du monde” (“El fin del mundo”), un verdadero best seller del año 1894 del astrónomo francés Camille Flammarion, una personalidad fascinante.


Fue un “Carl Sagan” del siglo XIX en lo que hace a la divulgación de la astronomía, escribió muchísimas obras que fueron traducidas a muchas lenguas, fundó la Sociedad Astronómica de Francia y fue la imagen del astrónomo de finales del siglo XIX y principios del XX. Paralelamente a su interés científico (fue uno de los más reconocidos observadores de Marte) fue un convencido espiritista y llenó gruesos volúmenes con casuística paranormal.



Esta novela comienza con el descubrimiento de un cometa tiene rumbo de colisión con la Tierra en el siglo XXV. Como es el siglo XXV el progreso ha hecho maravillas: modernos dirigibles eléctricos permiten elevarse hasta lo más alto de la atmósfera, los monos han sido entrenados como sirvientes, los distintos observatorios alrededor del mundo están conectados por teléfono, recibimos comunicaciones esporádicas de la civilización marciana (en decadencia por la falta de agua) que nos llegan a través de señales luminosas y en la forma de … jeroglíficos.

La colisión con el cometa podría acabar con la Tierra, con la consiguiente aprensión de sus habitantes.



Es interesante notar cómo los conocimientos científicos de la época agrandaban los potenciales desastres que nos traería un choque con un cometa. Por empezar el cometa en rumbo de colisión mide 65 veces el diámetro de la Tierra, lo que nos hace sonreír cuando actualmente sabemos que miden sólo algunos kilómetros. A su vez, se pensaba que los núcleos podían ser solamente gaseosos o, como el caso de la novela, traer como confites en una torta fragmentos rocosos de varios kilómetros de diámetro.



La espectografía del cometa muestra que el gas que predomina es el venenoso óxido carbónico, por lo que el choque del cometa (hoy diríamos la coma del cometa) con la atmósfera terrestre podría generar la mortandad general por asfixia. Surge el debate con quienes dicen que el gas venenoso no entraría en la atmósfera pero que la onda de choque provocaría que esa energía se convierta en calor e incendiara la atmósfera en un incendio universal.



El jefe del Observatorio de París (alter ego del autor) acierta finalmente con su pronóstico: el gas venenoso no ingresará a la atmósfera, el hemisferio en el que se produzca el impacto se calentará en extremo pero no arderá y los “uranolitos” presentes en el núcleo traerán la destrucción a los sitios en los que caigan.



Finalmente se cumple el pronóstico: tras dos días sin noche, con el cometa brillando en todo el cielo, se produce el choque con la Tierra: varias ciudades son arrasadas por meteoritos y centenares de miles de personas mueren por complicaciones pulmonares y envenenamiento por encierro en sótanos, pero el planeta sobrevive… y eso que estamos a la mitad del libro.




Lo que sigue es la exposición de los distintos finales que puede sufrir la Tierra y el que finalmente sucede (muchos miles de años después) es el más extraño de todos: lentamente el planeta se seca por el agua que se filtra en el suelo hasta las profundidades del núcleo del planeta, lo que lleva a la extinción de la raza humana. Los humanos han evolucionado: la falta de trabajo físico ha llevado a que su mente se hiperdesarrolle y presentan la imagen de los típicos extraterrestres de las películas: amplias cabezas para llevar el cerebro, grandes ojos y bocas diminutas (porque ya no mastican carne), además de la comunicación por telepatía y otras facultades paranormales. Ese extraño final es propio de los conocimientos científicos de la época: no se conocía la deriva de las placas continentales, se pensaba que el Sol debía su calor al fuego inicial alimentado por la caída de meteoritos y que el universo era infinito y eterno. Para Flammarion la sequía era el fin de todos los planetas, fue el de la Luna y era el de Marte en 1894, él creía (como muchos) que una civilización más antigua que la nuestra agonizaba en Marte tratando de llevar agua por canales a las últimas ciudades en el desierto, y ese es el fin de la Tierra. La incógnita sobre el destino de la pareja final de humanos (Eva y Omegar, de omega, la última letra del alfabeto griego) no será develada pero es espiritualista. La novela tiene sus partes interesantes y a veces involuntariamente divertidas y los amantes de los cometas la sabrán disfrutar. Su lectura permite entender el pánico generado por el cometa Halley, que no era tan descabellado para los conocimientos científicos de la época como lo es ahora para nosotros. Un libro para recuperar. Buscando en Internet descubrí que el genial director Abel Gance hizo una adaptación cinematográfica de la novela en 1931, intentaré encontrarla, porque sería la única película cometaria que conozco.


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