sábado, 26 de julio de 2014

LOS COMETAS EN LA ANTIGUA ROMA (LUCRECIO Y OVIDIO)

Ya hemos hecho notar en entradas anteriores que la astronomía romana no era unánime en considerar a los cometas como signos de catástrofe. Aquí quisiera compartir un texto del filósofo Lucrecio y un texto del poeta Ovidio. En el primero (perteneciente al poema filosófico “Sobre la naturaleza de las cosas”) se narra (según el punto de vista de la filosofía epicúrea) el nacimiento de la superstición por la incomprensión de los fenómenos naturales del hombre primitivo, menciona a los cometas (“volantes fuegos”), entre otras fuentes de temores infundados:

“Es que ya desde entonces los mortales.
Aunque despierto el ánimo, veían
Los simulacros sobrenaturales
Que la ilusión del sueño exageraba
Á su imaginación: así, creyendo
Que movían sus miembros y que hablaban
Con imperiosa voz, proporcionada
Á su gran porte y fuerzas desmedidas,
Por vivos y sensibles los tuvieron.
También los suponían inmortales;
Pues siendo su hermosura inalterable,
Con la misma belleza se ofrecían
Á ellos los fantasmas celestiales;
Y porque siempre con tan grandes fuerzas
Creían imposible que triunfase
De ellos acción alguna destructora:
También por muy dichosos los tenían,
Pues no les inspiraba sobresalto
El temor a la muerte; y porque en sueños
Los veían hacer muchos prodigios
Sin quedarse por ellos fatigados.
Por otra parte, observaban el sistema del cielo
Y su orden preciso y la sucesión de las estaciones
Sin poder averiguar las causas.
Sólo quedaba dejar todo en manos de los dioses
Y hacer que todo girara a una señal suya.
La morada y palacio de los dioses
Pusieron en los cielos, porque es donde
Parece que voltean Sol y Luna;
De allí viene la noche, de allí el día,
Y los astros errantes allí brillan
Y los volantes fuegos por la noche;
Los nublados, rocíos, lluvias, nieve
Vientos, rayos, granizo y raudos truenos,
Y los murmullos largos de amenazas,
¡Oh raza de los hombres sin ventura!
¡Cuando a los dioses concedió existencia
Y los armó de cólera inflexible,
Cuántos gemidos asimismo entonces,
Qué heridas a nosotros, y qué llantos
Á nuestra descendencia ocasionaron!
La traducción es la clásica del Abate Marchena, pertenece al Libro V (nº 1169-1196).
Aquí Ovidio nos narra (poéticamente, se trata de una ficción poética-política) cómo el alma de Julio César es llevada al cielo luego de su asesinato en el Senado por la diosa Venus (su supuesto ancestro divino) y adquiere la forma de un cometa, como el que efectivamente se observó luego de ese hechos histórico y que la propaganda romana identificó con el caudillo ascendiendo a los cielos (la traducción es Ana Pérez Vega, es el Libro XV de las Metamorfósis, 843-850):

“Apenas ello dicho había cuando en medio de la sede del Senado se posó la nutricia Venus, para nadie visible, y de su César arrebató a sus miembros y –sin permitir que en el aire se disipara– su reciente ánima llevó a los celestes astros, y mientras la llevaba, que luz cobraba y fogueaba sintió y la soltó de su seno. Que la luna vuela más alto ella, y llameante arrastrando de espaciosa senda una crin como estrella centellea”.

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