Ya
hemos hecho notar en entradas anteriores que la astronomía romana no era
unánime en considerar a los cometas como signos de catástrofe. Aquí quisiera
compartir un texto del filósofo Lucrecio y un texto del poeta Ovidio. En el
primero (perteneciente al poema filosófico “Sobre la naturaleza de las cosas”)
se narra (según el punto de vista de la filosofía epicúrea) el nacimiento de la
superstición por la incomprensión de los fenómenos naturales del hombre
primitivo, menciona a los cometas (“volantes fuegos”), entre otras fuentes de
temores infundados:
“Es que ya desde
entonces los mortales.
Aunque despierto
el ánimo, veían
Los simulacros
sobrenaturales
Que la ilusión
del sueño exageraba
Á su
imaginación: así, creyendo
Que movían sus
miembros y que hablaban
Con imperiosa
voz, proporcionada
Á su gran porte
y fuerzas desmedidas,
Por vivos y
sensibles los tuvieron.
También los
suponían inmortales;
Pues siendo su
hermosura inalterable,
Con la misma
belleza se ofrecían
Á ellos los
fantasmas celestiales;
Y porque siempre
con tan grandes fuerzas
Creían imposible
que triunfase
De ellos acción
alguna destructora:
También por muy
dichosos los tenían,
Pues no les
inspiraba sobresalto
El temor a la
muerte; y porque en sueños
Los veían hacer
muchos prodigios
Sin quedarse por
ellos fatigados.
Por
otra parte, observaban el sistema del cielo
Y
su orden preciso y la sucesión de las estaciones
Sin
poder averiguar las causas.
Sólo
quedaba dejar todo en manos de los dioses
Y
hacer que todo girara a una señal suya.
La
morada y palacio de los dioses
Pusieron
en los cielos, porque es donde
Parece que
voltean Sol y Luna;
De allí viene la
noche, de allí el día,
Y los astros
errantes allí brillan
Y los volantes fuegos por la noche;
Los nublados,
rocíos, lluvias, nieve
Vientos, rayos,
granizo y raudos truenos,
Y los murmullos largos
de amenazas,
¡Oh
raza de los hombres sin ventura!
¡Cuando
a los dioses concedió existencia
Y
los armó de cólera inflexible,
Cuántos
gemidos asimismo entonces,
Qué
heridas a nosotros, y qué llantos
Á
nuestra descendencia ocasionaron!
La traducción es la
clásica del Abate Marchena, pertenece al Libro V (nº 1169-1196).
Aquí Ovidio nos narra
(poéticamente, se trata de una ficción poética-política) cómo el alma de Julio
César es llevada al cielo luego de su asesinato en el Senado por la diosa Venus
(su supuesto ancestro divino) y adquiere la forma de un cometa, como el que
efectivamente se observó luego de ese hechos histórico y que la propaganda
romana identificó con el caudillo ascendiendo a los cielos (la traducción es
Ana Pérez Vega, es el Libro XV de las Metamorfósis, 843-850):
“Apenas ello dicho
había cuando en medio de la sede del Senado se posó la nutricia Venus, para
nadie visible, y de su César arrebató a sus miembros y –sin permitir que en el
aire se disipara– su reciente ánima llevó a los celestes astros, y mientras la
llevaba, que luz cobraba y fogueaba sintió y la soltó de su seno. Que la luna
vuela más alto ella, y llameante arrastrando de espaciosa senda una crin como
estrella centellea”.
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