Del estupendo
libro de Carl Sagan y Ann Druyan “El Cometa” (Editorial Planeta, Barcelona,
1985, traducción de M. Muntaner y M. Moya, págs.350 y siguientes) extraemos
esta estupenda anticipación científica sobre la posibilidad de habitar los
cometas. Una de las virtudes del viejo Carl es que no temía dejar volar la
imaginación a partir de los datos científicos, lo que hacía a sus libros tan
inspiradores. La mayoría de los modernos divulgadores tiene un miedo irracional
a caer en la “ciencia ficción”.
Si hay cien
billones de núcleos cometarios en la
Nube de Oort, sumando su región exterior y su región
interior, la superficie total de los cometas equivale a centenares de millones
de planetas del tamaño de la Tierra. La
perspectiva de cien millones de Tierras aparcadas convenientemente en el patio
trasero de casa es bastante emocionante.
Los cometas se
desplazan tan lentamente que sería posible alcanzarlos incluso con tecnología
actual. Un cometa necesita un millón de años o más para llegar hasta nosotros
desde la región exterior de la
Nube de Oort; la nave espacial Voyager atravesará la misma
distancia en diez mil años, y las futuras tecnologías de probable desarrollo
rebajarán el tiempo de desplazamiento a una duración inferior a la de la vida
humana. Si queremos plantear dónde han de vivir los hombres en el futuro
lejano, los cometas ofrecen con mucho la gama más amplia de posibilidades. Unos
cuantos kilómetros cuadrados no pueden acomodar a muchas personas, por tanto,
debemos imaginar un gran número de pequeños mundos, cada uno de ellos poco
poblado. Pero ¿en qué sentido puede considerarse habitable un cometa?
Desde luego,
todas las necesidades moleculares de la vida pueden satisfacerse en los
cometas. Los hombres, como la mayor parte de las formas vivas de la Tierra , están
compuestos principalmente de agua y,
aparte quizás de unas cuantas lunas del sistema solar exterior, no se sabe que
haya mundos más ricos en agua que los cometas. Éstos también contienen grandes
cantidades de moléculas orgánicas, útiles para la ingeniería agrícola u
biológica y roca y metales en cantidad probablemente suficiente para las
aplicaciones prácticas. Las grandes cantidades de agua indican también que
podría extraerse fácilmente oxígeno para la respiración y los cohetes del tipo
Centaur que trabajan con hidrógeno y oxígeno líquidos podrían reabastecerse
fácilmente en una superficie cometaria. En cada uno de estos aspectos, los
cometas constituyen bases y hábitats mucho más acogedores que, por ejemplo, los
asteroides, rocosos y metálicos.
Pero la vida en la Tierra , casi toda la vida,
se mantiene gracias a la energía solar. Las plantas cosechan la luz solar y los
animales cosechan las plantas. El sistema solar interior está inundado de luz
solar, pero está vacío de agua, a excepción de la Tierra y de Marte. En
cambio, el sistema solar exterior es rico en agua (helada), pero pobre en luz
solar. El mediodía ecuatorial en un mundo sin nubes del sistema de Saturno no
brilla más que el crepúsculo de la Tierra.
El agua está donde falta la luz, y viceversa: un hecho que
subrayó hace muchos años el escritor científico norteamericano Isaac Asimov.
Gracias a la
moderna tecnología podemos imaginarnos interviniendo para restablecer el
equilibrio que el sistema solar descuidó. Podríamos empujar o halar los cometas
(y las rocas de hielo de los anillos de Saturno) hacia el sistema solar
interior, donde extraeríamos directamente el hielo de la superficie o, en el
caso de cometas cercanos extinguidos, perforaríamos el depósito de
revestimiento para alcanzar el núcleo helado subyacente. Disociaríamos luego el
agua para fabricar carburante y oxidante de cohete, y para proporcionar oxígeno
a los puestos avanzados del hombre en el espacio y en otros planetas
terrestres. Los cometas pueden proporcionarnos tanta agua que incluso podríamos
suministrarla a regiones escogidas de mundos resecos, lo que nos permitiría
trasplantar la vida a entornos hasta entonces desolados. La materia orgánica de
un cometa muerto o de un asteroide carbonáceo finamente pulverizada podría
utilizarse también como un medio de crecimiento para los seres vivos y para
moderar el clima infernal de Venus mediante el mismo mecanismo propuesto para
explicar la extinción de los dinosaurios y el posible invierno nuclear. Los
cometas extinguidos de núcleo helado quizás estén a las puertas de casa y
puedan ser un factor crítico en la utilización humana del espacio durante el
próximo o los próximos dos siglos.
Los elementos
biológicos esenciales que no suministran los cometas, por lo menos directamente,
son el calor y la energía. Los cometas sólo reciben estos elementos cuando se
acercan al Sol. Podemos imaginar fácilmente vastos conjuntos de paneles solares
desplegados sobre los cometas o a su alrededor, suponiendo que estuvieran
bastante cerca del Sol, lo que probablemente incluiría hasta la órbita de
Saturno. A distancias superiores podemos imaginar grandes reactores nucleares
dando energía a las bases cometarias. Si los reactores de fusión-alimentados
por la misma agua-estuvieran disponible a mediados del siglo próximo, como
predicen algunos especialistas, constituirían una fuente de energía ideal para
las bases cometarias, debido a la abundancia de hielo de agua corriente y de
agua pesada congelada, HDO y D2D (donde D indica deuterio, una forma de
hidrógeno pesado que tiene un neutrón en su núcleo, además de un protón).
Cuando el cometa
está lejos del Sol ha llegado la hora de hibernar. Júpiter aparece arriba a la
izquierda con sus cuatro lunas. De “Héctor Servadac” de Jules Verne.
Pueden leer una
reseña de la novela en:
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