Nuestra
historia comienza el 2 de diciembre de 1680. En el Palazzo Massimo de Roma una
gallina, que nunca había puesto un huevo,
cacareó de la manera más extraña y puso un huevo de extraordinario
tamaño en el que se podía discernir la forma de un cometa. Sobre los cielos de
Europa se cernía uno de los cometas más espectaculares del siglo. ¿Este
prodigio marcaba la prueba de la correspondencia entre cielo y Tierra? Lo que
hace interesante la historia es el brete en el que se encontró la Academia de
Ciencias de París cuando el público y varios aristócratas les pidieron que se
expidieran sobre el prodigio. Como Giovanni Cassini tenía en su poder un huevo puesto
durante un eclipse por una gallina de Bologna en el que supuestamente se veía
un sol eclipsado, y para no desairar a los aristócratas, la Academia tuvo que
emitir un dictamen sobre el huevo remarcando que lo que se veían eran estrellas
y no un cometa y que no era un prodigio. Pero los protestantes se apuraron a
dictaminar que era una advertencia de la próxima caída del catolicismo.
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