“Farsalia”
es el poema épico que escribió el poeta romano Marco Anneo Lucano para narrar,
desde un punto de vista republicano, la guerra civil entre Pompeyo y Julio
César que enterraría, precisamente, a la república romana al salir victorioso
éste último y proclamarse dictador perpetuo. Es un poema que tuvo una inmensa
popularidad en la Edad Media
y que conserva todos sus barrocos encantos. Su lectura es muy recomendable y
las traducciones en prosa lo convierten en una novela apasionante para el
público moderno.
Al
comienzo de la obra, Pompeyo huye de Roma para agrupar sus ejércitos en Grecia,
donde se dará la batalla decisiva que da nombre al poema. Las tropas de Julio
César avanzan sobre la capital y los prodigios que anuncian la sangrienta
guerra se multiplican de manera terrorífica:
“Entonces,
para que ni un atisbo de esperanza en el porvenir aliviara al menos los ánimos
amedrentados, vino a añadirse la prueba evidente de un destino peor, y los
dioses, amenazadores, llenaron de prodigios las tierras, los cielos, el mar.
Desconocidos astros vieron las oscuras noche (1) y al polo ardiendo en llamas,
y antorchas volando en sesgo por el cielo a través del vacío, y la estela del
astro temible, el corneta, que trastorna los reinos en la tierra (3). Repetidos
relámpagos centellearon en un
engañoso cielo despejado y el fuego diseñó figuras variadas en el aire denso:
ora, con luz
alargada, brilló en el cielo una jabalina (4), ora, con luz difusa, una lámpara
(5). Sin ninguna nube, un rayo silencioso y que arrancaba su fuego de las
regiones septentrionales, sacudió violentamente la cúspide de Júpiter Laciar, estrellas
menores, habituadas a bajar y hacer su recorrido en horas nocturnas, sin luz,
vinieron en pleno día, y Febe, cuando ya, unidas las puntas de sus cuernos,
reflejaba con su entera redondez la luz de su hermano, embestida de repente por
la sombra de la tierra,
se eclipsó”(6)
(1)
Hay varios posibles candidatos para los “ignota sidera”, rayos en bola o
meteoros.
(2)
Las “faces” o antorchas eran el nombre técnico que recibían lo que hoy
llamaríamos “bólidos”.
(3)
Esta sentencia “crinemque timendi sideris et terris mutantem regna cometen”
tuvo una enorme repercusión ya aparece en muchísimas citas medievales, fundando
el temor a los cometas. Una traducción más literal sería “y el cometa, astro
con cabellera y trastornador de los reinos”. Lucano era un estoico y para el
estoicismo, filosofía predominante en su época (siglo I) todos los
acontecimientos están determinados desde siempre y los prodigios, entre ellos los
celestes, eran advertencias divinas sobre lo que vendrá. Al ser los cometas un
cambio imprevisible en un cielo que se consideraba perfecto e inmutable, es
lógico que se los viera como señales.
(4)
Lucano era sobrino de Séneca, lo que se nota en el párrafo que citamos. La
mayoría de los estoicos pensaban que los cometas eran fenómenos atmosféricos
que se producían por debajo de la Luna.
Séneca , en cambio, considera que eran astros cuya órbita
desconocíamos (http://www.cometasentrerios.blogspot.com.ar/2014/02/seneca-y-los-cometas.html ).
Por eso es que Lucano separa a los cometas de otros fenómenos que sí serían
atmosféricos, como el rayo que luego se nombra y como, supuestamente, las
“acontia” (jabalinas en griego) o “iaculi”, aunque Plinio (en el libro II de la Historia Natural )
las ubica como un tipo de cometa. De jabalina tienen forma los cometas rasantes
antes del perihelio, como pueden ver las fotos del Lovejoy de 2011 (http://www.cometasentrerios.blogspot.com.ar/2014/05/recuerdos-de-la-contemplacion-del-c2011.html ).
(5)
Este también sería un cometa, con forma de cúmulo globular, como la tienen
todos antes de desarrollar cola, en los cielos perfectos anteriores a la luz
eléctrica estos cometas se verían perfectamente. Su luz es difusa, ciertamente.
(6)
Un eclipse de Luna.
No
debemos perder de vista que el hecho de que los romanos consideraran que los
fenómenos astronómicos o meteorológicos poco comunes eran prodigios (esto es,
anuncios de la ira de los dioses) no implica que sus observaciones no hayan
sido exactas. Los citados por Lucano, como en tantas obras, son fenómenos que
conocemos, sólo hay que identificarlos, la interpretación que se les daba no
altera la justeza de las observaciones. ¡Más respeto entonces por la astronomía
romana!
La
traducción citada es la de Antonio Holgado Redondo para la Editorial Gredos
(Madrid, 1984). Los párrafos citados pertenecen al Libro I (522-539).
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